Educar no es nada sencillo. La crianza es un auténtico reto para cualquier padre, tanto novato como veterano con algún hijo mayor.
De hecho, La crianza es una hazaña que muy a menudo papás y mamás no están muy seguros cómo abordar. No existe una fórmula milagrosa que nos sirva para educar de forma perfecta e infalible, puesto que la naturaleza humana es imperfecta y siempre se cometerán algunos fallos sin querer, pero por fortuna sí existen diversos métodos y corrientes educativas que harán de nuestra forma de criar la más adecuada.
Entre las metodologías que más destacan a la hora de criar tenemos la popular disciplina positiva, un método de crianza que promueve la educación sin condicionamientos.
La disciplina positiva en la crianza, a diferencia de la tradicional educación basada solo premios y castigos, enseña a los padres herramientas para entender qué necesidades y motivaciones hay detrás del comportamiento de sus hijos y, una vez lo entienden, lograrán manejarlo mucho mejor. Veamos cuáles son los principales beneficios que aporta la disciplina positiva al criar a los hijos.
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La disciplina positiva y la crianza democrática
Para entender la idoneidad de la disciplina positiva en la crianza, primero haremos un repaso de los principales estilos de crianza que hay. Los más conocidos y que se considera que son los más comunes son tres: autoritario, permisivo y democrático.
1. Crianza autoritaria
En la crianza autoritaria el adulto no considera al niño como un sujeto de derechos y recurre a mandar, dominar, intimidad y castigar al pequeño.
Para no ser castigado, el niño debe mostrarse totalmente sumiso ante la autoridad paterna, interiorizando la idea de que quien manda en la familia son los padres y no se acepta debate alguno.
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2. Crianza permisiva o laissez-faire
El estilo de crianza permisiva se podría ver como radicalmente opuesto al modelo autoritario, aunque no por ello mucho mejor.
Aquí los padres y cuidadores no establecen límites ni normas con los niños, y en muchas ocasiones se despreocupan absolutamente de satisfacer sus necesidades o educarlos. Incluso hay padres que llegan a sostener que el mal comportamiento de sus hijos es culpa de otros o ceden en todo para evitar conflictos.
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3. Crianza democrática
Por último tenemos el modelo democrático de crianza, en el cual los padres y cuidadores conocen, comprenden y responden adecuadamente a las necesidades de los pequeños.
Aquí se establece una relación basada en el buen trato, convirtiéndose en modelos y guías para los niños, atendiendo a sus necesidades y estableciendo normas y límites claros. Se combina afecto y firmeza, respeto por ambas partes.
El modelo de crianza democrático se basa fuertemente en la disciplina positiva, método que tiene sus orígenes en las teorías de Alfred Adler (1870-1937), médico y psicoterapeuta austríaco.
Principales beneficios de la disciplina positiva
Estos son los principales beneficios de la crianza positiva, los cuales pueden ser experimentados tanto por los padres y madres como por los pequeños de la casa.
1. Ayuda a satisfacer dos necesidades básicas
Adler que entendía que las dos primeras necesidades que tiene todo ser humano son las siguientes:
- Pertenencia: todos los seres humanos nacemos con la necesidad de formar parte de un grupo, de pertenecer a él.
- Significancia: tenemos la necesidad de aportar y tener un significado en nuestra vida.
Partiendo de estas dos necesidades y relacionándolo con su método, la idea de la disciplina positiva es que los niños aprendan a convivir con los demás (pertenencia) y que su vida adquiera un sentido (significancia).
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2. Ayuda a salir de la lógica de la obediencia ciega
Los expertos que defienden la disciplina positiva en la crianza suelen describir y criticar el método de crianza más común, el que se suele basar en la obediencia.
No es poco habitual observar que la principal forma de criar de los padres y madres implica el establecimiento de relaciones verticales, en donde el adulto manda y el niño tiene que obedecer.
A día de hoy muchos siguen entendiendo la idea de “disciplina” como severidad, rigidez y castigos, a pesar de que realmente esta idea implica enseñar, convertir al infante en alguien responsable de su propia conducta y reflexivo con ella.
Que siga usándose este método como la principal forma de criar a los niños choca con el hecho de que, a estas alturas de la historia, ya se sabe que el cerebro humano infantil ve la obediencia como algo demasiado abstracto. De hecho, es tan abstracto que la única manera que tienen muchos adultos para “meter” en la cabeza tal idea es a través del miedo o la compensación.
No obstante, lo ideal sería enseñar obediencia a los niños a base de respeto, de hacer que admiren a la persona a quien tienen que obedecer.
Adler sostenía que todos los seres humanos merecemos el mismo respeto, sin importar nuestra edad. Por ello, si como padres le mostramos al niño o niña que puede confiar en nosotros, y tenemos en cuenta sus deseos y necesidades, conseguiremos que nuestro hijo nos respete e imite nuestra conducta al considerarnos un modelo a seguir.
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3. Ayuda a aprovechar el potencial de los padres como modelos a seguir
La disciplina positiva implica que padres e hijos se respeten mutuamente, haciendo que los primeros sean la inspiración de los segundos.
Los padres y madres no deben olvidarse que su papel es el de actuar de guías y acompañantes en las experiencias de sus hijos. Es tan importante este rol que deben asumir y cumplir los padres que, bajo la óptica de esta metodología se trabaja mucho la gestión de las emociones en los adultos.
Los niños entienden el mundo a partir de lo que observan, tomando como modelos o personas dignas de imitar a adultos y congéneres de importancia, siendo los padres los principales referentes, tanto en lo bueno como en lo malo. Así pues, los niños y niñas introducirán en su repertorio conductual y emocional los comportamientos y emociones que vean de sus padres en determinadas situaciones.
Por ejemplo, si su padre se comporta de manera calmada aún cuando tiene un imprevisto, el niño va a aprender a estar calmado cuando algo no le salga bien. Por eso, para que la gestión del niño sea la más adecuada y regulada es necesario que el adulto aprenda a gestionar sus propias emociones primero.
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4. Ayuda a ver más allá de los castigos
Los expertos defensores de la disciplina positiva en la crianza sostienen que los malos comportamientos son, en realidad, malas decisiones llevadas a cabo por el niño o niña en torno a la búsqueda de pertenencia.
Es decir, un niño quiere que se le tenga en cuenta, quiere sentir que forma parte de un grupo pero, como es demasiado joven e inexperto para saber cómo se hace de forma no disruptiva o socialmente aceptable, toma una mala decisión, algo que los adultos ven como mal comportamiento o mala actitud.
Aplicando la disciplina positiva en la crianza, los padres aprenden a ver las necesidades de sus hijos y satisfacerlas adecuadamente.
Esto es fundamental entenderlo, porque contribuirá a cambiar el “chip”, puesto que la mala conducta del infante no debe ser penalizada en forma de castigos para ver si se consigue extinguir su conducta indeseada, sino explicarle cómo debe comportarse de forma apropiada.
Además, hay que intentar conectar con ellos, entender por qué el niño o niña se comporta de esa manera y ver si tiene solución o, de una u otra forma, su mal comportamiento radica en algún tipo de dejadez por parte nuestra.