¿Es posible cambiar la personalidad?

Veamos si hay la posibilidad de que la personalidad cambie o si nos limita siempre.

¿Es posible cambiar la personalidad?

La personalidad está entre los temas del mundo de la psicología que más interés suelen despertar a nivel popular.

Sin embargo, este interés suele ser algo ambivalente. Algunas personas se obsesionan con clasificar a los individuos en distintas categorías, de un modo similar al modo en el que se habla de los signos del zodiaco, creyendo que de esa manera tienen una comprensión más profunda del comportamiento humano; y otras piensan sobre todo en la idea de “romper” los límites de la personalidad o incluso de intercambiar un tipo de personalidad por otro, normalmente asumiendo que esto permite experimentar un proceso de mejora como ser humano, aumento de la madurez psicológica superando las limitaciones iniciales.

Precisamente de eso trata este artículo, de si es posible cambiar la personalidad, una cuestión que, dependiendo de cómo la respondamos, puede incluso prevenir o propiciar la aparición de problemas de salud mental si se dan algunas circunstancias.

¿Puede la personalidad de una persona cambiar?

Muchas personas llegan a un punto en el que, a causa de la frustración que genera el notar que no son capaces de aprender de sus errores o crecer como seres humanos, el problema es su personalidad, su “manera de ser” en general.

Del mismo modo, hay quienes se frustran al notar que una o más personas de su círculo social más cercano, como los familiares, los amigos o incluso su pareja, no son capaces de mejorar, de ofrecer su mejor versión, y asumen que la causa de que esas relaciones son decepcionantes por la personalidad de esos individuos.

En ambas experiencias, tanto cuando nos sentimos mal con nosotros mismos o cuando nos sentimos mal estando al lado de alguien, suele aparecer esa sensación de que hay cosas que lamentablemente parecen no cambiar nunca, y esperar progresos en la manera de comportarse de alguien que lleva años mostrando repetidamente una serie de defectos muy claros supondría autoengañarse o caer en un optimismo ingenuo. Es decir, que habría “viejos vicios” o características de la personalidad que son inmutables.

Ahora bien, otras personas asumen que realmente todo depende del contexto en el que vivamos, y de los aprendizajes que vayamos realizando a lo largo de la vida. Desde esta perspectiva, el ver cómo alguien parece no cambiar incluso aunque vayan pasando las décadas no aportaría mucha información relevante acerca de su potencial para mejorar o progresar positivamente en algún aspecto de la vida, porque la simple sucesión de los años no significa que tenga oportunidades para exponerse a vivencias que le permitan aprender.

Así pues... ¿existe la posibilidad de que cambie la personalidad de un ser humano? La respuesta a esta pregunta tan común es tan breve como frustrante: sí y no. Por un lado, se sabe que la personalidad está lejos de ser algo inmutable, y lo normal es que muchas de sus ascetas y de sus dimensiones vayan variando a medida que el sujeto a creciendo, transitando por la vida. En este sentido, el primero de los puntos de vista que hemos visto aquí no está en lo cierto.

Sin embargo, también se sabe que la personalidad no depende enteramente del contexto; hay rasgos psicológicos latentes en cada individuo que nos predisponen a comportarnos de un modo u otro y que, en cierta manera, hacen posible predecir parte de nuestros patrones de conducta. Así pues, el segundo punto de vista tampoco acierta del todo.

Lo cierto es que la personalidad es, por el modo en el que ha sido definido a través de décadas de investigación en Psicología, un conjunto de elementos estables, por un lado, y dinámicos, por el otro.

¿Qué implica tener un tipo de personalidad u otro?

La manera más adecuada de entender la personalidad consiste en visualizarla como una serie de predisposiciones psicológicas que nos hacen tener más o menos incentivos para comportarnos de una determinada manera. Los distintos tipos de personalidad quedan conformados principalmente en la etapa final de la infancia y la etapa inicial de la adolescencia, pero a partir de ese punto, normalmente varían ligeramente a lo largo de la vida, y en algunos casos cambian significativamente.

Ahora bien, eso no significa que el rango de habilidades que podemos aprender o de acciones que podemos realizar sea muy poco variado; los tipos de personalidad son lo suficientemente abiertos como para dar lugar a muchísimas oportunidades para superar nuestros problemas y todo aquello que percibimos como limitaciones personales.

