Si bien es posible que no lo conozcamos, eso no nos impide haberlo sentido en más de una ocasión. Suele pasar que, tanto en nuestro puesto de trabajo como en nuestros estudios, a veces nos da la sensación de que no valemos para ello, que nuestros compañeros son muchos más habilidosos de lo que somos e, incluso, que somos un fraude sin quererlo.
A este fenómeno se le llama el síndrome del impostor, una condición psicológica que hace que no seamos capaces de reconocer nuestro propio éxito, pensando que lo bueno que nos sucede es por factores externos y que no somos más que personas llenas de defectos e incapacidades.
Dada su definición, se puede suponer que este peculiar fenómeno tiene consecuencias muy negativas en el puesto de trabajo. Por esto, a continuación vamos a ver de qué manera nos limita profesionalmente el síndrome del impostor.
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¿Qué es el síndrome del impostor?
El síndrome del impostor es un proceso psicológico por el cual la persona que lo desarrolla no recooce el propio éxito en el ámbito profesional. Quienes lo padecen piensan constantemente que no merecen ninguno de los reconocimientos o triunfos derivados de su desempeño laboral, viviendo permanentemente con el sentimiento de no valer para ello, de ser un fraude y de estar engañando a su entorno. No son capaces de valorar sus propios méritos.
El síndrome del impostor ha sido muy estudiado desde que fue conceptualizado en 1978. No son pocas las personas que lo padecen, y de hecho podemos mencionar a figuras ampliamente conocidas que reconocen haberlo padecido en alguna ocasión. La actriz Kate Winslet, la cantante Jennifer López o el astronauta Neil Armstrong, personas todas ellas de reconocido éxito, aseguran que en más de algún momento se han considerado a sí mismas fraudes y no merecer sus logros.
Se cree que este fenómeno psicológico llega a afectar al 70% de las personas en algún momento de sus vidas, sobre todo a las mujeres, y algunos expertos lo suelen relacionar con rasgos perfeccionistas a niveles patológicos. Las personas que lo padecen sufren un miedo persistente de ser “descubiertos” como una especie de impostor laboral. Lo curioso es que se da, sobre todo, en personas con un muy alto rendimiento laboral y que se encargan de puestos de mucha responsabilidad.
Este sentimiento de ser un fraude puede llegar a ser muy bloqueante, tanto que se convierte en una barrera que impide seguir creciendo en el entorno laboral. La mayoría de las personas que se presenta este fenómeno psicológico ven limitada su carrera profesional, tienen sueldos más bajos, reciben menos promociones que sus compañeros con capacidades y experiencias similares y tienen más problemas para buscar nuevos trabajos.
Suele ocurrir que las personas somos conscientes de nuestras propias carencias, pero no vemos las de los demás. Como sólo vemos sus fortalezas, nos da la sensación de que nuestros compañeros de trabajo están mejor preparados que nosotros. Nos puede dar la sensación de que en ciertas personas, simplemente, el fracaso no existe. Sin embargo, debemos saber que el éxito profesional que vemos en los demás es solo la punta del iceberg, y que la parte sumergida está hecha a base de decepciones y fracasos que no les han impedido seguir adelante.
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¿Cómo nos limita laboralmente?
El síndrome del impostor puede afectar de múltiples maneras a los trabajadores, formas en las que vamos a profundizar a continuación:
1. Ansiedad por autoexigencia elevada
Una de las principales causas detrás del síndrome del impostor es tener demasiado elevado el perfeccionismo. Las personas demasiado autoexigentes nunca quedan satisfechas con el resultado final de sus proyectos, tanto que pueden estar revisándolos y rehaciéndolos una y otra vez.
Los sentimientos que siente ante sus trabajos son de frustración y pesimismo, pensando que lo que ha hecho no vale lo más mínimo y, por ello, rechaza los halagos que le puedan hacer en su puesto de trabajo. Añadido a esto, este alto nivel de perfeccionismo puede generar mucha ansiedad y estrés, emociones que pueden repercutir negativamente en el desempeño profesional.
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2. Escasa autoestima
Las personas que padecen el síndrome del impostor tienen muy baja la autoestima. Estos individuos pueden estar muy pendientes del trabajo de los demás, comparándose constantemente con sus compañeros y fijándose mucho en aquellos aspectos que, por nimios que sean, no han hecho bien y los demás sí. Esta comparación constante suele ser alimentada con la creencia subyacente de que los demás merecen sus logros.
Si ya es escasa su autoestima, esta se reduce todavía más cuando las personas con el síndrome del impostor ven el mundo de una forma muy sesgada. A sí mismas se ven como personas llenas de defectos, mientras que ven a los demás como personas exitosas gracias a sus virtudes y fortalezas, algo que alimenta todavía más la idea de que son un completo fraude.
