¿Has oído alguna vez la expresión “yo soy mi peor enemigo”? Seguro que la has escuchado por lo menos alguna vez en tu vida, y lo cierto es que entraña una profunda reflexión.
Algunas personas viven una vida con grandes carencias debido a sus propios sentimientos de inutilidad y de odio hacia sí mismas. Esto provoca que tengan problemas para relacionarse con los demás y para ser felices. Pero, ¿cuáles son las causas de este tipo de sensaciones? ¿En qué medida alteran nuestros pensamientos, emociones y hábitos? Y, en definitiva, ¿cómo podemos desde la psicología ayudar a mejorar esta autopercepción a las personas que se odian a sí mismas para que no les afecte tanto este malestar?
¿Qué es la voz crítica interior y por qué deberíamos silenciarla para siempre?
En un estudio publicado hace pocos meses, los psicólgos Lisa y Robert Firestone hallaron evidencias de que el pensamiento autocrítico más frecuente entre la mayoría de personas (independientemente de sus orígenes culturales, étnicos o religiosos) fue “soy distinto a los demás”. La mayor parte de la gente se ve a sí misma como diferente a los demás, pero no en un sentido positivo, sino todo lo contrario: en un sentido negativo.
Todos tenemos un “anti-yo” que detesta nuestra forma de ser
De hecho, incluso los individuos que tienen una buena imagen social y parecen perfectamente adaptadas y respetadas en los entornos sociales que frecuentan, tienen fuertes sentimientos negativos y la sensación de estar mostrando una cara falseada sobre sí mismas. Esto se explica porque, según algunos expertos, nuestra identidad está desdoblada.
El doctor Robert Firestone explica que cada persona tiene un “yo real”, una parte de nuestra personalidad que se fundamenta en la autoaceptación, así como un “anti-yo”, una parte de nuestra conciencia que rechaza nuestra manera de ser.
La voz crítica o “anti-yo”
El anti-yo se encarga de boicotearnos a través de esa voz interior crítica que todos, en mayor o menor medida, tenemos. Esta voz crítica es como una especie de alarma de nuestro autoconcepto que hace comentarios negativos sobre cada momento de nuestras vidas, alterando así nuestro comportamiento y nuestra autoestima. Es especialista en enterrar nuestras ilusiones y objetivos: “¿De veras crees que podrás lograrlo?... Nunca podrás alcanzar esa meta, mírate, ¡no eres lo suficientemente bueno!”. También se encarga de despreciar tus logros pasados y presentes: “Ya, bueno, has tenido suerte, no fue mérito tuyo”. Además, el anti-yo es experto en boicotear nuestro bienestar cuando gozamos de una relación de pareja: “Ella en realidad no te quiere. ¿Por qué crees que tiene tantos amigos en la facultad? No deberías confiar en ella”.
Aprendiendo a ignorar la voz que nos intenta boicotear
Toda persona posee esta voz crítica en su interior, lo que ocurre es que algunas personas le prestan muchísima atención, mientra que otras han aprendido a ignorarla. Sobre los primeros, el problema principal es que cuando se le presta mucha atención a la voz crítica, las críticas y reproches que ésta lanza son cada vez más duros y constantes. De este modo, acaban asumiendo que, en vez de ser una voz que representa un enemigo al que hay que combatir, es una voz que emana de nuestro “yo real” y confunden las críticas con el punto de vista real, aceptando sin más todo lo que nos dice.
¿Por qué me odio a mí mismo?
“Me odio a mí mismo” es una frase recurrente que puede enviarnos nuestra voz crítica interior. ¿Qué origen tiene ese tipo de pensamiento autodestructivo?
Para los psicólogos Lisa y Robert Firestone, son pensamientos que se generan en las experiencias negativas de la infancia y la adolescencia. La forma en que nos percibimos a nosotros mismos en las distintas etapas de la niñez y la pubertad y los juicios de los demás hacia nosotros va conformando nuestra identidad y, por tanto, un mejor o peor autoconcepto.
Cómo nos perciben los demás afecta decisivamente a cómo nos valoramos a nosotros mismos
Cuando somos objeto de actitudes negativas por parte de nuestros padres o personas a las que tenemos en alta estima, internalizamos estas valoraciones y juicios para conformar nuestra propia imagen. Parece claro que si recibir actitudes positivas de nuestros padres (como halagos o sentirnos queridos y apreciados) nos ayuda a desarrollar una buena autoestima, las actitudes críticas pueden promover justo el efecto contrario. Este fenómeno se explica perfectamente mediante el “Efecto Pigmalión”.
En cualquier caso, no se trata aquí de responsabilizar de todo a los padres. Educar a un hijo no es tarea sencilla, y nuestros padres también han de cargar con sentimientos negativos de su propio pasado; nadie es inmune pues de transmitir, aunque sea inconscientemente, juicios o gestos que no son del todo apropiados, sobre todo en momentos de tensión.
Una negatividad que se transmite de padres a hijos
Si, por ejemplo, nuestros padres nos hacían ver que éramos traviesos o nos mandaban guardar silencio constantemente, o incluso si simplemente se sentían agobiados si nosotros estábamos cerca, podríamos acabar aceptando la idea de que realmente somos un estorbo. Uno de los posibles efectos de esta percepción es que pudiéramos acabar siendo personas tímidas y retraídas, o a tomar una actitud sumisa en nuestra vida diaria y con nuestras relaciones interpersonales.
