Cuando hablamos de deportes en la antigua Roma, sin duda nos vendrán a la cabeza las luchas de gladiadores o las carreras de cuadrigas. Sin embargo, los romanos tenían una gran variedad de ejercicios físicos, y no todos eran grandes espectáculos destinados a entretener al público.
En este artículo veremos cuáles eran los principales deportes que se practicaban en la antigua Roma y, sobre todo, qué significado tenían en el contexto de la sociedad romana.
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Roma, una cultura de deporte
El deporte es tan antiguo como el ser humano. Usualmente, se sitúa la antigua Grecia como el inicio del deporte como disciplina, pero deberíamos remontarnos mucho más atrás en el tiempo para encontrar el verdadero origen del deporte.
Todas, absolutamente todas las culturas han contado con alguna expresión física, ya sea como parte de un ritual religioso o, simplemente, como entretenimiento y/o fortalecimiento del cuerpo. Roma, por supuesto, no fue menos. Pero ¿cuál era el sentido del deporte en la antigua Roma?
Religión y espectáculo
Como en todas las culturas antiguas, el deporte en Roma empezó como expresión religiosa. Ya había sucedido en Grecia, pues no olvidemos que los Juegos Olímpicos y otras disciplinas deportivas griegas estaban destinadas a satisfacer a los dioses. El deporte era, pues, un sacrificio ritual que los hombres ofrecían a la divinidad.
En un principio, Roma no fue ajena a esta influencia religiosa. De hecho, las primeras manifestaciones deportivas romanas no dejan de ser, efectivamente, rituales religiosos. En su Historia del deporte, Juan Rodríguez López pone un ejemplo muy claro: cuando, en los primeros años de Roma, los soldados regresaban de sus campañas militares, se realizaban unas sonadas carreras de caballos, con el único fin de dar las gracias a los dioses. El caballo vencedor era sacrificado, y su sangre, ofrecida a la divinidad.
Este contenido religioso lo encontramos, como ya hemos apuntado, en Grecia, que tanta influencia tuvo sobre la cultura romana. Pero no debemos olvidarnos tampoco de los etruscos, el misterioso pueblo de orígenes desconocidos que ya estaba establecido en el Lacio cuando llegaron los primeros romanos.
Este pueblo practicaba varios deportes y, según Antonio J. Monroy y Gema Sáez, autores de Historia del deporte, de la Prehistoria al Renacimiento, fueron los etruscos los que trasladaron el mero gusto por el espectáculo a la cultura romana. Así, encontramos una contraposición marcada: de Grecia, los romanos adquieren el sentido sacro del deporte; de los etruscos, el entretenimiento, que derivaría en el famoso ludus romano.
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El deporte como unificador de pueblos
Si ha existido una cultura eminentemente conquistadora, esta ha sido sin duda la cultura romana. Su influencia cultural se extendió por toda el área mediterránea e incluso más allá (las islas británicas y el norte de Europa) y, obviamente, la expresión deportiva formaba parte de esta cultura.
El deporte romano se convierte, de esta forma, en un aglutinador de culturas. En todos los confines del imperio se levantan anfiteatros, circos y termas, y se globalizan los entretenimientos. Así, los espectáculos de gladiadores, las carreras de cuadrigas o las naumaquias (simulacros de batallas navales) se multiplican a lo largo y ancho del mundo romano y se convierten en una herramienta de identificación cultural.
Las termas fueron un importantísimo edificio dentro de la cultura romana (como veremos en el siguiente apartado), ya que en ellas se practicaban los deportes, digámoslo así, privados; es decir, los que no estaban destinados al entretenimiento en masa. Veámoslo a continuación.
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La práctica de deporte en las termas romanas
Es necesario quitarse de la cabeza los edificios termales romanos como un lugar solo de aseo personal. Nada más lejos de la verdad. En realidad, lo que más se acerca a las termas de la antigua Roma son nuestros gimnasios actuales: un lugar donde no solo se puede acceder a baños (piscinas), sino, también, a la práctica de deporte y a las reuniones sociales.
En las termas romanas se practicaban, efectivamente, un sinnúmero de deportes. Vamos a analizarlos uno por uno.
1. El spectaculum pugilum, o el antecedente del boxeo
Emparentado con el pancracio griego, pero, al parecer, mucho más sangriento. Los llamados spectaculum pugilum eran luchas cuerpo a cuerpo de dos hombres, que intentaban derribarse y dejarse sin conocimiento. No existían los asaltos del boxeo actual, por lo que la lucha terminaba con el desvanecimiento o con la marcha voluntaria de uno de los púgiles. El ganador era el que conseguía derribar tres veces a su oponente.
Los contrincantes salían a luchar vestidos con una especie de calzón y con las manos protegidas por los caesti, unos guantes de cuero con refuerzo metálico en los nudillos. Podemos imaginar que, con semejante elemento, la sangre y la carne desgarrada era algo habitual en este tipo de espectáculos.
Los spectaculum pugilum tenían dos vertientes: la de entretenimiento de masas y la de entrenamiento y divertimento personal. La primera se solía celebrar en el circo, en los descansos entre carreras, y la segunda tenía lugar en la palestra de las termas. Cualquier hombre que accediera al recinto podía practicar el pugilum con otro; generalmente, esta segunda modalidad más privada no era tan violenta como la que se desarrollaba en los circos, ya que su única pretensión, además de divertirse, era ejercitar el cuerpo.
