África es la cuna de la humanidad, el lugar donde los primeros homínidos evolucionaron y desde el que partieron especies como la nuestra, Homo sapiens, para colonizar el resto del mundo. Una tierra de gran riqueza e historia que sin embargo hoy en día es la que tiene mayores niveles de pobreza y hambre en el mundo.
Son muchos los países que forman parte de dicho continente, muchas las tribus y muchas las historias que todas ellas han ido contando desde la antigüedad para explicarse su mundo. Es por ello que a lo largo de este artículo veremos dicha riqueza cultural, haciendo una pequeña selección de diez mitos y leyendas africanas de distintas regiones y tribus.
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Una decena de grandes leyendas africanas
A continuación os dejamos con una serie de diez de los cuentos, mitos y leyendas que podemos encontrar a lo largo de la extensa geografía africana, muchos de ellos referentes a elementos de la naturaleza, los astros y elementos geográficos.
1. La creación del mundo
Casi todas las culturas de la tierra han imaginado en alguna ocasión alguna posible explicación en base a sus creencias que intenta dar sentido a cómo apareció el mundo. Las diferentes culturas presentes en África no son la excepción. De hecho, existen muchas leyendas que distintas tribus y culturas locales han ido elaborando al respecto, de entre las cuales en este artículo vamos a ver una: la de los Boshongo.
Cuenta la leyenda que al principio solo existía la oscuridad y el agua, además del dios creador Bumba. Este último se hallaba en la más estricta soledad. Un día el dios notó un gran dolor en su estómago y bastantes náuseas, tras lo cual vomitó. Dicho vómito era el Sol, y de él surgió la luz. Asimismo de su calor surgieron áreas de tierra seca. El gran Bumba volvió a sufrir náuseas, expulsando en esta ocasión la luna y las estrellas. En un tercer malestar vomitó al leopardo, el cocodrilo, el rayo, la garza, el cabrito, el escarabajo, la tortuga, el águila, el pez y el ser humano.
Tras ello, los dioses hijos de Bumba y de él nacidos se comprometieron a acabar la obra de su padre, ayudando a formar el resto de las cosas del universo. Únicamente el rayo resultó problemático y errático, algo que hizo que la deidad decidiera encerrarlo y enviarlo al cielo. Dado que su falta dejó al ser humano sin poder hacer fuego, el propio dios enseñó a la humanidad a generarlo mediante el uso de la madera.
2. La aparición del hombre a manos de Mukulu
El ser humano se ha preguntado a menudo cómo ha aparecido el mundo en el que vive, pero también se ha preguntado más específicamente cómo ha llegado él a este. En este sentido existen leyendas que hablan de forma más concreta respecto a su creación, de una forma que nos recuerda de hecho en algún sentido a nuestra evolución. Es el caso del mito o leyenda de Muluku, dios de los Makua y los Banayi, y la creación del hombre.
Dice la leyenda que el gran dios Muluku, tras crear el mundo, decidió crear a una especie que pudiera disfrutar y cuidar de su obra. La deidad cavó dos agujeros en la tierra, de la cual terminaría por nacer el primer hombre y la primera mujer. Siendo también Muluku un dios de la agricultura, les enseñó a cultivar y cuidar los campos con el fin de que pudieran alimentarse y vivir independientes. Pero aunque inicialmente siguieron las indicaciones del dios, la pareja terminó por ignorarlas y abandonar el cuidado del mundo.
Poco a poco las plantas fueron muriendo, hasta el punto de que los campos se volvieron desiertos. Pensativo, el dios llamó a una pareja de monos y les dió los mismos conocimientos. Mientras que la primera pareja de humanos se había dedicado a perder el tiempo, los simios se dedicaron a cuidar y construir una casa y un campo sembrado.
Ante esto el dios tomó una decisión: quitar la cola a los monos para ponersela a la pareja, que se transformarían en simios. A su vez los monos, ahora sin cola, se tornarían humanos. Y es de estos últimos de quienes el resto de la humanidad somos descendientes.
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3. La leyenda del lago Antañavo
Una tercera leyenda africana, en esta ocasión de los antiguos Antankarana de Madagascar, nos habla de cómo hizo aparición uno de los lagos de su región, el Antañavo, el cual es considerado sagrado y cuyas aguas no deben tocarse jamás con el cuerpo.
