El suicidio es, por desgracia, algo común en el ser humano desde la más remota antigüedad. Por este trance han pasado todo tipo de personajes: desde reyes y reinas hasta artistas y escritores.
El denominador común en la mayoría de los casos es la depresión y la inestabilidad emocional, problemas psicológicos que, en el pasado, no gozaban de los mismos tratamientos que hoy en día.
Veamos algunos de los personajes históricos que acabaron con su vida de esta forma tan trágica.
7 suicidios famosos de la historia
A continuación, encontrarás una lista con 7 personajes de la historia que se quitaron la vida (y las circunstancias en las que esto ocurrió).
1. Cleopatra VII (69 – 30 a.C)
Probablemente sea uno de los suicidios más famosos de la historia, pero también de la ficción. La vida y la muerte de la reina de Egipto ha dado lugar a numerosas novelas, películas y obras de teatro, en los que, invariablemente, se la retrata colocándose altiva y serenamente el áspid en su pecho.
Cleopatra VII fue la última reina de un Egipto independiente, puesto que, tras su derrota en la batalla de Accio en el 31 a.C, el país pasó a ser una provincia del Imperio Romano. La reina y el que por entonces era su marido, Marco Antonio, sucumbían ante las tropas de Octavio Augusto. Ante semejante vergüenza, Cleopatra y su esposo deciden poner fin a su vida. Él, apuñalándose; ella, a través del veneno de una cobra egipcia.
El relato es tan novelesco que muchos historiadores lo han puesto en duda. Las únicas fuentes que disponemos son las de autores antiguos como Estrabón y Plutarco y, como es bien sabido, los cronistas no siempre reflejaban la verdad en sus escritos. Así, algunos estudiosos sugieren la posibilidad de Cleopatra fuera, en realidad, asesinada.
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2. Mariano José de Larra (1809-1837)
Larra fue el gran cronista de la España romántica, el que reflejó como nadie el carácter y la sociedad españoles en sus artículos periodísticos, repletos de una ironía no exenta de amargura. Larra soñaba un futuro mejor para su país, y la realidad, la triste realidad, lo sumía en una desesperación que fue creciendo a medida que se daba cuenta de que la situación no iba a cambiar.
Los 27 años que pasó el escritor en el mundo le permitieron ser testigos de varios golpes de estado y cambios de regímenes, que fueron el leitmotiv de esa España de principios del siglo XIX. Profundamente ilustrado (se educó en la Francia liberal), Larra se horrorizaba ante las rancias costumbres y la superchería que todavía imperaban en España.
Su relación imposible con Dolores Armijo, una mujer casada, no ayudó en su estado de ánimo, aunque no es cierto lo que sostienen algunos autores de que su suicidio fue por amor. Quien esto asegura se basa en que Dolores dejó a Larra el mismo día en que este se suicidó. Probablemente, esta nueva desgracia aceleró su decisión, pero lo cierto es que, desde hacía ya algunos meses, los escritos de Larra destilaban un dolor profundo que no presagiaba nada bueno.
La noche del 13 de febrero de 1837, el escritor tomó una pistola y se disparó en la sien. Su pequeña hija Adela encontró su cadáver bañado en sangre.
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3. Francesco Borromini (1599-1667)
Desgraciadamente, Francesco Castelli, verdadero nombre de Borromini, ha pasado a la historia más por su eterna rivalidad con Gian Lorenzo Bernini que por su genialidad creativa. En parte por esta desconsideración de sus contemporáneos, en parte también por sus depresiones crónicas, el hecho es que, la mañana del 2 de agosto de 1667, el artista se lanzaba sobre el filo de su espada.
Borromini poseía un carácter cambiante, y sus desequilibrios emocionales se fueron agudizando con la edad. Auténtico visionario, sus obras romanas, como la famosa San Carlo alle Quattro Fontane, son una proeza de imaginación, que muchos han querido ver superiores en ingenio al clasicismo puro de su rival. La originalidad de su obra no impidió que Bernini se convirtiera en el preferido de los papas, lo que provocó en el inestable Borromini una depresión grave que culminó en un fatal desenlace.
4. Sylvia Plath (1932-1963)
Considerada una de las mayores escritoras del siglo XX, la poesía Sylvia Plath es uno de los mejores ejemplos de la llamada poesía confesional, en la que el poeta desgrana sus vivencias y sus emociones más íntimas. Su obra capital, la novela La campana de cristal, publicada un mes antes de su suicidio, cuenta la historia de una joven que padece serios trastornos mentales, por lo que se suele considerar una obra semiautobiográfica.
