Cuando el ser humano levanta la vista al cielo, no puede hacer más que sobrecogerse. El universo es todo: un lugar donde vivimos, la nada, la inmensidad, lo incomprensible y la vida.
La vía láctea, la galaxia donde se encuentra el sistema solar (y a su vez la Tierra) posee una masa de 10 elevado a 12 soles, con miles de millones de estrellas similares al propio Sol que nos da la vida. Si esto te parece inconcebible, imagínate si tenemos en cuenta que se estima la existencia de dos billones de galaxias en todo el universo.
Por antropocentrista que sea el pensamiento del ser humano, (casi) todos estamos de acuerdo en que la probabilidad de que seamos la única forma viviente y pensante en el universo es muy baja, ya que este término engloba la totalidad de todas las formas de materia, energía, espacio-tiempo (lo que ves y concibes y lo que no). Ante un todo tan vasto e inabarcable, por estadística debe existir alguna otra entidad viva, ¿verdad?
Ya ni siquiera hablamos de extraterrestres con formas humanas, sino un ente microscópico acelular, un concepto, un “algo” etéreo que pueda llegar a clasificarse como un sistema abierto pero autorregulado (tal y como es la célula), aunque nosotros no seamos capaces de entenderlo. Con base en estas premisas tan filosóficas como biológicas, te exponemos todo lo que debes saber sobre la paradoja de Fermi, ya que no todos los pensadores piensan lo mismo con respecto a la existencia de vida inteligente más allá de la Tierra.
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¿Cuál es la paradoja de Fermi?
La premisa de esta paradoja es muy simple: si existiera vida inteligente más allá de nuestro planeta, ya habríamos observado indicios de ella a lo largo de nuestra historia evolutiva.
Basándonos únicamente en escala y probabilidad, no cabe duda de que deberían existir especies o entes inteligentes fuera de la Tierra, pero el hecho de que la interacción con entidades biológicas externas haya sido nula nos indica lo contrario. Cualquier signo: un fragmento de una construcción, partes de un vehículo espacial, una señal comunicativa, huellas, materia orgánica o indicios biológicos habrían sido suficiente para tirar la paradoja de Fermi por tierra.
Curiosamente, tal y como indican estudios versados en la materia, la paradoja de Fermi ni fue acuñada por el físico Enrico Fermi (creador del primer reactor nuclear) ni es una paradoja en sí misma. Fermi llegó a postular preguntas cómo “¿Dónde están todos?”, pero la primera ideación de este pensamiento llegó de la mano de Michael Hart, que postulaba que el viaje interestelar y la colonización de planetas habría sido inevitable en este punto si de verdad existiesen formas de vida inteligentes. Dicho de otro modo: “No están aquí, y por ello, no existen”.
Esta es una contradicción aparente muy clara. A continuación, te presentamos una serie de datos que ponen en perspectiva el pensamiento:
- Hay miles de millones de estrellas similares al Sol en la vía láctea. En teoría, por estadística y escala debería existir vida en alguna de ellas.
- Muchas de estas estrellas (y por ende, sus planetas) son mucho más viejas que el Sol. Si concebimos la Tierra como un planeta tipo, otros tantos deberían haber desarrollado vida inteligente hace mucho tiempo.
- Debido a la antigüedad de muchos de estos cuerpos, la vida inteligente que habita en ellos habría tenido tiempo más que suficiente para desarrollar viajes interestelares.
- A pesar de la lentitud del estudio de los viajes interestelares de la Tierra, se estima que la vía láctea entera podría ser recorrida en unos pocos millones de años.
- Debido a que muchas estrellas tienen miles de millones de años de antigüedad, por estadística, la Tierra ya debería haber sido visitada.
- A pesar de estas postulaciones, nuestro planeta no ha tenido ningún contacto con vida extraterrestre. Tampoco hay evidencia de colonización en otros planetas observados.
La cosa se pone más interesante aún si sabemos que, aunque el 99% de las civilizaciones inteligentes se hubiesen autoaniquilado, la ausencia de interacción con el ser humano o el resto de los planetas sigue sin explicarse. La idea, de nuevo, es clara: no están aquí, y por ello no existen.
