Estudiar es de esas tareas que muchos niños y niñas perciben como desagradables. Ponerse a ello cuesta y claro, preferirían estar jugando o viendo la televisión antes que abrir su libro de texto y hacer los deberes.
Pese a que suelen asociarlo como una tarea aburrida, la mayoría de los niños y niñas se ponen a ello. ¿Qué remedio? Las obligaciones son las obligaciones y a tan tierna edad el estudio es lo único obligatorio que hay en sus vidas.
No obstante, a veces hay pequeños que directamente no estudian en lo más absoluto. Esto es una situación evidentemente problemática pues sin hincar los codos es cuestión de tiempo que su rendimiento académico sea deficiente.
¿Te ha pasado a ti como padre? ¿Tienes un hijo que no estudia nada? Si te has dicho una y otra vez eso de “mi hijo no quiere estudiar” he aquí el por qué y qué puedes hacer. Sigue leyendo para descubrirlo.
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Mi hijo no quiere estudiar: ¿Por qué ocurre esto?
Los niños y niñas deben ser felices. Los primeros años de vida son los que con más alegría se recuerdan pues la inocencia y la libertad de no tener demasiadas obligaciones tiñen esos bonitos recuerdos.
Aparte de ir a la escuela y aprender lo que se imparte en ella, los pequeños no tienen ninguna obligación importante más. El resto es jugar con los amigos, disfrutar de su tiempo libre con toda clase de divertimentos solos o acompañados y vivir una vida despreocupada.
La única obligación de los niños y niñas es estudiar. Los pequeños deben hacer los deberes que les mandan, abrir su libro de texto de vez en cuando para prepararse los exámenes y prestar atención en clase. Esto es también aplicable a los adolescentes que, si bien pueden tener alguna que otra obligación más en forma de cuidar de sus hermanos pequeños o ayudar en casa, lo cierto es que la única constante en la vida de los menores de estudiar es dedicar parte de su tiempo en la obligación de estudiar.
Sin embargo, estudiar no es visto como una tarea agradable ni cómoda. Si bien hay niños y niñas que disfrutan sobremanera de aprender, otros lo ven como algo que preferirían evitar si pudieran. Estos últimos acaban aprendiendo lo que les toca estudiar al final pues no tienen más opción. Que no les guste estudiar no significa que no lo acaben haciendo, quizás con cierto desagrado, pero al final hincan los codos.
Pero no son pocos los niños y niñas que no quieren estudiar en lo más absoluto. No abren sus libros, no hacen sus deberes y hasta pasan olímpicamente de responder a los exámenes. Los padres de estos pequeños pueden enfadarse nada más enterarse del mal rendimiento de sus hijos, pensando que así quizás espabilen y hagan la única obligación que tienen en su jóvenes vidas, pero las cosas no son así de sencillas.
Pueden haber varias causas detrás de que nuestro pequeño no estudie y que nos enfademos con él o ella solo hará que las cosas empeoren. Los motivos por los que tu hijo no quiere estudiar pueden ser los siguientes.
1. Falta de motivación
Los seres humanos hacemos tareas o actividades porque tenemos un objetivo o motivación. En el caso de los niños, su principal responsabilidad es aprender pero, simplemente, si no se sienten motivados, no se van a poner a estudiar. De ser este el caso, es aquí donde tenemos que ponernos en nuestro rol de padres y explicarles la importancia de estudiar, haciéndoles comprender los muchos beneficios que implica para su futuro.
Haz un esfuerzo y sé creativo. Trata de buscar formas divertidas y educativas de enseñar a tu hijo a ponerse a estudiar, en vez de usar el castigo o penalizaciones como método principal. Trata de conocer un poco más cómo es tu hijo, presta atención a lo que le gusta y refuérzalo para que avance en esa dirección, así se sentirá más motivado a hacerlo porque verá que en realidad es algo que le gusta.
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2. No entender algunas asignaturas
Hay asignaturas más fáciles y otras más difíciles, algo a lo que también se le suma el interés y el talento que puede tener el pequeño para unas materias. Sin necesidad de que haya un problema de aprendizaje, puede ser que el niño no entienda algunos contenidos. Cuanto menos entiende, menos motivado se siente para estudiar e, incluso, puede llegar a pensar que realmente es poco inteligente o que es peor que sus compañeros. Claramente, de ser esta su creencia, estaríamos ante un problema de autoestima importante.
Sea el caso en concreto que sea, es de crucial importancia que los padres identifiquen la causa y que, de ser necesario, ayuden a su pequeño a reforzar aquellas materias que no comprende. Puede que simplemente necesite que le expliquen la lección unas cuantas veces más, o que necesite unos cuantos ejemplos extra.
Es posible que lo que no comprende de las asignaturas sea una nimiedad, tan pequeña que al momento de entenderlo empiece a ir bien en esa asignatura, viendo que realmente lo entiende y que no es menos inteligente ni inferior que el resto de sus compañeros. Si realmente tiene muchas dificultades para una asignatura, no es nada malo acudir a repaso o pedirle al maestro que nos dé algún tipo de material de refuerzo para nuestro hijo.
