En la Edad Media, se dijo que había sido construido por el mago Merlín. Más tarde, en el siglo XVII, se comentaba que era imposible que los britanos hubieran levantado semejante monumento, dado que eran un pueblo “incivilizado y bárbaro”. Y cuando, finalmente, se aceptó que Stonehenge era una obra anterior a la conquista romana, volvieron los interrogantes: ¿para qué se construyó? ¿Era un lugar de culto? ¿Lo construyeron los druidas? ¿Era un observatorio astronómico? ¿Cómo transportaron las piedras hasta el lugar?
A pesar de que muchos de estos interrogantes han sido esclarecidos por la arqueología, Stonehenge todavía guarda muchos secretos. Veamos cuál es la trayectoria de este impresionante megalito, uno de los más importantes del Neolítico europeo.
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Stonehenge: símbolo del Neolítico en Europa
Si existe un monumento que caracteriza la etapa neolítica europea, es Stonehenge. Situado al sur de Inglaterra, este enorme complejo prehistórico es uno de los mejores ejemplos de construcción megalítica, que caracterizó la cultura no solo del continente europeo, sino también del norte de África.
“Neolítico” es un término acuñado en 1865 por John Lubbock. Está compuesto por los vocablos griegos neos (nuevo) y lithos (piedra), y surgió para diferenciarlo de la etapa inmediatamente anterior, el Paleolítico (de palaios, antiguo, y lithos, piedra).
¿Por qué se consideró necesaria esta diferenciación? Porque en la era neolítica se produjeron una serie de innovaciones que marcaron profundamente la cultura y la sociedad humanas. Por un lado, se mejoraron significativamente las herramientas de piedra y, por otra (y esta es la más importante) se produjo el nacimiento de la agricultura y la ganadería. Es decir, los grupos humanos pasaron de una economía de subsistencia (basada en la caza y la recolección) al sedentarismo y a la producción de excedentes que, en última instancia, dio origen al comercio.
El asentamiento humano en aldeas implicó, según muchos historiadores, un mayor sentimiento de pertenencia a la tierra. Este sentimiento favoreció la proliferación de construcciones y, por supuesto, de enterramientos. En el caso de Europa y el norte de África, alrededor del III milenio a.C. apareció el fenómeno conocido como megalitismo, derivado de las palabras griegas megas (grande) y lithos (piedra). Es decir, la cultura de las “piedras grandes”, que se caracterizaba por construcciones realizadas con enormes monolitos. Stonehenge representa uno de los máximos exponentes de esta corriente constructiva.
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La cultura megalítica
Así pues, si algo caracteriza al Neolítico europeo es el megalitismo o cultura megalítica. Estas construcciones tenían como elemento base el menhir, una piedra colosal que se clavaba en la tierra en posición vertical. A partir de aquí, las estructuras podían ser variadas. Veamos a continuación cuáles eran las más características.
1. El henge
El henge es la construcción más simple que podemos encontrar dentro de la cultura megalítica. De hecho, estrictamente hablando, no se trata de una construcción, sino de un foso circular y un terraplén. Como veremos más adelante, en su primera fase Stonehenge era un henge.
2. El crómlech
El característico anillo de piedras es lo que denominamos “crómlech”. Este anillo puede tener o no foso; encontramos algunos ejemplos, como el propio Stonehenge, en que se combina el anillo de piedras y la zanja y el terraplén. Otro ejemplo de crómlech, también situado en Inglaterra, es Castlerigg.
3. Los túmulos
Es una construcción funeraria que puede ser alargada o circular. El monumento de Newgrange, en Irlanda, es un excelente ejemplo de túmulo.
4. Los dólmenes
Finalmente, encontramos los dólmenes que, como los túmulos, son sepulcros colectivos. El dolmen es quizá la construcción funeraria neolítica más conocida; consta de dos o más piedras verticales y una horizontal que sirve para cubrir el espacio. Algunos de los más conocidos son el dolmen de Carrowmore en Irlanda, el Rollright Stones en Inglaterra y los dólmenes de Antequera, en España.
La cultura megalítica se extendió por el oeste de Europa, el área mediterránea y el norte de África. Los usos funeraris de estos monumentos están claros, pero existen otras funciones que todavía hoy en día nos son desconocidas. Entre los grandes misterios de la cultura neolítica europea se encuentra, por supuesto, Stonehenge.
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Un enorme complejo
Stonehenge es un gran complejo neolítico que abarca un área considerable. Porque lo que todos tenemos en mente cuando pensamos en este monumento (es decir, el crómlech o anillo de piedras) es solo una pequeña parte de esta construcción imponente. Además del crómlech propiamente dicho, encontramos más elementos, como la gran avenida, el poblado (Durrington Walls) y los círculos de West Amesbury y Woodhenge.
El arqueólogo británico Michael Parker Pearson propuso que esta serie de yacimientos configurarían un recorrido ceremonial, que se iniciaría en el círculo de piedra (el crómlech), seguiría por la avenida hasta el poblado de Durrington Walls y, finalmente, terminaría en Woodhenge. Este recorrido ritual se realizaría, según Parker, al amanecer del día del solsticio de verano y acabaría en el ocaso de ese mismo día.
