Por qué las terapias de conversión son perjudiciales

Estos intentos de "revertir la homosexualidad" pueden llegar a causar graves daños a las personas.

Terapia de conversión
Las terapias de reorientación sexual pueden ser muy dañinas.MaxPixel.

Tal como ocurre en otras disciplinas científicas, el desarrollo la psicología no ha estado exento de sesgos y prácticas homófobas. Prueba de ello ha sido la larga y hasta hace poco anulada presencia de la homosexualidad como categoría clínica en psicopatología; así como la creación de sus correspondientes “terapias de conversión”, “terapias reparativas de corrección” o de "reorientación sexual".

Aunque en muchos contextos esto último no sólo está desacreditado sino jurídicamente penalizado; en otros lugares, la medieval y violenta idea de que la homosexualidad es una enfermedad o un trastorno que por lo tanto puede ser revertido, continúa vigente.

Con la intención de analizar por qué las terapias de conversión son dañinas, en este artículo empezaremos por repasar qué es y de dónde vienen dichas terapias, para finalmente ver cuáles son algunos de sus efectos.

La psicopatología y la lógica de la corrección

La idea de “curar”, o más bien de “corregir”, es una lógica que atraviesa toda la producción de la psicopatología, a veces de manera explícita a veces de manera implícita. Dicha idea se convierte con facilidad en una fantasía que llena los huecos de la ideología occidental más conservadora, y por lo mismo, la psicopatología se ha ofrecido fácilmente como una potente estrategia de control; en este caso, de la homosexualidad.

Como diría Foucault en los 70’s (cit en Montoya, 2006), desde sus inicios, la psiquiatría se propuso como una opción que no era útil para “curar” en esencia, porque lo que hacía era intervenir casos de anormalidad fijada sin fundamento orgánico preciso.

¿Qué podía hacer entonces? Corregir dicha anormalidad, o intentar controlarla. Más allá de disminuir un malestar psíquico, la psiquiatría adquiere una función de protección social; es decir, de procurar el orden ante el peligro que representa lo que es moralmente colocado como “anormal”. En este contexto, la sexualidad, o más bien la no-heterosexualidad, no quedó fuera de la mirada de la patología. En inicio se controla desde lo corporal, y posteriormente desde lo psíquico.

Surge así una inseparable relación entre la moralidad, que se lee en términos estadísticos de normalidad; y la medicina, que se deriva después en psicopatología. Como resultado, la heterosexualidad se ha entendido en muchos contextos como lo normal y sinónimo de salud. Y la homosexualidad como lo anormal y el sinónimo de enfermedad, o en el mejor de los casos, como un trastorno.

La sexualidad siempre en el punto de mira

Al ser una parte fundamental de la condición humana, la sexualidad se ha mantenido muy presente en los debates filosóficos, científicos y políticos más profundos. En algunos momentos, dichos debates han tomado la forma de prescripciones morales sobre el comportamiento sexual; lo que a su vez ha impactado hasta los deseos, los placeres, las prácticas, las identidades y en general las visiones sobre la sexualidad.

De hecho, hasta hace no mucho, difícilmente se hacía pública la duda que generaban los fundamentos biológicos de la sexualidad, bajo los cuales esta última queda reducida a la capacidad reproductiva de hombre y mujer. No sin que haya estado ausente en otras épocas y sociedades, fue hasta mediados del siglo pasado cuando la disidencia sexual sale a las calles a reclamar el libre ejercicio de la sexulidad como un derecho humano.

Con la así llamada “Revolución Sexual”, cobran visibilidad un montón de vidas, identidades y placeres que ni la moral ni la patología habían logrado capturar; esto especialmente en el contexto europeo y estadounidense.

Surgen con esto las luchas por la igualdad de derechos y por erradicar las formas de discriminación por la orientación sexual. No solo eso sino que finalmente, en el año de 1973 la APA retira de su compendio de trastornos mentales a la homosexualidad. Hace lo mismo la OMS hasta el año 1990, y en el primer año de nuestro siglo, también APA rechazó públicamente la puesta en práctica de las terapias de conversión.

Por otro lado, pero también en Estados Unidos, surge una fuerte corriente conservadora que lucha en el sentido contrario, el de negar la diversidad sexual, y aboga por otorgar derechos sólo si la sexualidad se vive de una manera heteronormativa. Ante el problema de cómo hacer que sea heteronormativa, la psicología y la psiquiatría también conservadoras ofrecen la solución: una serie de terapias de corrección pueden “revertir”, o algunas incluso “curar”, la homosexualidad.

Cuestionamientos sobre la inmutabilidad de la orientación sexual

Por su parte y aunque de manera minoritaria, otra parte de la ciencia ha generado conocimientos que nos han permitido cuestionar de manera firme la idea de la homosexualidad como una patología.