2. La lucta o lucha
Parecida a la modalidad anterior, pero con la diferencia de que en la lucha estaban permitidas las zancadillas. De la misma forma que el pugilum, el vencedor era quien conseguía que el oponente tocara tres veces el suelo con cualquier parte del cuerpo.
3. El quinquertium
Esta modalidad deportiva combinaba distintos ejercicios: lanzamiento de disco o jabalina, saltos, carreras y luchas.
De herencia griega (como la gran mayoría de deportes romanos), el lanzamiento de disco o jabalina era muy habitual en las palestras de las termas. Al practicante se le permitían tres intentos, en los que debía lanzar el objeto lo más lejos posible. Igualmente populares eran las carreras y los saltos que, al no necesitar ningún objeto en especial, se podían practicar incluso en casa, si se disponía de espacio suficiente.
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4. Los juegos de pelota: el harpastum y el trigon
En el ámbito más restringido de las termas, los juegos de pelota gozaron de gran popularidad, ya que permitían no solo ejercitarse, sino también divertirse con los amigos. Los más populares eran el harpastum y el trigon:
El harpastum
Sorprendentemente parecido al futbol americano actual, el harpastum tenía un número de jugadores comprendido entre los cinco y los doce, divididos en dos equipos. Los jugadores debían pasar la pelota a los miembros de su equipo y evitar que fuera secuestrada por los del equipo contrario. Se jugaba con la harpasta, una pelota rellena de arena.
El trigon
Esta modalidad de juego de pelota solo contaba con tres jugadores, situados en cada uno de los vértices de un triángulo. Las reglas eran sencillas: los jugadores debían pasarse la pelota unos a otros. En esta ocasión, la pelota estaba fabricada con materiales muy duros y pesados para evitar que botara.
5. La natación
Las termas romanas estaban equipadas con las natatio o piscinas, que se encontraban, generalmente, al aire libre. Estas piscinas permitían que los usuarios tonificaran el cuerpo mediante la natación y, de paso, se refrescaran en épocas de calor. La arqueología ha dejado testimonio de piscinas romanas impresionantes que nada tienen que envidiar a nuestras piscinas actuales.
Los deportes-espectáculo
Hasta ahora hemos descrito los deportes que se ejercitaban en la intimidad de las termas. Pero ¿qué hay de los que se practicaban bajo la atenta (y, a menudo, despiadada) mirada del público?
1. Las luchas de gladiadores
Probablemente, por su extrema violencia, este tipo de espectáculos nos parece de todo menos deporte. Pero los combates de gladiadores eran uno de los entretenimientos más populares en el mundo romano, y no podemos realizar un recorrido por las manifestaciones lúdicas y deportivas romanas sin mencionarlos.
Los gladiadores eran esclavos que habían sido entrenados con este fin. Eran tremendamente populares, y el público los veneraba como si fueran las estrellas de rock de la época. Los gladiadores más osados y con mejor figura se convertían, de este modo, en todo un símbolo sexual.
Los combates se realizaban en el anfiteatro y solían ser cuerpo a cuerpo entre dos gladiadores, aunque también era usual que se enfrentaran varios grupos. Era el espectáculo estrella de los juegos romanos, quizá solo superado en expectación por las naumaquias o batallas navales.
2. Las naumaquias o batalles navales
Debido a la dificultad que conllevaba organizarlas, tanto logística como económicamente, eran relativamente escasas, pero cuando se ofrecían, batían todos los récords de audiencia. Se trataba de recreaciones de batalles navales, para las que se llenaba el anfiteatro de agua y se introducían barcos reales. Era un espectáculo colosal que, como la mayoría de espectáculos romanos destinados a la gran masa, solía acabar en un baño de sangre.
3. Las venationes
Esta modalidad de divertimento romano se basaba en la exhibición de animales, generalmente exóticos. A un público que nunca salía de su ciudad le parecía asombroso contemplar un elefante, un león o un tigre. Generalmente, la exhibición se acompañaba de luchas entre animales, o incluso entre hombres y animales.
¿Y las mujeres?
En este punto, es lógico que nos surja una pregunta. ¿Podían las mujeres romanas acceder a los deportes? La respuesta es sí.
Las termas estaban destinadas tanto a hombres como a mujeres. Ambos sexos compartían instalaciones, y esto, claro está, en una sociedad tan puritana como la romana, desataba multitud de críticas en los sectores más conservadores. Aun así, esta es una realidad que siguió existiendo hasta bien entrado el imperio.
Las mujeres practicaban deportes en la palestra, ataviadas con una especie de bikini, tal y como muestra el famoso mosaico de la Villa del Casale, en Sicilia.
En él, observamos a unas cuantas mujeres realizando varios deportes: levantamiento de pesas, lanzamiento de disco, carreras y juegos de pelota, lo que prueba que, en la práctica, las mujeres accedían al mismo tipo de deportes que los hombres.
Por supuesto, entre las clases altas no estaba bien visto que una mujer se dejara caer por las termas. De hecho, en ellas abundaban las prostitutas, que iban a buscar clientes entre los deportistas. En algunas termas era usual encontrar un prostíbulo, como demuestran los restos de las termas de Pompeya.
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