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3. Problemas familiares
Los niños son muy sensibles a cómo está la relación de sus padres. Muchos adultos creen que los niños no son conscientes de los problemas que hay en su hogar, pero la realidad es muy distinta. Los pequeños prestan mucha atención a las discusiones de sus padres, aun incluso cuando parece que están concentrados en otra cosa como jugar o ver la televisión. Tienen la sensibilidad suficiente como para sentir cuándo las cosas no van bien y, evidentemente, lo son todavía más cuando presencian violencia doméstica.
La violencia en el hogar afecta a los pequeños de forma directa, presenciando la violencia o recibiéndola, e indirectamente, cuando los problemas hace que sus padres estén ausentes o irritados, incapaces de ejercer su función de cuidadores de sus hijos. Entre los múltiples efectos negativos que ejerce la violencia sobre el niño tenemos el mal desempeño escolar, causado tanto por problemas de concentración pensando en los problemas familiares como, también, una forma de demostrar que está afectado por lo que pasa en su hogar.
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4. Acoso escolar
El acoso escolar o “bullying” es, lamentablemente, un fenómeno muy común en los colegios. La conducta violenta de algunos alumnos, tanto física como verbalmente, puede ser un auténtico infierno para sus víctimas. Incluso en los colegios de primaria se da este fenómeno, empeorando en la educación secundaria y bachiller. Es una lacra por la que todavía queda mucho esfuerzo y camino por hacer.
El niño que sufre acoso escolar pierde interés por el estudio. El bullying es uno de los principales determinantes del fracaso escolar. Ser víctima de malos tratos de los compañeros, en forma de amenazas, insultos, humillaciones y agresiones físicas, quita las ganas de ponerse a estudiar.
El niño ve a la escuela no como un lugar seguro a donde va a aprender, sino un entorno hostil en el que otros niños le van a hacer daño y no va a poder salir de allí durante 8 horas al día los lunes a viernes. El niño acosado tiene problemas de concentración, atención y está hipervigilante en clase temiendo la siguiente agresión.
Debemos averiguar si nuestro hijo es víctima de acoso en la escuela. A veces es difícil, pues hay niños que les da miedo contárselo a sus padres o sienten vergüenza. Como padres, no debemos tener reparo alguno en ir al colegio o instituto, hablar directamente con el tutor y averiguar cuál es la situación.
Si conocemos a los padres de los niños que están acosando a nuestro hijo, hay que hablar con ellos. Con un poco de suerte estarán en contra de lo que hacen sus hijos y les hablarán seriamente. En caso de que lamentablemente no sea así, puede que sea una buena opción advertir a los demás padres de lo que hace el niño bully para que sus hijos estén seguros y notificarlo al tutor de la clase.
Sea como sea, demostrar a nuestro hijo que como padres no vamos a consentir estos malos tratos y que le damos todo nuestro apoyo.
¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestro hijo a estudiar?
Ahora que hemos visto las principales causas detrás de que nuestro hijo no quiera estudiar, vamos a ver una serie de estrategias que puedes usar para conseguir cambiar la situación. Si bien algunas ya las hemos medio introducido con sus respectivas causas, a continuación explicaremos con más detalle las principales.
1. Crear espacios de estudio
Es muy importante que haya habitaciones de la casa destinadas a que hinque los codos. Deben ser espacios propicios para el estudio, donde no haya estímulos distractores como ruidos, la televisión o la consola. El escritorio debe ser espacioso para los libros, bolígrafos, lápices y todos los materiales que requiera para estudiar. Si tiene que salir de la habitación para buscar algo, es probable que se distraiga, por eso debemos cerciorarnos de que dispone de todo lo que necesita sin tener que interrumpir su estudio.
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2. Organizar el estudio
Si es todavía muy pequeño, es una muy buena idea ayudar a tu hijo a organizar su estudio y deberes. Uno puede pensar que la responsabilidad y la organización la acabarán aprendiendo por su propia cuenta pero, lo cierto es que los niños aprenden de sus padres y si no somos ni organizados ni responsables, tampoco lo van a ser nuestros hijos.
Por ese motivo, durante los primeros años escolares, es importante ayudar a tu hijo en su calendario escolar. Organiza con él un calendario de cada uno de los meses escolares. De este modo, aprenderá a cómo organizarse y, en el futuro, lo hará él solito sin la ayuda de nadie, teniendo bien presente cuándo tiene que entregar algo o hacer un examen.
Esto puede ser una tarea bien divertida. Utilizad rotuladores de diferentes colores para cada tarea, como por ejemplo un color para los exámenes, otro para las entregas y otro para los deberes de la semana. El calendario que hagáis debe colocarse en un lugar visible de la casa o que el niño vea a menudo, como por ejemplo la puerta de su habitación, así no quedará en el olvido.
