El lóbulo frontal es una estructura indispensable para el correcto funcionamiento de nuestro cerebro, puesto que regula las funciones distintivas del ser humano. Gracias a la constante comunicación entre las neuronas que integran esta área, tenemos la capacidad de manipular representaciones mentales sumamente abstractas; podemos relacionar unos conceptos con otros, hipotetizar acerca del futuro para tomar decisiones más inteligentes y desarrollar y ejecutar planes de acción. Podríamos decir que, sin lóbulo frontal, quedaríamos inhabilitados de tal forma que nos sería imposible llevar a cabo cualquier actividad cotidiana.
Ahora bien, bajo ciertas circunstancias, existe la posibilidad de que el lóbulo frontal se desarrolle de forma anómala o con notorias deficiencias funcionales. Uno de los factores que puede provocar esto es el consumo prolongado de alcohol en cantidades significativas. El alcohol en altas concentraciones puede provocar sobre el lóbulo frontal —y el sistema nervioso central en general— severas alteraciones en el funcionamiento cognitivo, percepción y funciones motoras; pero también puede modificar funcional y morfológicamente los lóbulos frontales, temporales, el sistema límbico y el cerebelo. Estos efectos son todavía más nocivos cuando se consume alcohol durante la infancia, la adolescencia y la temprana juventud, ya que nuestro cerebro termina de desarrollarse recién hacia los veinticinco años. Antes de ese momento, nos encontramos en un período de gran vulnerabilidad, por lo que el consumo de sustancias como el alcohol puede incidir en el correcto desarrollo del lóbulo frontal. Veamos cómo lo hace.
El funcionamiento normal del lóbulo frontal
Para conocer cuáles son los efectos del alcohol en el desarrollo del lóbulo frontal, primero es necesario ser capaces de reconocer sus funciones en condiciones óptimas.
En primera instancia, sabemos que los lóbulos frontales son las estructuras cerebrales más recientes en términos filogenéticos; es decir, en la historia del ser humano como especie. A grandes rasgos, los lóbulos frontales se encargan de la planificación, regulación y control de los procesos psicológicos —específicamente, de esto se encarga la corteza prefrontal—; y, al mismo tiempo, permiten escoger y coordinar entre un conjunto de estrategias y conductas posibles en base a los desafíos del medio y a las metas y objetivos personales del individuo. Dentro de los lóbulos frontales podemos distinguir diversas áreas compuestas por neuronas conectadas entre sí vía sinapsis química y que poseen funciones específicas.
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Las funciones ejecutivas
El lóbulo frontal está compuesto en esencia por la corteza prefrontal, el área premotora y el área motora primaria. Una de las tantas funciones de la corteza prefrontal es el funcionamiento ejecutivo humano. Las funciones ejecutivas son cruciales para la adaptación al medio y a la vida social del ser humano.
Algunas funciones ejecutivas son el control inhibitorio, es decir, la capacidad de inhibir aquellos comportamientos considerados inadecuados por el contexto social; la flexibilidad cognitiva, o sea, la capacidad de cambiar de estrategia de acuerdo a las circunstancias ambientales y sociales; o la memoria de trabajo, la cual nos permite operar con la información proveniente de los estímulos del medio a la vez que recuperamos la información que tenemos almacenada en nuestra memoria de largo plazo (a saber, conocimientos acerca del mundo, de nosotros mismos, o de cómo llevar a cabo procedimientos concretos o praxias).
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Las áreas prefrontal, premotora y motora primaria
Una de las funciones ejecutivas que poseemos gracias al funcionamiento de la corteza prefrontal es la planificación de la conducta. Gracias a esta función somos capaces de formular hipótesis, relacionarlas unas con otras sin necesitar su despliegue en la realidad, y así adaptarnos al medio de forma eficiente.
Cuando nos enfrentamos a una situación novedosa, otra área, el área premotora, recibe el plan que fue elaborado en la corteza prefrontal y lo fija e inscribe a nivel sináptico. Por su parte, el área motora primaria es la encargada de comandar la ejecución de ese plan, enviando la señal al cerebelo de precisar la actividad motora de los músculos del cuerpo cuando sea necesario actuar. La conectividad de los lóbulos frontales con otras estructuras del cerebro y del sistema nervioso en general es elevada.
Básicamente, dependemos de que este circuito pueda ser llevado a cabo de forma eficiente para poder desplegar todas las posibilidades dentro de nuestro repertorio conductual.
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Alteraciones del lóbulo frontal debido al consumo de alcohol
Al estar las funciones del lóbulo frontal implicadas en las funciones diferenciadoras del ser humano, es esperable que el deterioro de esta región provoque cambios significativos en la cognición, la regulación emocional y la performance social. Cuando el padecimiento de un trastorno por consumo de alcohol es el principal causante de dichas alteraciones, las personas tienden a comportarse de forma desinhibida y a llevar a cabo conductas inapropiadas e impulsivas. Tampoco son capaces de medir las consecuencias de sus propias acciones.
De acuerdo con la revisión llevada a cabo por Cristóvão-Calado y colaboradores, se han encontrado alteraciones estructurales significativas mediante estudios de neuroimagen en los cerebros de las personas que sufren de alcoholismo. Asimismo, se ha encontrado que el consumo de alcohol está relacionado a una menor flexibilidad cognitiva, fluidez verbal, adaptación social y a un mayor deterioro de la memoria. Además, en los casos más severos de alcoholismo, puede alterarse el funcionamiento del área de Broca, una pequeña región del cerebro próxima al lóbulo frontal —algunos autores la incluyen dentro de él— que se encarga de regular y producir los movimientos laríngeos y gesticulares necesarios para fonar y comunicarse.
Todas estas alteraciones corresponden a los efectos del alcoholismo en el lóbulo frontal. En general, las investigaciones se han llevado a cabo mediante estudios de neuroimagen o de rendimiento neuropsicológico en sujetos adultos. Sin embargo, el consumo de alcohol desmedido durante el período del desarrollo del lóbulo frontal, desde la niñez hasta la primera juventud, supone una “ventana” de vulnerabilidad que puede provocar efectos irreversibles. La maduración del lóbulo frontal culmina alrededor de los veintiún y veinticinco años aproximadamente.
No obstante, los efectos pueden volverse tangibles mucho antes de aquél momento. Una prueba contundente de ello es el síndrome alcohólico fetal, un término médico empleado para referir a los problemas físicos, mentales y de crecimiento que presenta un bebé cuando su madre consumió alcohol durante el embarazo. El desarrollo del sistema nervioso central comienza alrededor de la tercera semana de gestación, por lo que desde aquél instante somos susceptibles a estas alteraciones del desarrollo. Tras el consumo de alcohol, el encéfalo del feto es uno de los órganos más afectados y puede ser dañado en todo momento del embarazo y, en definitiva, a lo largo de toda la vida. Al lóbulo frontal, así como a cualquier otra parte de nuestro cuerpo, debemos cuidarlo.
Maria Eugenia Martinez Villegas García
Maria Eugenia Martinez Villegas García
Salud Mental, Psicología Clínica, PNL, IE y Coach
Teniendo estos datos en cuenta, es crucial la implementación de programas de intervención en distintos centros educativos para informar a niños, adolescentes, jóvenes y familias sobre las consecuencias que puede tener el consumo de alcohol en el cerebro.
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