Decía Gombrich en su magna Historia del arte que no existe el arte, sino los artistas. Hasta cierto punto, esto es del todo cierto, puesto que cada creador expresa desde su mundo propio, único e intransferible. Sin embargo, no es menos cierto que los artistas no pueden escapar de su época. Cada expresión artística, por tanto, está sujeta a un contexto concreto y, por mucho que el artista trate de desvincularse, permanece en mayor o menor grado sujeto a él.
A continuación, vamos a realizar un resumen práctico de cuáles son las principales corrientes artísticas de la historia del arte. Este artículo es tan sólo un esquema básico; recordemos que nada es blanco o negro y que existe una cantidad enorme de matices. Todas las culturas y todas las épocas han expresado arte de alguna manera.
Es difícil resumir en un artículo tan reducido las características esenciales de todas ellas, pero trataremos de dar una visión general que pueda resultar práctica a la hora de comprender la evolución del arte a través de la historia. Como puntualización, decir que hemos centrado el artículo en el arte occidental, puesto que es del todo imposible resumir la expresión artística universal en tan poco espacio. Esperemos que os resulte útil.
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¿Qué es una corriente artística?
Las corrientes artísticas (también conocidas como movimientos artísticos) son el conjunto de creaciones que comparten contexto y una serie de características estéticas, así como unos objetivos ideológicos determinados. Siguiendo esta definición, podríamos denominar corriente artística también al arte creado por las grandes culturas antiguas, como Egipto, Grecia o Mesopotamia.
Sin embargo, esto no es del todo correcto. En las civilizaciones antes citadas no existía otra posibilidad de creación; era la expresión genuina de la cultura en su conjunto, por lo que es un tanto arriesgado denominarlo corriente artística. Por tanto, vamos a empezar nuestro recorrido a partir de los últimos siglos de la Edad Media, cuando los diferentes movimientos culturales empiezan a seguirse rápidamente unos a otros para culminar en el mosaico de estilos que se dio en el XIX y en el XX.
1. El románico
El románico es quizá el primer estilo plenamente europeo, con unas características globales muy concretas. Y, aunque es cierto que no fue un estilo tan homogéneo como lo pudieron ser otras corrientes más tardías, como el Barroco o el Romanticismo, es cierto que en todas las latitudes de Europa comparte una serie de elementos que lo hacen ser un estilo más o menos compacto.
El románico apareció en torno a los siglos XI y XII en la Borgoña; en concreto, en la abadía de Cluny. Desde allí irradió al resto de Europa, donde cada territorio lo bañó con características propias. No podemos hacer un análisis completo de qué es el románico, pero sí podemos resumir que, arquitectónicamente, recoge elementos de construcción romanos (de ahí el nombre que se le dio en el siglo XIX) y que su base son el arco de medio punto, la bóveda de cañón y la bóveda de arista, entre otros muchos elementos constructivos.
El románico arquitectónico obedece a la necesidad de unificación de la liturgia en Europa y a la aparición de las llamadas iglesias de peregrinación, con una estructura muy concreta. En los edificios románicos, la escultura suele estar supeditada a la arquitectura, y encontramos mayor profusión de decoración escultórica en los tímpanos y en las arquivoltas de las puertas.
Por otro lado, la pintura románica bebe de los iconos bizantinos venidos de Oriente con las Cruzadas, así como de las miniaturas mozárabes. Son pinturas hieráticas, muy poco realistas, cuyo principal objetivo era transmitir un mensaje, no copiar la realidad. Por ello, en los espacios pictóricos románicos no existe la perspectiva ni el volumen, y se mezclan elementos terrenales con el cielo y el infierno, debidamente separados por franjas de vivos colores.
2. El gótico
El siguiente estilo plenamente europeo fue el gótico. Especialmente uniforme fue el llamado Gótico Internacional, que se desarrolló en el siglo XIV y recuperaba los fondos dorados bizantinos con figuras idealmente estilizadas. En el gótico, las representaciones empiezan a imbuirse de realidad, y las figuras tienden a humanizarse. Es la época de las ciudades, del bullicio del comercio, de las grandes catedrales. Las Vírgenes góticas empiezan a ser madres de verdad, muy lejanas ya de las Vírgenes Theotokos o Vírgenes del trono, hieráticas, que no interactuaban con el Niño. Por otro lado, los Crucificados, tanto pictóricos como escultóricos, se naturalizan y empiezan a mostrar el dolor.