3. Establecer una rutina
Los pequeños necesitan estabilidad y rutina para funcionar bien. Esto no es solo aplicable a las horas de estudio, que también, sino a los horarios de comidas, ocio y sueño. Como padres, deberíamos establecer un horario más o menos estable durante la semana para generar una rutina, haciendo que los niños y niñas interioricen unos horarios que, aunque sea para hacer algo que no les gusta, acaben haciéndolo por inercia.
La merienda y la cena deben ser siempre a la misma hora todos los días. La hora de estudio puede ser poco después de comer, sobre las 17h o la hora que mejor le vaya al pequeño, pero siempre a la misma. En cuanto al sueño, deben irse a dormir siempre antes de las 22h como muy tarde y asegurarnos de que duermen un mínimo de 8 horas porque ya se sabe que un mal sueño es sinónimo en un mal rendimiento académico.
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4. Combatir la frustración y fomentar la gestión emocional
Las emociones modulan el grado en el que aprendemos algo. Es muy difícil aprender cuando estamos enfadados, desmotivados o molestos porque la tarea nos parece demasiado larga o difícil. Si ya de adultos esto nos puede costar, aún más le va a costar a un pequeño que todavía no tiene una buena gestión de sus emociones.
Debemos observar al niño mientras estudia, a ver si muestra signos de frustración que le dificulten el aprendizaje. En este contexto es fundamental nuestra ayuda y gestión de la situación. Por ejemplo, si al pequeño le cuesta leer todo un tema seguido, podemos dividirlo en dos más pequeños y hacer un descanso entre ellos. Si vemos que está cansado, frustrado o malhumorado, es mejor parar y tratar que se calme antes que insistir en que siga.
Pero ¡cuidado! Esto no quiere decir que le consintamos hacer una pausa para que se ponga a jugar o se dedique al ocio. Esta pausa debe ser para calmarlo, que se tranquilice, tratar de que tenga el estado anímico propicio para que pueda ponerse a estudiar y enseñarle a gestionar sus emociones. La idea es evitar a toda costa que asocie el estudio o los deberes con una situación negativa, pero también evitar enseñarle que si se muestra frustrado mientras estudia le consintamos hacer una pausa para jugar.
5. Estudiar no es solo leerse el libro
Estudiar no se limita a leer el libro de texto y probar suerte a ver si uno se acuerda de lo leído. Si esto ya es algo a lo que los propios estudiantes universitarios les cuesta entender... ¿Te imaginas a niños de primaria? Por ello, es fundamental explicarles que leerse el libro o limitarse a hacer los deberes no es estudiar, sino que tienen que hacer otras tareas para consolidar el aprendizaje.
Hacer anotaciones en los márgenes de las páginas, elaborar esquemas y resúmenes de los textos, repasar las tablas y cuadros del libro de texto… Estos son solo algunos ejemplos de tareas que contribuyen a que el aprendizaje sea más profundo y significativo en vez de una tarea puramente memorística.
¿Deben los padres ayudar a los hijos a estudiar?
Uno de los debates más discutidos sobre la educación de los niños es si los padres deben ayudarlos a estudiar. Los padres deben mostrar interés en cómo van los estudios de sus hijos no solo al momento de recibir las notas, sino durante todo el curso. Deben ver si están haciendo los deberes, si realmente están aprendiendo y si estudian para los exámenes. Esto no quiere decir estar pendientes de ellos a todas horas ni hacer los deberes con ellos siempre, pero sí mostrar el interés suficiente como para demostrar que estamos ahí, apoyándoles.
La respuesta a la pregunta de si los padres deben ayudar a los hijos a estudiar depende de la situación:
Por un lado la respuesta es "sí", siempre y cuando sea provechoso hacerlo. Especialmente con los niños más pequeños, es recomendable que los padres los ayuden a estudiar de formas como, revisar la ortografía o comprobar si han hecho bien un problema matemático y enseñarles en caso de que sea incorrecto. De esta forma, los padres ejercen como apoyo de refuerzo que proporciona seguridad al pequeño, asegurándose de evitar cualquier incomprensión de un determinado tema o ejercicio.
Por otro lado, la respursta es "no" cuando sabemos que el niño es capaz de realizar sus deberes o estudiar por su propia cuenta. Ayudar a estudiar no es hacer sus deberes o solucionarles las cosas sin que lleguen a intentarlo. Ayudar implica hacerles comprender qué han hecho mal en un determinado ejercicio o resolverles alguna duda, pero permitiendo que tomen un rol activo y fomentando la autonomía cuando se ponen a estudiar.
Y siempre debemos tener claro que la ayuda y el apoyo deben darse de forma pausada y cariñosa. Ayudar con cara de desagrado, usando un tono como si fuera menos inteligente, no ayuda en lo más mínimo y le hace asociar el estudio con una bronca o menosprecio de sus sus padres, aquellas personas que se supone que lo quieren incondicionalmente. Lo que debes hacer como padre es valorar lo que ha hecho bien y, si ha hecho algo malo, explicárselo bien.
Reforzarle cuando lo hace bien es fundamental para su aprendizaje para que así esté más motivado para estudiar y no asocie los deberes o el estudio con un momento desagradable.
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