Dice la leyenda que en un principio el lago Antañavo no existía, sino que en su lugar había un próspero poblado. En dicho lugar vivía una pareja la cual hacía pocos meses había tenido un bebé. Un día, al caer la noche el bebé rompió a llorar desconsoladamente. Su madre intentó calmarlo por todos los medios, pero nada tenía efecto. Finalmente decidió salir a pasear con el niño, llegando hasta un árbol bajo el cual las mujeres molían arroz durante el día. Una vez sentados y bajo la brisa de la noche, el bebé se calmó y se durmió.
La mujer trató de volver a casa con el niño, pero en el trayecto el pequeño rompió de nuevo a llorar. La madre volvió al mismo lugar de antes, bajo el árbol, y de nuevo su hijo volvió a tranquilizarse. Al intentar volver a casa de nuevo, se repitió la misma situación. Y ello ocurrió varias veces más. Finalmente la joven madre, cansada, tomó la decisión de dormir bajo el árbol. Pero justo cuando se disponía a hacerlo de golpe todo el poblado desapareció, hundiéndose en las aguas todo el terreno hasta donde estaban la madre y su bebé.
Tras ello la madre corrió a contar lo sucedido a los pueblos vecinos, los cuales empezaron a considerar el lugar como sagrado. Dicen que los cocodrilos que pueblan el lago Antañavo son las almas de los antiguos habitantes del poblado.
4. La leyenda de Seetetelané
Otra historia tradicional africana es la de Seetetelané, la cual es un pequeño cuento que nos ofrece una moraleja que indica la necesidad de respetar a los demás y las contribuciones que hacen a nuestra vida. También es un aviso para evitar la embriaguez y de cara a evitar no echar por lo borda toda lo que hemos conseguido por mera arrogancia.
Érase una vez un hombre de gran pobreza que tenía que cazar ratones para sobrevivir y que carecía prácticamente de todo, siendo sus ropas tejidas a partir de la piel de los animales que cazaba y pasando a menudo frío y hambre. No tenía tampoco familia ni pareja, y pasaba su tiempo cazando o bebiendo.
Un día, mientras cazaba ratones, encontró un enorme huevo de avestruz que pensó en comerse más adelante. Lo llevó a su casa y lo escondió allí antes de volver a buscar más comida. Cuando volvió, tras haber conseguido solo dos roedores, se encontró con algo verdaderamente inesperado: tenía una mesa puesta y preparada con carne de cordero y pan. El hombre, viendo las viandas, se preguntó si se habría casado sin saberlo.
En ese momento del huevo de avestruz salió una hermosa mujer, que se presentó como Seetetelané. La mujer le indicó que permanecería con él como su esposa, pero le advirtió que jamás la llamara hija del huevo de avestruz o se desvanecería para no volver jamás. El cazador prometió no volver a beber para evitar llamarla jamás de ese modo.
Pasaron los días juntos y felices, hasta que un día la mujer le preguntó si le gustaría ser jefe de tribu y poseer toda clase de riquezas, esclavos y animales. El cazador le preguntó si podía proporcionárselos, a lo que Seetetelané rió y con un golpe de su pié abrió el suelo, saliendo de él una gran caravana con todo tipo de bienes, servidores, esclavos y animales.
Además, la mujer le hizo ver que se había vuelto joven que sus ropas eran cálidas y valiosas. También la casa se había transformado en otra, pasando de ser una choza a un hogar de piedra repleta de pieles.
Pasó el tiempo y el cazador hizo de líder para los suyos durante un tiempo, hasta que en una celebración el hombre empezó a beber. Debido a ello empezó a comportarse de manera agresiva, a lo que Seetetelané intentó calmarlo. Pero este la empujó y la insultó, llamándola hija de un huevo de avestruz.
Esa misma noche, el cazador sintió frío, y al despertar vio que ya no quedaba nada más que su antigua choza. Ya no era líder, no tenía animales ni sirvientes, ni sus ropas eran cálidas. Y ya no tenía a Seetetelané. El hombre se arrepintió de lo que había hecho y dicho. Unos pocos días más tarde, en parte debido a que se había acostumbrado a un nivel de vida mejor, el hombre enfermó y murió.
5. La leyenda del árbol de la historia
Algunas de las leyendas africanas nos cuentan sucesos como desapariciones, atribuidas en alguna ocasión a viajes en el tiempo. Un ejemplo lo tenemos en Tanzania, donde los Chagga cuentan la leyenda del árbol de la historia.
Cuenta la leyenda que una vez una joven partió junto a sus amigos con el fin de recoger hierbas. Intentando acceder a un área donde parecía haber en gran cantidad, la muchacha cayó en una zona llena de barro, en la cual terminó por hundirse por completo a pesar de los intentos de sus compañeros por sacarla de allí. Tras ello, estos corrieron a la aldea con el fin de llevarles la noticia a los padres.
