No es la única esfinge que nos ha dejado la civilización egipcia, pero sí la más espectacular. La Esfinge de Giza se yergue majestuosa a 450 metros de la gran pirámide; sus ojos se dirigen al este, alineados con asombrosa precisión al eje este-oeste del templo que está frente a ella y que, durante los equinoccios, apuntan a la puesta de sol.
Desde el suelo hasta la punta de su cabeza mide 20 metros, y desde las patas delanteras hasta el inicio de su cola (que mantiene plegada a un costado) tiene una longitud de 70,5 metros. Un titán colosal que parece guardar el sueño eterno de las pirámides que se levantan a su lado.
Pero, a pesar de su indiscutible belleza, la Esfinge de Giza todavía levanta muchos interrogantes. ¿Cuándo se edificó, y por quién? ¿De quién es el misterioso rostro cubierto por el nemes real? ¿Por qué su cuerpo se mantuvo enterrado en las arenas del desierto, ya desde la antigüedad? ¿Qué significa? Acompáñanos a descubrir los secretos de esta enigmática construcción egipcia.
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La esfinge de Giza: ¿un monumento más antiguo que Egipto?
Tradicionalmente, los expertos han fechado la construcción de la Esfinge de Giza durante la IV dinastía, alrededor del año 2.500 a.C. Sin embargo, otras investigaciones apuntan a unos resultados muy diferentes, pues barajan la posibilidad de que la esfinge fuera levantada nada menos que hace 10.500 años.
Si esto fuera verdad, estaríamos ante dos posibilidades: o bien la civilización egipcia es mucho más antigua de lo que se cree, o la esfinge es el producto de una civilización anterior. De hecho, durante el siglo XX empezaron a proliferar teorías pseudocientíficas que aseguraban que había sido levantada nada menos que por los atlantes, la mítica civilización perdida de la que hablan los textos antiguos.
La creencia, que no tiene ninguna base científica, caló hondo en algunos “expertos”; entre ellos, Edgar Cayce (1877-1945), un supuesto visionario y médium estadounidense que defendía la teoría atlante allá por la década de 1930. En sus últimos años, Cayce aseguró que antes de que el milenio terminara se encontraría finalmente la sala con los “archivos secretos” de los atlantes, justo debajo de la Esfinge de Giza. Y, aunque parezca mentira, algunos exploradores y aventureros creyeron en su teoría. Rondha James (seudónimo de Marjorie Hansen) y su hermana emprendieron un viaje entusiasta hacia Giza para hallar de una vez por todas ese archivo secreto. Como era de esperar, no encontraron nada.
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Restos de erosión en la esfinge egipcia
Sin embargo, algo de realidad había en todas estas teorías. Y es que existían evidencias de que el cuerpo de la esfinge había estado erosionado por agua, lo que conectaba con la hipótesis de que había sido edificada con anterioridad al año 10.000 a.C. Se sabe que, justo en aquella época, Egipto sufrió una serie de inundaciones, lo que constituye una de las poquísimas explicaciones para semejante erosión, puesto que en Egipto apenas llueve. Esta es al menos la teoría sostenida por el egiptólogo alemán Schwaller de Lubicz (1887-1961), que estuvo excavando en la zona entre los años 1937 y 1952.
Pero la hipótesis de la antigüedad tan remota de la esfinge ha sido puesta en duda por numerosos especialistas. De hecho, la erosión de la esfinge podría estar motivada, simplemente, por la lluvia, ya que, a pesar de que en Egipto las precipitaciones son escasas, sí que se dan esporádicamente de forma torrencial.
La esfinge no muestra solamente signos de erosión por el agua. La piedra caliza usada para su edificación tiene diferentes calidades dependiendo del nivel; por ejemplo, la roca del cuerpo de la esfinge es más endeble que la cabeza, construida con una piedra mucho más dura y resistente. Sin embargo, tanto uno como otra muestran evidentes signos de deterioro a causa de los vientos y el roce constante de la arena del desierto, lo que indica que, a pesar de haber permanecido semienterrada durante milenios (ya en época de Heródoto, el viajero griego, sólo su cabeza sobresalía de la arena) la porosidad de la piedra caliza usada no contribuyó a su conservación.