No es que si alguien tiene una personalidad introvertida no sea capaz de hacer tareas propias de las personas muy extravertidas (por ejemplo, dar una charla en público), es que no se sentirá tan bien al hacerlo, o puede que lo pase mal y no quiera repetir la experiencia. Del mismo modo, si se dan ciertas condiciones, alguien con una extraversión muy marcada también puede llegar a ser “funcional” comportándose de un modo similar a como lo haría una introvertida (por ejemplo, leyendo libros sin salir de casa durante una cuarentena), pero tendría menos motivos para involucrarse activamente en hacer que esa experiencia sea espontánea y fluida.

Nótese que en ambos casos sujetos con personalidades casi opuestas pueden aprender a adaptarse adecuadamente al desafío que tienen por delante, pero cada una de ellas presentará inclinaciones muy distintas en cuanto a sus preferencias y habilidades. De ese modo, aunque las dos sean capaces de hacer algo que no casa bien con su personalidad (siempre que no estemos hablando de procesos de entrenamiento en deportes de élite o retos de ese tipo, en los que solo destacan los mejores de cada categoría), lo que cabe preguntarse es si les compensa hacerlo.

Alguien extravertido no nace sabiendo hablar muy bien en público, pero tiene una serie de rasgos psicológicos que lo predisponen a aprender a desenvolverse bien en esas situaciones, y a exponerse a esas cada ve que tenga oportunidad; igualmente, un sujeto introvertido tendrá muchas más oportunidades de involucrarse en tareas filosóficas o creativas, que involucren el manejo de procesos psicológicos privados e internos, de modo que se aburrirá mucho menos cuando a su alrededor “no haya nada que hacer”.

La diferencia entre crear una personalidad nueva y moldear la que ya tienes

Con lo que hemos visto, ya podemos llegar a una conclusión: si nos preocupa mucho el tema de si podemos cambiar nuestra personalidad o si puede cambiar la personalidad de alguien importante para nosotros, seguramente es porque estamos enfocando mal el problema. Lo que entendemos por personalidades realmente un constructo psicológico que agrupa predisposiciones muy abstractas y adaptables según las circunstancias; sin embargo, lo más seguro es que aquello que hemos identificado como problemático en los patrones de comportamiento de una persona sea algo bastante concreto.

Por ejemplo, el no saber gestionar bien las discusiones no es en sí un tipo de personalidad, sino un problema en sí mismo; es cierto que quienes presentan una tendencia al neuroticismo en cuanto a su personalidad tienden a tener más probabilidades de reaccionar de una manera excesivamente hostil al notar que alguien no comparte su punto de vista acerca de qué hacer, pero ello no implica que estén mentalmente programados para comportarse así. Del mismo modo, alguien que destaque por ser muy poco neurótico (es decir, estar en el extremo opuesto de esa dimensión de la personalidad) puede llegar a tener menos incentivos para expresar su desacuerdo con algo: ¿es eso gestionar mejor las discusiones? Es debatible.

En definitiva, si te has obsesionado con la idea de si se puede cambiar la personalidad, lo mejor que puedes hacer es fijarte en que esto es un falso problema: lo que realmente quieres cambiar de ti es un patrón de comportamiento específico ligado a una clase de situaciones más o menos fáciles de definir. Si bien la personalidad suele cambiar poco y, cuando lo hace, normalmente no es debido a que nosotros lo hayamos hecho deliberadamente, los patrones de conducta concretos sí son bastante modificables, sobre todo si se interviene sobre ellos desde la psicoterapia. Así pues, acota tu objetivo de cambio y no te frustres manteniendo un foco demasiado general y abstracto.

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Javier Ares Arranz

Javier Ares Arranz

Psicólogo especialista en Depresión, Ansiedad y Pareja.

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Madrid
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Soy Javier Ares, Psicólogo General Sanitario, y me especializo en el tratamiento de la ansiedad, las alteraciones emocionales, y las crisis de pareja. Puedo atenderte de manera presencial o a través de sesiones de videollamada.

  • Corr, P.J.; Matthews, G. (2009). The Cambridge handbook of personality psychology. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Eysenck, H.J. (2006). The biological basis of personality. Piscataway (N.J.): Transaction Publishers.
  • Gimero-Bayón, A. (1996). Comprendiendo cómo somos: Dimensiones de la personalidad. Bilbao: Desclée de Brouwer.

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Psicólogo General Sanitario con diferentes estudios de posgrado que avalan su especialización en Terapia Cognitivo Conductual y técnicas de Tercera Generación para el tratamiento de la depresión, los trastornos de ansiedad, terapia de pareja y habilidades sociales.

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