¿Cómo nos perturba la voz crítica en nuestro día a día?
Nuestro “anti-yo” puede tener una repercusión en nuestra vida diaria en varios sentidos distintos. Podemos tratar de adaptarnos a la voz crítica intentando tomar en consideración sus críticas. Cuando manifiesta reiteradamente que somos un desastre como personas, podemos llegar a creérnoslo y escoger, bajo esa premisa, amigos y parejas sentimentales que nos tratan del mismo modo, como si no valiéramos nada.
También es posible que si nos dice constantemente que somos ineptos, desarrollemos una total falta de autoestima que nos empuje a cometer fallos que al final nos haga parecer realmente estúpidos. Es una profecía autocumplida. Si nos dice a cada rato que somos muy poco atractivos, podemos hasta declinar la opción de buscar pareja.
Entre hacer oídos sordos y gestionar la crítica
En el momento en que escuchamos a nuestra voz crítica interna le conferimos autoridad sobre nuestro pensamiento y nuestras acciones. Es posible hasta que empecemos a proyectar este tipo de pensamientos críticos hacia las personas que nos rodean. Estamos en un riesgo auténtico de que el odio que la voz crítica nos genera hacia nosotros mismos acabe empañando las gafas con las que vemos el mundo. En este punto podemos empezar a padecer algunos síntomas del trastorno paranoide de la personalidad, cuando comenzamos a cuestionar a las personas que nos perciben de un modo distinto a como nuestra voz interior lo hace.
Podemos intentar permanecer ajenos a los halagos y las críticas positivas, porque contradicen los esquemas que nosotros nos hemos construido sobre nuestra propia persona. Incluso podemos inculcarnos la idea de que no somos lo suficientemente válidos como para tener relaciones amorosas. Es una voz crítica que no solo nos ataca desde fuera, sino que poco a poco se va convirtiendo en la personalidad misma, atacando los cimientos del bienestar personal. No solo está ahí todo el tiempo sino que llega un momento en que, por esa misma razón, dejamos de percibirla, porque ya está completamente integrada en nosotros.
¿Cómo puedo dejar de odiarme a mí mismo?
Hay varios consejos que pueden ayudar a gestionar y tratar de minimizar este odio hacia nosotros mismos, consiguiendo vivir ajeno a estas creencias limitantes que nos genera nuestro crítico interno.
Superar nuestra voz crítica, nuestro anti-yo, es el primer paso hacia la liberación de los pensamientos destructivos, pero esto no es sencillo ya que muchas de estas creencias y actitudes están plenamente arraigadas en nuestro ser, las hemos interiorizado.
1. Identificar la voz crítica
Este proceso empieza por detectar y empezar a sembrar los cimientos para poder gestionar esta voz crítica. Una vez hemos reconocido las fuentes de estos pensamientos críticos que nos afectan negativamente, deberemos tomar consideración de qué tienen de cierto (los pensamientos) y de falso.
En ocasiones, como ya hemos comentado, esta identificación va a suponer que indagues en tu interior para reconocer los rasgos negativos que has “heredado” de tus padres durante tu infancia. Si tuviste unos padres muy exigentes, por ejemplo, tienes la responsabilidad de desafiar los hábitos de exigencia hacia los demás que has adquirido.
2. Racionalizar y empezar a ser realista
Debemos responder a los ataques de nuestro yo crítico que provoca este odio hacia nosotros mismos mediante un punto de vista sosegado pero realista y racional sobre uno mismo.
3. Desafiar y relativizar
En último lugar, debemos ser capaces de desafiar las actitudes autodestructivas y que afectan a nuestra autoestima que la voz negativa nos empuja a realizar. Cuando renunciamos a estos mecanismos de defensa que hemos ido constituyendo con la adaptación al dolor que experimentaste en tu niñez, intentaremos cambiar algunas conductas que emerjan de esta circunstancia.
Por ejemplo, si fuiste un niño muy sobreprotegido y tus padres te vigilaban constantemente, es posible que te hayas desarrollado buscando aislarte de los demás por temor a que puedan entrometerse en tu vida.
4. Encuentra tu propia identidad
El último paso para cambiar del pensamiento “me odio” a “me gusto” implica tratar de hallar tus propios valores, ideas y creencias con los que te sientas cómodo y tranquilo. ¿Cuál es tu idea de cómo vivir la vida? ¿Cuáles son tus objetivos a corto, medio y largo plazo?
Cuando nos liberamos de nuestro crítico interno, estamos más cerca de encontrarnos a nosotros mismos. Podemos empezar entonces a tener actitudes y realizar actos que sean un reflejo mucho más fiel de nuestras necesidades y deseos, cosa que conferirá mucho más sentido a nuestra existencia.
Un camino no exento de obstáculos pero que valdrá la pena recorrer
Durante el trayecto en que tratemos de dejar de odiarnos a nosotros mismos hasta encontrar aquel camino que nos haga felices, es natural que experimentemos un poco de ansiedad o una resistencia de la voz crítica a abandonar nuestros pensamientos recurrentes.
No obstante, si uno es persistente en desafiar a la voz crítica interna, ésta acabará volviéndose más débil poco a poco y podremos ir de este modo librándonos de la sensación de odio hacia nosotros mismos. Un paso crucial hacia una vida más agradable y feliz.