Envejecer es un proceso esencial en el ciclo de la vida. De forma general, el envejecimiento afecta a las células, y más concretamente, a su contenido genético.
Por supuesto, este proceso no va evolucionando de forma aleatoria; de hecho, no solo envejecemos más o menos dependiendo de cómo nos alimentamos y del estilo de vida en general que llevamos, sino que también hay genes que van regulando nuestra maduración tanto física como psicológica. De hecho, hace poco se ha realizado un importante descubrimiento en este sentido: se ha encontrado un gen relacionado con el modo en el que nuestro cerebro envejece, lo cual resulta interesante por muchas razones que ahora veremos.
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El ADN y la maduración de nuestra mente
En los extremos de la cadena de doble hélice que forma nuestro ADN (encerrado en todas las células de nuestro cuerpo) hay una serie de secuencias de ácidos nucleicos que se conocen como telómeros. Cada vez que una célula se divide, se acortan estos extremos, y cuando llega a cierto límite, provoca la muerte celular. La pérdida de células es parte del envejecimiento, lo cual conlleva a la disminución de actividades del cuerpo.
Uno de los órganos más sensibles al paso del tiempo es sin duda el cerebro. La pérdida de neuronas pasa factura, y existe una larga lista de problemas que origina esto, como la falta de coordinación motora o la demencia.
En temas de investigación, siempre ha habido un especial interés en estudiar el envejecimiento del cerebro, como por ejemplo para revelar su relación con enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer. No hace mucho tiempo, una de estas investigaciones localizó un gen que está relacionado con este proceso.
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Un gen que afecta al lóbulo frontal
Los científicos de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), Asa Abeliovich y Herve Rhinn, examinaron cerca de 1900 muestras de cerebros sanos. De sus observaciones pudieron extraer como conclusión que un gen, denominado TMEM106B, tiene un papel fundamental en cómo envejecen los cerebros humanos.
Al parecer, ciertas variedades de este gen hacen que el lóbulo frontal envejezca a un ritmo más rápido que en otras personas. Esto es importante debido a que esta región está implicada en las funciones ejecutivas, como por ejemplo la toma de decisiones, la gestión de nuestro foco de atención o la planificación. El envejecimiento del lóbulo frontal provoca una merma en estas funciones vitales y aumenta el riesgo de la aparición de las enfermedades que se conocen como neurodegenerativas.
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Genes como factores de riesgo
Encontrar genes que expliquen la aparición de anomalías biológicas no es nada nuevo. Un ejemplo es el gen ApoE, responsable de la transcripción de la proteína Apolipoproteína E, que en una de sus variantes (concretamente la ApoE4) está asociado a un mayor riesgo a sufrir la enfermedad del Alzheimer.
La novedad de este descubrimiento es haber encontrado un gen que controla el ritmo de vida de una región del cerebro. Como los propios descubridores sostienen, el envejecimiento es el principal factor de riesgo de presentar enfermedades neurodegenerativas y esta investigación puede ayudar a predecir la aparición de estas enfermedades o incluso a intervenir sobre ellas a través de las llamadas terapias genéticas.
¿Cómo actúa este gen del envejecimiento del cerebro?
Para este estudio, Asa Abeliovich y Herve Rhinn obtuvieron en primer lugar los datos genéticos de 1904 muestras de autopsias de cerebros que no habían sufrido ninguna enfermedad neurodegenerativa. Una vez obtenidos, los compararon con datos promedios de cerebros de su misma edad, observando específicamente en 100 genes cuya expresión aumenta o disminuye con la edad. El resultado es que un gen provoca un envejecimiento diferencial, el ya denominado TMEM106B.
El concepto de edad diferencial es simple; no es más que una diferencia entre la edad biológica del órgano (en este caso el cerebro), con la edad cronológica del organismo. El lóbulo frontal resulta ser mayor o más joven a lo que le corresponde a la edad de la persona tomando como referencia su día de nacimiento.
Según sus descubridores, el gen TMEM106B empieza a manifestar sus efecto a partir de la edad de los 65 años, y trabaja para disminuir el estrés que provoca el hecho de envejecer sobre el cerebro. Por lo que se ha visto, existen diferentes alelos, es decir, variantes del gen. Algunos protegen frente a este estrés (su función normal), mientras otros no ejercen esta tarea, lo que provoca que se acelere el proceso del envejecimiento cerebral.
Relacionado con una enfermedad
En su estudio, estos investigadores también encontraron que una variante del gen progranulina tiene efecto sobre el envejecimiento, pero no tan destacado como el TMEM106B. A pesar de que son dos genes distintos y se encuentran en diferentes cromosomas, ambos actúan sobre una misma vía de señalización y se asocian a la aparición de una enfermedad neurodegenerativa conocida como demencia frontotemporal.
Este síndrome clínico destaca por una degeneración del lóbulo frontal, que puede extenderse al lóbulo temporal. En adultos entre 45 a 65 años, es la segunda forma más común de demencia tras la de Alzheimer de inicio temprano, afectando a 15 de cada 100.000 personas. En personas mayores de 65 años, es el cuarto tipo de demencia más común.
A pesar de todo, el estudio se ha realizado desde la perspectiva de cerebros sanos, por lo que se necesitan más estudios para confirmar ciertos puntos con su relaciones con enfermedades. Pero, como indicó Abeliovich, el envejecimiento hace más vulnerable a las enfermedades neurodegenerativas y viceversa, las enfermedades provocan un envejecimiento acelerado.
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