El crómlech se encuentra bastante aislado del resto de los yacimientos del complejo. Está conectado con ellos a través del río Avón y la gran avenida, que curiosamente finaliza en el río, donde se levanta el henge de West Amesbury, un foso circular de considerable tamaño donde se tiene constancia que fueron enterrados individuos de la comunidad.
Así, por ejemplo, en 2002 se descubrió allí la tumba del llamado “arquero de Amesbury”. El carbono-14 demostró que este guerrero había vivido en algún momento entre los años 2.400 y 2.200 a.C., que correspondería a la segunda fase de la construcción del complejo. El ajuar funerario del “arquero” era espléndido, y contaba con adornos de oro, colmillos de jabalíes, puntas de flecha y cuchillos de cobre, además de recipientes de cerámica.
El río continúa el recorrido y enlaza la avenida y el henge de West Ambury con Woodhenge, otro foso circular que contiene agujeros en la tierra. Se cree que, en época neolítica, los huecos pudieron contener bloques de madera. Michael Parker afirma que Woodhenge pudo ser el final del recorrido ceremonial del día del solsticio, pero otros autores sostienen que constituye una especie de “ensayo” para la construcción definitiva del crómlech de Stonehenge, teoría avalada por la cercanía del poblado donde se cree que moraban los constructores.
Esta aldea, denominada en la actualidad Durrington Walls, constaba de varias cabañas situadas a 3 kilómetros del crómlech. Las excavaciones atestiguan que la tipología de las casas era muy simple: de tamaño muy pequeño (5 metros de ancho), se articulaban alrededor de un hogar. Es más que probable que el techo estuviera configurado por un simple entramado de ramaje y paja.
Una construcción que se prolongó mil años
Tras las excavaciones de 1915, William Hawley confirmó que Stonehenge se había realizado en tres etapas. La primera se inició sobre el 3.000 a.C., con la realización del foso circular y el terraplén. En la zanja se encontraron 56 hoyos, que probablemente fueron la base de unos primitivos postes de madera, aunque no se ha encontrado evidencia arqueológica al respecto.
La segunda fase, que se inició alrededor del año 2.500 a.C., está marcada por la llegada de las piedras a Stonehenge. Se trata de enormes bloques monolitos, unos de arenisca y otros de la llamada “piedra azul” (bluestone). Sobre cómo llegaron las piedras al lugar, sigue siendo un misterio. Se cree que las piedras azules se extrajeron de una cantera de Gales, a 240 km. de Stonehenge. Estas bluestones fueron las primeras en llegar, con las que se conformó la estructura en forma de “herradura” situada en el interior del monumento. Más tarde, de otra cantera llegaron las sarsen (las piedras de arenisca blanca), con las que se construyeron los demás anillos de Stonehenge.
Las piedras sarsen son increíblemente pesadas (cada una llega a pesar unas 30 toneladas), y se cree que fueron transportadas por tierra, aunque algunos expertos no descartan que uno de los tramos fuera realizado a través del río Avón. En cualquier caso, en esta segunda fase quedó configurado el crómlech de Stonehenge: más de 150 piedras dispuestas en varios anillos y una avenida ceremonial que conectaba el monumento con el río.
La tercera y última fase se sitúa alrededor del año 2.200 a.C. y finaliza sobre el 1.600 a.C., lo que la hace contemporánea de la construcción del palacio de Knossos en Creta y de la fortaleza de Micenas, en la Grecia continental. Durante esta última fase se termina la construcción de todo el complejo de Stonehenge, lo que nos da un periodo de nada menos que 1.000 años desde su inicio hasta su finalización.
¿Un observatorio astronómico o un centro de peregrinación?
Llegados a este punto, solo falta preguntarnos una cosa: ¿qué función tenía el complejo de Stonehenge? Lamentablemente, todavía se ignora su uso exacto. Descartada ya la teoría romántica (que, sin embargo, sobrevivió hasta inicios del siglo XX) de que fue construido y administrado por druidas, los expertos han barajado la posibilidad de que se tratara de un observatorio astronómico.
La teoría tiene una base sólida, puesto que el crómlech de Stonehenge está alineado con los dos solsticios. Durante el solsticio de verano, los rayos del sol penetran por la parte sudoeste del crómlech y traspasan la oquedad del trilito más grande, situado en pleno centro del monumento. En el solsticio de invierno, los rayos entran por el lado contrario e inciden también en el centro del crómlech. Es poco probable que una disposición tan elaborada sea fruto de la casualidad.
Por otro lado, algunos expertos sostienen que Stonehenge fue un centro de peregrinación durante el Neolítico, lo que no entra en contradicción con la teoría del observatorio astronómico. De hecho, es más que probable que el complejo gozara de ambos usos, y que se erigiera como un centro importante dentro de los rituales religiosos de la comunidad.
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