Estos, desesperados, pidieron ayuda al resto del pueblo, acudiendo todos al lugar donde la joven había desaparecido. Allí siguieron la recomendación de un sabio anciano el cual recomendó que sacrificaran a una oveja y a una vaca. Ello tuvo como resultado que todos pudieran oír la voz de la muchacha, cada vez más lejana, hasta que dejaron de poder escucharla.
Tiempo después, en ese mismo lugar empezaría a crecer un árbol de gran tamaño, el cual era usado a menudo por los cuidadores de ganado para protegerse del calor del Sol. A ese mismo árbol subieron dos jóvenes un día, los cuales antes de desaparecer gritaron a sus compañeros que les llevaba a un mundo anterior al presente. Es por ello que el árbol se conoce como Árbol de la Historia.
6. La leyenda sobre Anansi y la expansión de la sabiduría
El saber y la experiencia han sido en la mayoría de culturas elementos profundamente respetados y que se vinculan al liderazgo y al respeto, además de a saber qué hacer en momentos de necesidad. En este sentido existe un personaje de leyenda llamado Anansi, el cual es el responsable de que la sabiduría forma parte de todo el mundo y que nadie la tenga en su propiedad al completo.
Dice la leyenda que había una vez un sabio en forma de araña el cual observó que la humanidad era cuanto menos irresponsable y cruel. Viendo esto, el sabio tomó la decisión de reunir toda la sabiduría en una única jarra y guardarla en un lugar seguro. Para ello decidió encerrar este saber en la copa del árbol más alto del mundo. Sin embargo, la escalada se hacía muy dificultosa al tener el ser que aguantar la jarra a la par que avanzar por el árbol.
Anansi estaba cada vez más frustrado, no pudiendo subir por el árbol con la jarra en la cabeza ya que le estorbaba. Sin embargo su hijo, viendo su situación, le preguntó porqué no lo llevaba atada en la espalda. Anansi se dió cuenta de que su hijo tenía razón, y con la sorpresa de encontrar más sabiduría de la que había acumulado dejó caer la jarra. Esta se estrelló y se rompió contra el suelo, desde el que una tormenta la extendió al resto del mundo.
La sabiduría se esparció pues por todo el mundo, llegando a toda la humanidad. Es por ello que nadie es capaz de tener una sabiduría absoluta pero todos nosotros tenemos capacidades para reconocerla y ejercerla.
7. La leyenda Ayana y el espíritu del árbol
Las personas que se nos han ido han sido y son de gran importancia en nuestra vida, marcándonos duramente. Algunas culturas establecen la posibilidad de contactar con aquellas personas que ya han fallecido, Un ejemplo de ello lo encontramos en la leyenda de Ayana y el espíritu del árbol.
Dice la leyenda que había una vez una joven niña de nombre Ayana que había perdido a su madre, y que pese a ser dulce y buena únicamente tenía como compañía a un padre ausente a una madrastra acosadora. La niña acudía todos los días al cementerio a hablar a con su madre, a la cual oía suavemente. Un día, al lado de la tumba de su madre vio un pequeño árbol, que con el paso del tiempo fue creciendo hasta dar frutos. La voz de su madre sonó en aquel momento, indicando que se los comiera.
La joven disfrutó del sabor, y decidió llevarles algunos a su padre y madrastra. Esta última le exigió saber de dónde había sacado el fruto, ya que lo deseaba para sí. Ayana la llevó, pero el árbol alejaba sus ramas de la mujer y solo permitía que la niña lo tocara. Ello hizo que la madrastra ordenara a su marido cortar el árbol.
Tras ello la niña siguió volviendo a ver la tumba de su madre, de la cual otro día vio crecer una calabaza de impresionante sabor. Esta poseía un néctar que recordaba a Ayana el afecto de su progenitora. Pero un día la madrastra la vio y la siguió, y tras probar el néctar y comprender porqué los últimos días la niña estaba tan feliz decidió destruirla.
Otro día y una vez había descubierto la destrucción de la calabaza, Ayana descubrió la presencia de un riachuelo de características semejantes. En esta ocasión la madrastra tapó con tierra el río. La niña decidió alejarse a partir de entonces de la tumba, por miedo de que la madrastra llegara a destruirla.
