Desde que se inventó la escritura han sido miles de millones las líneas y textos que se han escrito. Algunos con propósitos meramente informativos, otros de cara a realizar disertaciones o ensayos y otros únicamente con el fin de generar una narración elaborada con el fin de disfrutar de una buena historia.
Pero a veces un texto no se crea para ser leído sin más. En ocasiones se busca que una persona cante o exprese su contenido de una manera concreta, y en algunos casos se elaboran textos no para ser leídos sino para ser interpretados ante el público. Este último caso es el de los textos dramáticos, sobre los cuales vamos a hablar a lo largo de este artículo.
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¿A qué llamamos texto dramático?
Recibe el nombre de texto dramático todo aquel escrito que se elabora con el fin de ser representado en público no mediante la mera lectura sino a través de la actuación teatral. En este tipo de texto se interpreta una o varias situaciones de conflicto entre diferentes personajes, las cuales configuran una historia que es representada a través de los diálogos y acciones de los actores. La acción transcurre en un escenario determinado ambientado en un espacio y un tiempo concretos, y el conflicto en cuestión se va desarrollando a lo largo de múltiples escenas.
El texto dramático es uno de los tres principales géneros literarios, junto con la narrativa y la lírica o poesía. Comparte con el primero el hecho de generar una historia con introducción, desarrollo y desenlace, mientras que tiene en común con el segundo el hecho de buscar una representación alejada de la mera lectura literal.
Se trata del texto base del teatro, si bien no se debe identificar como un sinónimo de él ya que el texto dramático únicamente será la elaboración literaria y no la representación en sí. Además tiene la particularidad de que si bien el autor del texto es uno (el cual recibe el nombre de dramaturgo) la historia que llega al espectador le llega no directamente a través del texto sino a través de la interpretación de los actores y el montaje que haya realizado el director.
Asimismo, este tipo de textos debe incluir no solo lo que ocurre sino la manera en que lo hace: el aspecto, los gestos o el tono que mantienen los aspectos, así como también la información general de la escenografía (luminosidad, lugar y tiempo exacto en el que ocurre la acción, etc.) y el vestuario.
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Dos tipos de texto en uno
Una de las características más relevantes del texto dramático es que para su buen desarrollo es necesario que se elaboren dos tipos de texto diferentes a un mismo tiempo, o de lo contrario su interpretación podría variar enormemente y distorsionar o cambiar por completo la historia en cuestión o su significado.
En primer lugar podemos encontrar el texto principal, el cual hace referencia al conjunto de líneas que expresan los diálogos (o monólogos) de los personales y que es el elemento principal que hace que la historia siga adelante. También incluye la división en actos, cuadros y escenas, así como el desarrollo de la acción en sí.
El segundo de los tipos de texto es el texto secundario, el cual son el conjunto de acotaciones que el autor realiza con el fin de indicar cómo la escena en cuestión se lleva a cabo: el movimiento, el entorno, la vestimenta o la gesticulación entrarían dentro de este tipo de texto.
Estructura básica
Los textos dramáticos tienen una estructura básica general, análoga a la del género narrativo. En este sentido, podemos encontrar la existencia de un planteamiento o introducción en el que se presentan las circunstancias previas al conflicto y la puesta en escena de este.
Tras ello se produce el nudo o desarrollo, en el que el conflicto progresa de tal manera que los personajes tratan de hacerle frente, reaccionando y actuando para resolverlo. Finalmente se daría el desenlace, en el que tras un clímax donde el conflicto alcanza su máxima intensidad se llega a un final de la situación de conflicto (sea dicho final satisfactorio o no para los personajes).
Además de ello, otro aspecto a tener en cuenta es cómo se estructura no el conflicto sino el conjunto de la obra en sí. En este sentido, mientras que una narración puede estar dividido en capítulos en el caso del texto dramático la acción está dividida en actos, cuadros (que no implican necesariamente la bajada del telón como en el acto pero en el que se cambia el decorado) y escenas (marcadas por los personajes y sus entradas y salidas).