Probablemente, la expresión poética fuera una importante válvula de escape para la inestable Sylvia, que siempre hizo gala de un carácter emocionalmente desequilibrado. De hecho, la poetisa tuvo una diagnosis clínica de depresión durante casi toda su vida, de la que fue tratada, por cierto, con una agresiva terapia de electrochoques.
Las continuas infidelidades de su marido, Ted Hugues, no ayudaron en su estabilidad emocional; tampoco el aborto que sufrió en 1961. Finalmente, en febrero de 1963, enferma e inmersa en una situación precaria, Plath metió la cabeza en el horno de gas. Tenía 30 años.
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5. Vincent Van Gogh
En mayo de 1889, tras una conflictiva convivencia con Gauguin en Arlès, a donde habían ido para pintar la luz mediterránea, Van Gogh se recluye voluntariamente en el sanatorio de Saint-Remy. Las noticias que le remite su hermano Theo son alentadoras: ha vendido su cuadro Las viñas rojas y la crítica del periódico Mercure de France lo alaba. Un año después, aparentemente recuperado, Van Gogh sale del sanatorio y recala en la pequeña población de Auvers-sur-Oise.
En resumen, podemos decir que, durante los meses anteriores a su supuesto suicidio, Van Gogh pasaba por una de sus mejores épocas. ¿Por qué, entonces, se disparó?
En junio de 1890, Vincent recibe una carta de su hermano donde le comunica que está pasando ciertas dificultades, tanto económicas como físicas. Esta noticia entristeció al pintor y parece que lo sumió de nuevo en cierta melancolía, tal y como se desprende de sus escritos. El 27 de julio, Vincent, que se hallaba pintando en los campos de Auvers, regresa al albergue con un disparo en el estómago.
Van Gogh falleció en la madrugada del 29 de julio, acompañado por su fiel hermano Theo, que había llegado de París. A pesar de que siempre se ha contemplado la muerte del artista como un suicidio, recientemente se han levantado algunos interrogantes: ¿Es un disparo en el estómago la manera que escogería un suicida para quitarse la vida? ¿No hubiera sido más plausible un tiro en la cabeza? Se ha barajado la posibilidad de que la muerte de Van Gogh fuera accidental; parece ser que unos muchachitos estaban cerca de él ese día de julio, jugueteando con una arma de fuego. ¿Le dispararon sin querer y él omitió el hecho para que no sufrieran represalias? Los interrogantes siguen abiertos.
6. Adolf Hitler (1889-1945)
La medianoche del 29 de abril de 1945, Adolf Hitler se casaba con Eva Braun en una ceremonia íntima. Al día siguiente, dictó a su secretaria su testamento. El 30 de abril, ante las noticias de la inevitable derrota del Reich, ambos se suicidaron: ella tomó una pastilla de cianuro y él se pegó un tiro. Según algunos testigos, al entrar en el gabinete privado encontraron los cuerpos sin vida en el sofá. De la sien derecha de Hitler goteaba sangre y la habitación desprendía un intenso aroma a almendras amargas, el característico olor del cianuro.
Tras la noticia oficial de la muerte del dictador circularon algunas versiones, principalmente generadas por la Unión Soviética, que decían que el Führer no había muerto y se encontraba en paradero desconocido. Sin embargo, todo apunta a que, efectivamente, Hitler encontró la muerte aquel 30 de abril. De acuerdo con su última voluntad, su cuerpo y el de su esposa fueron llevados al jardín de la Cancillería del Reich y rociados con gasolina. Poco después de la muerte del Führer, Alemania se rindió y finalizó por fin la Segunda Guerra Mundial, tras casi seis años de conflicto.
7. Mark Rothko (1903-1970)
La mañana del 25 de febrero de 1970, el asistente del pintor encontró su cuerpo en su estudio de Nueva York. La ausencia de una nota de suicidio y la teatralidad de la disposición del cadáver han hecho correr ríos de tinta acerca de la verdadera intención del artista. Rothko se había tomado una sobredosis de barbitúricos, pero, además, se había cortado los antebrazos, por lo que yacía sobre un inmenso charco de sangre, que muchos han comparado con sus famosos cuadros de manchas rojas. **¿Una última “obra de arte” antes de morir? **
Muchas veces había insistido el pintor en que la obra de arte estaba vinculada con la muerte. Durante sus últimos años de vida, sus lienzos se volvían cada vez más oscuros y sombríos. Una de sus esposas, Edith Sachar, describía su proceso creativo como un “acto atormentado…”. Quizá Rothko (por cierto, víctima de alteraciones emocionales y depresiones), quiso con su muerte regalar su última creación artística. Una manera ciertamente arriesgada de crear.