El elemento más característico del gótico son, por supuesto, las catedrales. El lenguaje arquitectónico de estos edificios es muy novedoso; a pesar de ello, Giorgio Vasari, en el siglo XVI, calificó estas construcciones de “bárbaras” (góticas). Proliferan los arbotantes y los contrafuertes, ideados para dar estabilidad a un edificio cada vez más alto y con más oberturas (los maravillosos vitrales góticos). Importante es recordar que, de igual forma que el románico, los edificios góticos estaban totalmente policromados, hecho que materializa el gran amor que la Edad Media sentía por las tonalidades cromáticas encendidas.
3. El Renacimiento
A pesar de que en la Edad Media la cultura clásica no se olvidó, es durante la era renacentista cuando se recuperan conscientemente los preceptos clásicos, como los tratados de arquitectura del romano Vitruvio (siglo I a.C.). Es también en esta época cuando se intelectualiza al artista, que empieza a verse como algo más que un mero artesano.
El Renacimiento empieza en la Florencia de principios del siglo XV, con obras como las puertas del Baptisterio o la magnífica cúpula que Brunelleschi diseñó para la catedral, cuyo diámetro no se había conseguido desde la edificación del Panteón en el siglo I d.C. Los arquitectos buscan inspiración en las construcciones de la antigüedad, mientras que los pintores, a falta de modelos (Pompeya y Herculano todavía no se habían descubierto) se inspiran en los frescos que decoran la Domus Aurea de Nerón.
Con todo, la innovación más importante del Renacimiento fue la perspectiva matemática, codificada por Leon Battista Alberti (1404-1472) en su tratado De pictura, para el que se basó en las ideas de Brunelleschi. A partir de entonces, la pintura buscará ser una ventana abierta al mundo, donde la perspectiva se consigue a través de un único punto de fuga donde convergen todas las líneas.
4. El Barroco
En los últimos años del siglo XVI, el Renacimiento está completamente agotado y, en su lugar, aparece el Manierismo, que en pintura se caracteriza por un alargamiento y una estilización de las figuras. Pero a comienzos del siglo siguiente una nueva corriente estética empieza a adueñarse de la Europa contrarreformista: el Barroco.
Se puede decir que el Barroco es hijo de la Contrarreforma de la Iglesia Católica, que necesitaba un vehículo de expresión para su fe. El objetivo era conservar a los fieles en la Iglesia romana y evitar que emigraran al luteranismo. El lenguaje barroco es, pues, un reflejo de esta voluntad; en pintura, se promueve la emoción a través de la plasmación del sufrimiento. Se eliminan las leyendas rocambolescas de los santos, contra las que los protestantes predicaban, y se representa a las figuras sagradas con sus atributos. La religión se baja al pueblo, y aparecen personajes bíblicos en escenas cotidianas, cuyos modelos están tomados directamente de la realidad.
En arquitectura, se puede decir que el Barroco sigue siendo muy clasicista, especialmente en Francia. El palacio de Versalles es un gran ejemplo de este elegante clasicismo francés. Por otro lado, y como suele suceder en todos los estilos, cada territorio da a luz a un Barroco distinto: en las Provincias Unidas, por ejemplo, donde no existe ya la Iglesia Católica y donde los mecenas son los burgueses de las ciudades, se desarrolla una pintura intimista, cuyo máximo representante es Johannes Vermeer.
5. El rococó
Erróneamente tratado como una extensión del Barroco, el rococó es una expresión genuina de la primera mitad del siglo XVIII, el Siglo de las Luces. De la mano de los filósofos ilustrados, este estilo celebra la dulzura de la vida, la intimidad, la comodidad hogareña y todo lo bello que hay en lo cotidiano.
Es por ello por lo que los motivos rococós son motivos alegres, festivos, para nada dramáticos: escenas pastoriles, bucólicas, mascaradas, galantes, de coqueteo, etc. En una palabra: el rococó es la joie de vivre, la alegría de vivir, de las clases pudientes del Antiguo Régimen.
6. El Neoclasicismo
En muchos sentidos, el Neoclasicismo supone una ruptura con el rococó. Surgido también en Francia, como su predecesor, esta corriente estética es la expresión perfecta para la nueva República francesa: un estilo sobrio, austero, armónico y republicano. El Neoclasicismo se inspira, por supuesto, en el arte clásico. En pintura, tiene preferencia por los temas grandiosos y solemnes, que sirvan de modelo de virtud al pueblo; gran ejemplo de ello son los lienzos de Jacques-Louis David (1748-1825), el gran pintor neoclásico. Por otro lado, la arquitectura neoclásica es prácticamente una imitación de los antiguos templos griegos y romanos; solo hay que contemplar la Iglesia de la Madeleine de París para darse cuenta de ello.