Los principales géneros dramáticos
Dentro de los textos dramáticos podemos encontrar diferentes tipos de género. Si bien existen diversos subgéneros como los entremeses, la farsa o el vodevil, o incluso la ópera, por lo general se considera que los tres géneros dramáticos son los siguientes.
Drama
El drama es uno de los primeros y principales géneros dramáticos (no en vano, el nombre del género procede del vocablo griego para referirse a la acción de actuar).
En él se representa la existencia de un conflicto que se resuelve a lo largo de diversas escenas. Suele tener una tonalidad seria y realista y presentar grandes reflexiones respecto a diversas temáticas, aunque no tiene porqué ser necesariamente triste.
Tragedia
Otro de los grandes géneros dentro de este género literario es la tragedia, la cual se caracteriza por presentar conflictos severos y solemnes, estando los personajes abocados a un destino o desenlace extremo y por lo general vinculado a la muerte.
A menudo los personajes son personajes conocidos y respetados o héroes, y en ellos destaca la expresión de poderosas emociones difícilmente controlables y por lo general una actuación desesperada para evitar una desgracia de la cual no pueden librarse.
Comedia
El tercero de los tres grandes géneros dramáticos, en la comedia observamos un tipo de obra encaminada a la búsqueda de un final feliz, siempre con una tonalidad jocosa y pretendiendo hacer reír y disfrutar al espectador. Suele versar sobre diferentes aspectos del día a día y prevalece la aceptación de la imperfección y la peculiaridad de los sucesos, situaciones y personajes que en ella se interpretan.
Un ejemplo de texto dramático
Con el fin de hacer más claro lo que es un texto dramático, a continuación os dejamos con un fragmento de la obra de William Shakespeare, Hamlet. Concretamente, se trata de un fragmento de la cuarta escena del tercer acto: el momento en que Hamlet realiza su conocido soliloquio.
“ Hamlet (soliloquio) Ser, o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?...
Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir... y tal vez soñar. Sí, y ved aquí el grande obstáculo, porque el considerar que sueños podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando hayamos abandonado este despojo mortal, es razón harto poderosa para detenernos.
Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga. ¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico el mérito de los hombres más indignos, las angustias de un mal pagado amor, las injurias y quebrantos de la edad, la violencia de los tiranos, el desprecio de los soberbios?
Cuando el que esto sufre, pudiera procurar su quietud con sólo un puñal. ¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando, gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna) nos embaraza en dudas y nos hace sufrir los males que nos cercan; antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento?
Esta previsión nos hace a todos cobardes, así la natural tintura del valor se debilita con los barnices pálidos de la prudencia, las empresas de mayor importancia por esta sola consideración mudan camino, no se ejecutan y se reducen a designios vanos. Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus oraciones.
Ofelia ¿Cómo os habéis sentido, señor, en todos estos días?
Hamlet Muchas gracias. Bien.
Ofelia Conservo en mi poder algunas expresiones vuestras, que deseo restituiros mucho tiempo ha, y os pido que ahora las toméis.
Hamlet No, yo nunca te di nada.
Ofelia Bien sabéis, señor, que os digo verdad. Y con ellas me disteis palabras, de tan suave aliento compuestas que aumentaron con extremo su valor, pero ya disipado aquel perfume, recibidlas, que un alma generosa considera como viles los más opulentos dones, si llega a entibiarse el afecto de quien los dio. Vedlos aquí.
Hamlet ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?
Ofelia Señor…
Hamlet ¿Eres hermosa?
Ofelia ¿Qué pretendéis decir con eso?
Hamlet Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate con tu belleza.
Ofelia ¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?
Hamlet Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te quería antes, Ofelia.
Ofelia Así me lo dabais a entender.
Hamlet Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo no te he querido nunca.
Ofelia Muy engañada estuve.
Hamlet Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que puedo acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido.
Yo soy muy soberbio, vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para explicarlos, fantasía para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está tu padre? (...)
Referencias bibliográficas:
- Aston, E. & George Savona. (1991). Theatre as Sign-System: A Semiotics of Text and Performance. London and New York: Routledge.
- Milling, J. & Ley, G. (2001). Modern Theories of Performance: From Stanislavski to Boal. Basingstoke, Hampshire and New York: Palgrave.