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La ecuación de Drake
La ecuación de Drake, postulada por el astrónomo estadounidense que le da nombre, trata de estimar la cantidad de civilizaciones presentes en nuestra galaxia mediante procesos matemáticos. La ecuación es la siguiente:
Dicho de forma sencilla, esta operación tiene en cuenta el ratio de formación de estrellas, el número de las mismas que tienen planetas orbitando a su alrededor, la fracción planetas que podrían haber desarrollado vida, la fracción de planetas que podrían haber desarrollado vida inteligente, el porcentaje de estas “comunidades” capaces de emitir señales detectables en el espacio y el intervalo temporal durante el cual podrían haberse emitido estas señales.
Con todos estos parámetros en mente, Drake postula que deberían existir 10 civilizaciones detectables en la Vía Láctea, que recordamos que tiene una masa calculada de 10 elevado a 12 soles. De todas formas, otros profesionales no son tan “generosos”, pues otras estimaciones usando la misma fórmula calculan 0,000000067 o menos, dependiendo de los parámetros utilizados.
En contra de la ecuación de Drake, se puede argumentar que esta fórmula no tiene en cuenta aquella fracción de planetas con elementos químicos propicios para la vida, como el agua o el carbono, así como la presencia de una ecosfera estable y durable en el tiempo. Si bien es cierto que todos estos parámetros solo se aplican a la vida presente en nuestro planeta, no tenemos otros, ya que este es el único concepto de existencia que podemos imaginar.
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Explicaciones científicas a la paradoja de Fermi
La paradoja de Fermi se basa en la ecuación de Drake para defender la no-existencia de vida inteligente en el universo. Si matemáticamente hay un total de 10 civilizaciones emitiendo señales por la Vía Láctea, está claro que tendríamos que haberlas detectado. Todo esto se cimenta más aún si tenemos en mente que la Tierra es un planeta típico (principio de la mediocridad). Si ha surgido vida en un lugar donde las características iniciales no se alejaban de la media, entonces puede haber surgido en miles más.
El mayor agujero conceptual de todas estas postulaciones es que la ecuación de Drake utiliza estimaciones puntuales (Point estimates), o lo que es lo mismo, la utilización de datos recogidos para dar lugar a la conjetura más fiable en torno a un valor completo. Estas estimaciones dan por hecho que tenemos conocimiento absoluto de parámetros imposibles de comprender a gran escala, como la probabilidad de aparición de vida o el número potencial de sociedades inteligentes.
Seamos sinceros: hasta en la propia comunidad científica es difícil estimar qué es la inteligencia como tal, imagina el rompecabezas que debe ser aplicar este concepto tan etéreo a una entidad viva que quizá ni siquiera se rige por los mismos parámetros que nosotros. Cuando tenemos en cuenta la incertidumbre realista, reemplazando las estimaciones puntuales por distribuciones de probabilidad que reflejan el conocimiento científico actual, el panorama observado es mucho más diferente.
La brillante publicación científica Dissolving the Fermi Paradox (publicada en el año 2018 en el portal Researchgate) hace esto mismo, y nos presenta datos que chocan de forma directa con la paradoja de Fermi. Teniendo en cuenta el conocimiento científico real, se puede llegar a calcular que la probabilidad de que estemos solos en la Vía Láctea oscila entre el 53 y el 99,6%. Vamos más allá, pues las probabilidades de que estemos solos en todo el universo se colocan en un 39-85%.
Resumen
Si bien la paradoja de Fermi y la ecuación de Drake tienen un gran interés a nivel científico y filosófico, no podemos hacer más que reconocer que los parámetros que dan lugar a la vida, el concepto de inteligencia o incluso el registro de los métodos de comunicación universales se escapan de nuestras manos. Quizá la vida inteligente lleva siglos intentando comunicarse con nosotros, pero puede que sus métodos sean imperceptibles para la cognición humana o la maquinaria desarrollada por nuestra especie.
También puede que nuestro planeta no sea tan típico como creemos, o que las condiciones necesarias para la aparición de la vida sean tan extremadamente raras que de verdad estas no se han replicado en otros planetas. En este punto, solo nos queda mirar al cielo y, como siempre hemos hecho, seguir avanzando en búsqueda de conocimiento y esperar que algún día lleguen respuestas.