El estilo Neoclásico vivió su cénit durante la época napoleónica, pues su estética romana y marcial sentaba muy bien al imperio que había creado el Gran Corso. Tras la caída de Napoleón, las formas neoclásicas se fueron quedando obsoletas y, a pesar de que su estética siguió muy viva (especialmente, en la arquitectura) durante todo el siglo XIX, en las primeras décadas del siglo ya se empezaban a vislumbrar las primeras expresiones del Romanticismo.
7. El Romanticismo
En la historia del arte es frecuente que un estilo nazca en parte como contestación al estilo anterior. Y, aunque nada es blanco o negro y existen muchos matices para esta afirmación, sí que encontramos evidencias de ello en casos como el nacimiento del Romanticismo. Mientras que el Neoclasicismo era una apoteosis de lo republicano, primero, y el imperio romano, después, con toda la disciplina que esto implica, el Romanticismo nace como reivindicación de la subjetividad humana y, por tanto, del individuo. Ya nunca más volverá a verse el arte, al menos en exclusiva, como algo supeditado al poder; es el artista el que crea, es su yo el que hace nacer la expresión artística. El auténtico creador está en contra de la Academia y todas las normas encorsetadas que estrangulan al arte.
Todas las posteriores corrientes que exaltan el individualismo creador beben del Romanticismo: los prerrafaelitas, los simbolistas, los expresionistas y, por supuesto, los surrealistas. En el caso de estos últimos, exploran hasta el límite las profundidades de la psique humana, cosa que ya hacían los románticos cien años antes al representar mundos oníricos, terribles, plagados de espectros, tumbas e imágenes fruto del delirio. Por otro lado, la corriente romántica da mucha importancia a la patria y a la nación, en tanto que está constituida por individuos que deciden, y tiende a idealizar el pasado de las naciones y convertirlo en leyenda.
8. Realismo y naturalismo
Hacia 1850, el Romanticismo empieza a caducar. Es la época del positivismo, de los avances tecnológicos, de la Segunda Revolución Industrial. En las ciudades, crecen las fábricas y se multiplican los miserables que viven en condiciones infrahumanas. Es entonces cuando el arte empieza a olvidarse de los mundos ideales pregonados por los románticos y se interesa por los problemas y los conflictos sociales.
Tanto en las artes plásticas como en la literatura, el tema recurrente es la denuncia social. Obreros famélicos que salen de las fábricas como espectros; niños desarrapados y sucios; prostitutas, mendigos, lavanderas, jóvenes sin futuro. El realismo está comprometido, pues, con la realidad social.
Más tarde, el creciente interés por la psicología hace evolucionar la corriente realista hacia el naturalismo, que lleva la objetividad y la observación al límite. El artista naturalista, que en literatura está magníficamente representado por Émile Zola (1840-1902), ve la realidad como un laboratorio de investigación, donde las criaturas actúan en base a los estímulos del medio. En este arte tan científico no hay, pues, lugar para la subjetividad, ni mucho menos para la belleza por sí misma.
9. Las corrientes del esteticismo
Como respuesta a este arte que se ha convertido en ciencia y que ignora la belleza del mundo, aparecen a finales del siglo XIX una serie de corrientes que pregonan el arte por el arte. Es el caso de la hermandad prerrafaelita, el decadentismo, el parnasianismo, el simbolismo y el Art Noveau, más conocido en países hispanos como Modernismo.
No podemos hablar aquí de todas estas corrientes, pero sí podemos apuntar lo que tienen en común: una aversión contundente al positivismo, al avance tecnológico, a las fábricas, al progreso científico en cuanto que castrador de belleza. Por tanto, todas estas corrientes esteticistas querrán volver al arte como creador exclusivo de belleza.
10. Las vanguardias
De nuevo, no podemos hablar de todas las vanguardias que proliferaron durante los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, pero intentaremos, al menos, nombrarlas. Las vanguardias oficiales aparecen a principios del siglo XX. Se considera que la primera de ellas fue el fauvismo, una corriente que valoraba el color como medio de expresión subjetiva, no como imitador de la realidad. Después de los fauvistas, que realizaron su primera exposición en 1905, las vanguardias se sucedieron tan rápidamente que algunas se solapan entre ellas: expresionismo, futurismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo…
Las vanguardias es la principal característica del arte del siglo XX. Son una serie de movimientos que van en contra de las normas establecidas, grupos de artistas con características comunes que se unen para formar una especie de escuela pictórica, usualmente con un manifiesto ideológico de base. Actualmente, vivimos una nueva era de individualidad que hace que las corrientes artísticas se desdibujen y se fragmenten en mil pedazos, por lo que casi no podemos hablar de corrientes, sino de artistas. Pero ¿es que quizá, en el fondo (y como decía Gombrich) no ha sido siempre así?