Muchas personas creen que la depresión siempre se hereda, así como si se tratara del color de ojos o la estatura. Si alguien en tu familia la tuvo, piensan que es casi seguro que tú también la tendrás; y si nadie la ha vivido, pues, creen que no te pasará. Pero hay estudios muestran algo muy distinto y queremos hablarte sobre esto.
Investigaciones con millones de personas han demostrado que la mayoría de quienes desarrollan depresión no tienen familiares cercanos con este diagnóstico, aunque sí que es cierto que el tener a un familiar con depresión aumenta las probabilidades de que tú también desarrolles el trastorno. Definitivamente, este dato nos invita a abrir la mente y entender mejor de dónde viene este trastorno, porque la salud mental no es tan simple como parece.
Por qué muchos creen que la depresión solo viene en los genes
Mucha gente tiende a pensar que la depresión aparece solo en quienes tienen familiares con este trastorno, como si fuera algo que se trae en la sangre. Y, sí,no hay que negar que la genética influye, pero quedarse solo con esa idea puede hacer que nos sintamos atrapados o que pensemos que no hay forma de manejarlo. La realidad es que este pensamiento simplifica demasiado algo que es mucho más complejo.
Las investigaciones muestran que tener antecedentes familiares aumenta el riesgo, pero no significa que por eso una persona va a tener depresión sí o sí. De hecho, una gran parte de las personas diagnosticadas no tienen ningún historial familiar. Esto rompe mitos y nos recuerda que cualquiera puede atravesar depresión, con o sin predisposición genética, y que lo más valioso es reconocer los síntomas y buscar ayuda cuando sea necesario.
Lo que nos cuentan las investigaciones más recientes
Un estudio danés, publicado en The Lancet Psychiatry, analizó datos de más de tres millones de personas y arrojó conclusiones que sorprenden bastante. Según esta investigación, el 60% de quienes tienen depresión no cuentan con familiares cercanos que también la hayan tenido.
En el caso de la esquizofrenia el porcentaje es aún mayor, pues el 89% no tiene parientes directos con ese diagnóstico. Esto cambia la perspectiva sobre la herencia: incluso si alguien tiene un familiar cercano con esquizofrenia, el 92% nunca desarrollará el trastorno.
Los expertos Carsten Bøcker Pedersen y Esben Agerbo explican que las enfermedades mentales son poligénicas, lo que quiere decir que no existe un único gen “culpable”, sino una combinación de muchos factores.
Es verdad que la genética tiene su peso, pero el entorno y el azar también influyen. Saber esto no solo tranquiliza a quienes temen por sus antecedentes familiares, sino que también ayuda a entender que no tenerlos no es garantía de que nunca aparecerá.
Una mirada más amplia a la depresión
Si dejamos de ver la herencia como el único factor, aparecen otras piezas del rompecabezas. Investigaciones científicas han demostrado que ciertas áreas del cerebro tienen relación directa con la depresión.
Por ejemplo, estudios publicados en The Journal of Neuroscience revelaron que el hipocampo, una región clave para manejar emociones y recuerdos, es más pequeño en personas con depresión, sobre todo en quienes han pasado por varios episodios.
El estrés constante parece frenar la creación de nuevas neuronas, lo que puede explicar por qué los antidepresivos tardan semanas en hacer efecto: no es que cambien todo de inmediato, sino que ayudan a que el cerebro cree nuevas conexiones.
La amígdala, otra parte importante del cerebro, también muestra actividad más alta en personas con depresión. Esa sobrecarga puede incluso hacer que aumente de tamaño, lo que explica por qué algunas emociones intensas se sienten tan abrumadoras.
A todo esto se suman otros factores como el trauma, los cambios hormonales, el estilo de vida y las condiciones sociales. Así que hablar de depresión no es solo hablar de genes; es mirar el cuadro completo de lo que pasa dentro y fuera de una persona.
Ideas para ver la depresión de otra manera
Aunque la genética influye, no lo explica todo. Hay algunos pasos que ayudan a cuidar tu bienestar, manejar riesgos y generar un entorno más saludable, tanto para ti como para quienes te rodean.
Estas son algunas de las cosas que podemos hacer para darles otro enfoque:
1. Reconocer que la genética no lo define todo
No asumir que tener antecedentes familiares garantiza desarrollar depresión. El entorno, las experiencias y el estilo de vida también influyen, así que cualquiera puede atravesarla y no todos los que tienen antecedentes la padecerán.
2. Cuidar tu bienestar diariamente
Mantener un buen sueño, hacer ejercicio regularmente, alimentarte de manera equilibrada y fortalecer relaciones cercanas ayuda a proteger la salud mental. Observar señales tempranas de alerta permite actuar antes de que los síntomas se intensifiquen.
3. Buscar ayuda profesional cuando sea necesario
Acudir a psicólogos o psiquiatras al notar malestar persistente facilita que la depresión sea tratada de forma efectiva. La intervención temprana hace que sea más fácil trabajar en soluciones y estrategias adaptadas a cada persona.
4. Mejorar tu entorno social
Reducir factores de estrés, mantener espacios de apoyo y fomentar la comunicación abierta sobre emociones contribuye a un entorno más saludable. Además, crear redes de contención puede disminuir la presión que aumenta el riesgo de depresión.
5. Romper mitos y estigmas
Hablar de depresión con naturalidad y sin culpas ayuda a que quienes la viven no se sientan juzgados. Y entender que este trastorno no discrimina por antecedentes familiares permite generar empatía y apoyo real en la comunidad.
Después de todo lo que hemos hablado, quedó claro que la depresión no depende únicamente de la genética, pues también influyen el cerebro, el entorno, el estrés y las experiencias personales.

Javier Ares Arranz
Javier Ares Arranz
Psicólogo especialista en Depresión, Ansiedad y Pareja.
Entender esto nos ayuda a mirarnos con más compasión, a reconocer lo que sentimos y a acercarnos a quienes nos rodean con más empatía. También nos recuerda que cuidar nuestra salud mental es súper importante, y es un gesto de amor hacia nosotros mismos y hacia los demás.


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