Nos cuenta Montoya (2006) sobre algunas investigaciones que analizan, por ejemplo, el desarrollo y la diversidad gonadal, cerebral y psicológica. Estas últimas cuestionan la visión esencialista e inmutable de la heterosexualidad, además de hacer visible que no se han encontrado genes ni factores anatómicos o conductuales que puedan dar cuenta de manera completa de la orientación sexual.

Así pues, la orientación sexual no es algo predeterminado e inmutable sino un “proceso de continua interacción entre la estructura biológica y psíquica de la persona y el entorno donde expresa su sexualidad” (ibidem: 202).

Surgimiento y de las terapias de conversión

Hemos visto desde una perspectiva foucaultiana que, en sus inicios, la psiquiatría se plantea como una tecnología de corrección, en donde la sexualidad tiene un papel protagónico. Cuando esto último se creía superado, llega el siglo XXI a condensar todo lo anterior en el surgimiento de técnicas que se ofrecen como una opción correctiva de la homosexualidad.

La terapia reparativa surgió por primera vez en 1991, un año después de que la OMS retirase la homosexualidad del compendio de enfermedades. El término se atribuye al psicólogo clínico estadounidense Joseph Nicolosi, quien la planteó como un modelo terapéutico que permitiera cambiar de la homosexualiad a la heterosexualidad. En el fondo la idea de lo “terapéutico” asume de manera generalizada que la homosexualidad es, en realidad, heterosexualidad latente, y que es una condición que genera infelicidad o malestar psíquico importante; con lo cual, hay que corregirla.

El terapeuta se posiciona así desde un paternalismo homófobo que suprime la autonomía de la persona. Y parte de las opciones de las que dispone van desde el condicionamiento aversivo con terapia electroconvulsiva hasta practicar el celibato a través de reforzar la culpa.

A partir de ahí, las terapias de corrección no se plantean como opciones basadas en una visión integral, comprensiva y respetuosa de la diversidad, que permita explorar los malestares más allá del propio sujeto (por ejemplo, como consecuencia de las dificultades de expresar socialmente la sexualidad), sino como un intento de corregir a la persona porque se vive en una sexualidad no normativa.

Daños y cuestionamientos éticos

Dice la APA (2000) que “Las modalidades psicoterapéuticas destinadas a cambiar o reparar la homosexualidad están basadas en teorías del desarrollo cuya validez científica es cuestionable” y también recomienda a los médicos éticos abstenerse de los intentos de cambiar la orientación de los individuos y considerar los posibles daños.

Estos últimos pueden ser efectos psicológicos que incluyen incrementar la homofobia internalizada (con la consecuente interrupción de la libertad sexual y de derechos), pero también manifestaciones clínicas de depresión, ansiedad y conductas autodestructivas.

En su análisis bioético sobre el tema, Montoya (2006) nos dice que los principales cuestionamientos éticos que por sus daños pueden hacerse a las terapias de conversión, son a grandes rasgos los siguientes:

  • No hay suficiente cuerpo de conocimientos científicamente validado que sostenga la eficacia de las terapias reparativas.
  • Por lo anterior, difícilmente puede sostenerse que hay profesionales realmente capacitados para aplicarlas; se imponen con facilidad criterios ideológicos individuales.
  • En el consentimiento informado se enfatizan las posibilidades de éxito, es decir, las falsas consecuencias reparativas y se minimizan los daños.
  • Parten de la premisa de que la conducta y la identidad homosexual son moralmente inaceptables y por lo tanto una patología.
  • Desconocen el respeto de la autonomía y la dignidad de la persona.
  • Implican técnicas de disuasión a través de reforzar en la persona la idea de que su sexualidad es patológica, inferior o reprobable.
  • No son inocuas: incrementan la homofobia y aumentan el riesgo de suicidio.
  • Desconocen los alcances logrados en derechos humanos, sexuales y reproductivos.
  • Ocultan la diversidad humana.
  • Tergiversan el poder del médico.

Referencias bibliográficas:

  • Montoya, G. (2006). Aproximación bioética a las terapias reparativas. Tratamiento para el cambio de la orientación homosexual. Acta Bioethica, 12(2): 199-210.
  • APA (2000). Position Statement on Therapies Focused on Attempts to Change Sexual Orientation (Reparative or Conversion Therapies). APA Official Actions. Recuperado 25 de julio de 2018. Disponible en position statement on therapies focused APA.

Psicóloga | Redactora especializada en Psicología Social

Licenciada en Psicología por la Universidad de las Américas Puebla (México). Máster en Investigación e Intervención Psicosocial por la Universitat Autònoma de Barcelona, con experiencia profesional en inclusión social y educativa así como docencia en psicopedagogía. Cuenta con estudios en política pública y derechos humanos y actualmente es doctoranda en Psicología Social en la Universitat Autònoma de Barcelona, donde trabaja temas relacionados con metodologías cualitativas, salud pública, salud mental, diversidad funcional y perspectiva de género.

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