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3. Atribución disfuncional
La atribución es el proceso psicológico por el cual atribuimos nuestros éxitos y también fracasos a diferentes causas, internas o externas, es decir, a nosotros mismos o a un elemento de fuera, sobre el que normalmente no tenemos control directo. Las personas con síndrome del impostor atribuyen sus logros a factores externos, como la suerte, las circunstancias del entorno o a la acción de otra persona, en vez de considerar que los éxitos y logros son consecuencia del trabajo propio, la dedicación y la habilidad.
Esta forma de pensar acabará afectando gravemente a nivel psicológico y emocional, haciendo que la persona que padece el síndrome se sienta deprimida al percibir que lo bueno que le ocurre es producto de factores de los que no tiene control, y que aquello malo que le sucede es por su culpa. Esto alimenta todavía más el miedo a que los demás “descubran” que todo lo que haya podido conseguir es por, lo que él o ella cree, es suerte.
4. Rumiación psicológica
La rumiación psicológica es el fenómeno que se da cuando no se puede dejar de darle vueltas a un mismo asunto o idea negativa, provocando ansiedad y angustia a causa tanto de su contenido negativo como por el hecho de haber perdido el control sobre el pensamiento, de no ser capaz de detenerlo. Esta situación puede llegar a ser tan grave hasta el punto en el que la persona se obsesiona y no puede abandonar esa idea recurrente, perdiendo horas y horas al pensar constantemente en ella, y encima sufriendo por ello.
Es precisamente la rumiación una de las formas en cómo nos afecta laboralmente el síndrome del impostor. En su caso, los pensamientos de rumiación suelen estar relacionados con la idea de no valer para su puesto de trabajo, de no merecer ninguno de los éxitos que han logrado o creer que los demás son mejores y que, encima, los juzgan constantemente.
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5. Falta de asertividad
Cuando hablamos de asertividad nos referimos a la capacidad de expresar opiniones, emociones, ideas e intereses de manera enérgica, directa pero, también respetuosa hacia los demás. Las personas suelen ser más asertivas cuando mayor es su autoestima, así como también cuando poseen una imagen de sí mismos positiva.
Por el lado contrario, las personas con baja autoestima y que se perciben como personas menos eficaces, como es el caso de quienes padecen el síndrome del impostor, suelen ser menos asertivos a la hora de dar su punto de vista o transmitir sus sentimientos.
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6. Aislamiento social
El síndrome del impostor afecta a las relaciones sociales pues las personas que lo padecen interpretan los elogios y las muestras de reconocimiento profesional en clave negativa, como si fueran burlas o les estuvieran mintiendo.
Esto puede hacer que quienes padecen esta condición psicológica se aislen de los demás, no quieran interactuar con sus compañeros de trabajo al interpretar cualquier interacción con ellos como una posible amenaza. También evitan codearse con ellos en eventos sociales organizados por la empresa, como por ejemplo cenas o excursiones de compañeros de trabajo.
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7. Aferramiento a la zona de confort
Quienes están atrapados en este síndrome evitan los retos y no salen de su zona de confort. De hecho, este tipo de comportamiento es un indicador bastante fiable de que se padece síndrome del impostor, pues uno de sus rasgos más destacables es el miedo al fracaso, algo visto como inevitable cuando la tarea a realizar es nueva y no se cree poseer ni el conocimiento ni la experiencia necesaria para hacerla correctamente.
Por este motivo las personas que padecen síndrome del impostor son poco proclives a aceptar nuevas responsabilidades, así como intentar cosas nuevas en su puesto de trabajo o competir por promociones o aumentos. Así pues, podemos decir que el síndrome del impostor nos afecta haciendo que rechacemos oportunidades de crecimiento y mejora.
8. Falta de motivación
Otra forma que tiene el síndrome del impostor en afectarnos es quitándonos la motivación. Creer que uno no merece su puesto de trabajo o que va a durar poco en el mismo puede hacer que pierda las ganas de esforzarse o de crecer como profesional. La persona cree que no está en su mano el éxito que pueda tener en el trabajo, así que va perdiendo las ganas y el interés por expandir sus habilidades y conocimientos.
9. Inseguridad
El síndrome del impostor trae consigo, de forma casi indudable, inseguridad. Esta tiene relación con todos los aspectos que hemos visto hasta ahora, consistiendo en considerar que el trabajo que uno realiza no tiene la calidad suficiente. Para colmo, la sensación de que se va a hacer mal las cosas por causa de la inseguridad da, como resultado, que en efecto se hagan mal, dándose el fenómeno de la profecía autocumplida.
En otras palabras, pensar que no se vale para lo que hace, a pesar de sí valerlo, se traduce en una peor calidad del trabajo por falta de motivación y por la sensación de no valerlo.