Guardiana y protectora de los egipcios
Las esfinges no son para nada inusuales en la cultura del antiguo Egipto. A lo largo de la tierra del Nilo encontramos muchas de estas criaturas, pues tenían una función protectora que era muy valorada por los egipcios. La primera que se conoce data del III milenio a.C. y corresponde también a la IV dinastía. Fue hallada en Abu Rawash, el complejo funerario del faraón Dyedefre, el sucesor de Keops. Sin embargo, es en el Imperio Medio cuando empieza a encontrarse una mayor profusión de esfinges a lo largo y ancho de Egipto, siempre como guardianas y protectoras, lo que las diferencia de las esfinges de la cultura griega, consideradas portadoras de malos augurios.
Otra de las diferencias existentes entre las esfinges griegas y las egipcias es que, mientras que las primeras suelen estar erguidas y tienen busto de mujer, las esfinges egipcias están tumbadas y presenten cuerpo de león y cabeza de hombre. La de Giza no es una excepción; por cierto, las gigantescas formas leoninas de su cuerpo son mucho mayores, en proporción, que su cabeza, considerada por muchos como “demasiado pequeña”.
La identidad del enigmático rostro es fuente de discusión entre los especialistas. Existen dos teorías al respecto; la primera, que podría estar representando al faraón Kefrén, hipótesis que parece demostrarse por la cercanía del templo de este faraón. La segunda fue lanzada por el egiptólogo alemán Rainer Stadelman (1933-2019), y defendía que el rostro sería una representación de Keops, un faraón anterior a Kefrén.
Según este especialista, la desviación que puede observarse en la calzada que conduce a la pirámide de Kefrén habría sido un giro constructivo obligado para esquivar a la esfinge, que ya estaría construida en la época de este faraón. Keops habría hecho levantar su imagen como león guardián, un recurso muy utilizado en el antiguo Egipto, donde el faraón era revestido de la función de guía y protector de su pueblo.
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¿Y la nariz de la esfinge?
Cubriendo el rostro del faraón podemos observar el nemes, el tocado real que portaban los gobernantes de Egipto. Se sabe que la esfinge estuvo policromada porque se han hallado restos de pintura azul y amarilla en él, así como vestigios de pigmento rojo en la cara y el cuerpo. Sobre el nemes se alza el ureus, la cobra que simbolizaba a la diosa-cobra Uadyet, la protectora del Bajo Egipto y del faraón.
Pero si algo destaca en el rostro de la esfinge es la ausencia de nariz. Sobre esto han corrido muchos ríos de tinta; hasta no hace mucho persistía la leyenda de que fueron los cañones de las tropas napoleónicas los que hicieron saltar el apéndice durante la campaña egipcia de 1799 (en la que, por cierto, se descubrió la famosa piedra Rosetta).
La historia de Napoleón y sus soldados haciendo volar la nariz de la esfinge es sólo un mito, pero hoy en día los historiadores todavía tienen dudas sobre qué sucedió. Una de las teorías más aceptadas es la que sitúa la mutilación en el siglo XIV, durante la dominación árabe. Parece ser que los campesinos del lugar entregaban ofrendas a la esfinge, subyugados por su majestuosidad. Muhammad Sa’im al-Dahr, un viajante sufí, interpretó el hecho como una flagrante idolatría y, lleno de cólera, destrozó la nariz. Al menos, así lo recoge el historiador árabe Al-Magrizi en el siglo XV.
La esfinge de Giza sigue siendo un misterio,a tanto o más de lo que era para sus contemporáneos. Los antiguos egipcios la llamaban shesep-anj, “imagen viviente”. Más tarde, los pobladores árabes la conocieron como Abu-el-Hol, “Padre del Terror”. Y es que, ya sea admiración o respeto, la esfinge de Giza no deja nunca indiferente al viajero que quiera acercarse a conocerla.
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