Pasaron los años y la niña se hizo mujer, de la cual se enamoró otro joven al cual ella correspondía. Sin embargo la madrastra le exigió al joven que demostrara ser digno de Ayana, para lo que le mandó cazar doce búfalos.
Ayana le contó la historia a su novio, el cual decidió ir a ver al árbol, y allí tras ver los restos del árbol cortado. Le pidió permiso a la madre de Araya para casarse, algo que le fue concedido y que el joven notó como una sensación de beneplácito y bienestar al coger la madera: el beneplácito de la madre de su futura esposa.
De la madera del árbol el joven hizo un arco, el cual le ayudó a abatir a los doce animales. Así, Araya y su marido pudieron llegar a casarse independientemente de la opinión de la madrastra.
8. La leyenda del baobab
La soberbia y la arrogancia es una cualidad que puede salir cara, y ello es cierto también en la mentalidad de algunos pueblos africanos. Es por ello que existe una leyenda africana que hace referencia a los efectos de la arrogancia y que da explicación a la forma de uno de los árboles africanos más famosos: el baobab.
Dice la leyenda que el árbol baobab era considerado el más hermoso del planeta, hasta el punto de que todos los seres lo admiraban. Incluso los dioses se maravillaban ante su belleza, tanto que hasta le dieron una enorme esperanza de vida.
Con el paso de los tiempos, el árbol fue creciendo cada vez más y más orgulloso de sí mismo, tapando la luz del sol para otros árboles y seres. Decía que a no tardar se pondría a la altura de los propios dioses. Estos, una vez las ramas del árbol estuvieron ya cerca de su hogar, se enfurecieron ante la vanidad y arrogancia del vegetal. Furiosos, condenaron al árbol a crecer a la inversa: su flor crecería bajo tierra, mientras que solo sus raíces darían al aire. Es por ello que ahora estos árboles tienen un aspecto tan especial y anómalo en comparación al resto.
9. El origen de la muerte
No solo existen leyendas vinculadas a la vida y a la creación, sino que los pueblos africanos también tienen leyendas relacionadas con la destrucción y la muerte. Un ejemplo de ellas lo encontramos en la siguiente leyenda zulú.
Dice la leyenda que tras la creación del hombre, este desconocía si su vida iba o no a tener fin. La deidad creadora Unkulunkulo decidió en un principio otorgarle la inmortalidad. Para llevarle la noticia al hombre envió al gran camaleón Unawabu, el cual llevaba la noticia de que la humanidad no moriría. Sin embargo este ser, en su camino, se paró a comer y empezó a tardar más de lo esperado en hacer entrega del mensaje.
La deidad esperaba que el ser humano le agradeciera el don de la inmortalidad que acababa de darles, pero al no haber recibido aún el mensaje los humanos no hicieron nada. No sabiendo que la causa era el desconocimiento y pensando que la humanidad era desagradecida, el dios cambió de opinión: a partir de entonces el ser humano sería mortal y acabaría por morir. Envió al lagarto Intulo a llevar el mensaje, el cual actuó raudo a cumplir su misión. Es por ello por lo que somos mortales y estamos destinados a morir.
10. La leyenda de Bamako
La última de las leyendas africanas aquí explicadas va a ir dirigida a la leyenda que nos explica el origen de la Luna.
Dice la leyenda que en el inicio de los tiempos la Tierra estaba acompañada tan solo por el Sol, el cual cuando se ocultaba dejaba el mundo en la oscuridad más absoluta, algo que favorecía el pillaje. Un día, en la aldea donde vivía la hermosa y gentil Bamako, se produjo un ataque en su aldea durante la noche aprovechando la oscuridad.
Los aldeanos intentaban defenderse, pero no veían y poco a poco empezaron a caer en los sucesivos ataques. Bamako estaba profundamente preocupada por esta situación.
Un día, el dios N’Togini se le apareció en sueños. Le indicó a Bamako que su hijo Djambé estaba enamorado de ella desde hacía tiempo, y le prometió que si aceptaba casarse con él este la llevaría al cielo y ella podría iluminar la noche para evitar ataques como el sucedido. La mujer aceptó y pidió instrucciones. El dios le indicó que al atardecer debía subir a la roca más grande que había junto al río y lanzarse a éste, además de asegurarle que no debía tener dado que su futuro marido estaría allí para elevarla a los cielos.
Bamako cumplió su cometido, y tal y como se le había prometido su marido, el Sol, la elevó en los cielos junto a él y la transformaría en la Luna. Gracias a ella los habitantes del pueblo fueron capaces de luchar y derrotar a sus atacantes