Resulta completamente innegable el gran impacto que tiene la tecnología en nuestro día a día. Sin importar la edad o la profesión que tengas, se ha convertido en nuestra mano derecha al ofrecernos soluciones más rápidas y prácticas. No obstante, aunque es cierto que ha traído consigo efectos positivos, no nos podemos olvidar de la avalancha de efectos nocivos que esta tiene, sobre todo en nuestra salud mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un “estado de completo bienestar físico, mental y social”. Por ello, al igual que se le da importancia a la salud física y no nos cuesta acudir al médico cuando nos duele algo, debemos comenzar a resaltar el valor de un correcto estado de salud mental y dirigirnos a un profesional ante un malestar psicológico. Resalto esto ya que la salud mental a nivel europeo ha empeorado en los últimos tiempos y las nuevas tecnologías juegan un papel importante a la hora de cuidar nuestra salud mental.
¿Cómo afecta la tecnología en la salud mental? ¿Afecta a todo el mundo por igual? ¿Hay algún colectivo que sea más vulnerable a esto? ¿Hay alguna edad donde las tecnologías puedan causar más daño a la salud mental? Si te interesa la respuesta a estas y muchas otras preguntas, has llegado al sitio adecuado. En el artículo de hoy, basándonos en evidencia científica, veremos los distintos efectos que tiene este nuevo mundo lleno de pantallas en la salud mental de la población.
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La ansiedad y la depresión en el mundo de las redes sociales.
Si te sientas un día cualquiera en el banco del parque más cercano de tu casa y simplemente dedicas media hora a observar el comportamiento de las personas que pasan por allí, te darás cuenta que estamos completamente inmersos en las nuevas tecnologías. Casi todo el mundo tiene un teléfono móvil, lleno de notificaciones de forma constante, el cual nos exige estar en un estado de alerta ininterrumpidamente. Muchas son las personas que se sienten encadenadas al móvil, e incluso al salir de casa sin este aparato, se sienten desnudas, como si les faltara algo. Estos sentimientos han generado un aumento de la sintomatología ansiosa y depresiva que analizaremos en más detalle.
1. Sintomatología ansiosa
Según la OMS, en 2019, 301 millones de personas sufrían un trastorno de ansiedad, entre ellos 58 millones de niños y adolescentes. A raíz de la pandemia por COVID-19, este número ha aumentado notoriamente. Los números son alarmantes pero lo más preocupante reside en que la ansiedad cada vez aparece antes, llegando al punto en el cual el 50% de la sintomatología ansiosa se inicia antes de los 14 años. Teniendo en cuenta que los adolescentes de hoy en día son aquellos que han crecido rodeados de pantallas, no es de extrañar que sean uno de los colectivos más vulnerables a la influencia de las nuevas tecnologías.
Para poder comprender el elevado número de casos de ansiedad, debemos hablar sobre las redes sociales. Instagram, Facebook, Tik Tok, WhatsApp, entre otros, han modificado la manera en la que nos comunicamos y, en general, la forma en la que vemos el mundo. El intercambio rápido y fácil que se genera al dar me gusta en las distintas plataformas o al mandar un mensaje, genera ansiedad respecto a la imagen corporal, la búsqueda de aceptación por parte de otros y sentimientos de soledad.
Yendo un paso más allá, el uso incorrecto de las redes sociales crea un estado de control, que a su vez, genera ansiedad. En muchas de las famosas plataformas, sabemos si alguien está conectado, cuando fue la última vez que se conectó, si ha leído un mensaje, si nos ha ignorado, si está con otra persona, entre otras muchas cosas. Todo esto genera ideas obsesivas y mucha ansiedad, donde nos hace pensar en él por qué una persona no nos contesta, empezamos a decir cosas negativas de los demás y por supuesto, puede dañar relaciones interpersonales.
2. Sintomatología depresiva
Al igual que ocurre con la ansiedad, la sintomatología depresiva se ve incrementada debido al uso de los aparatos electrónicos. De hecho, diversas investigaciones relacionan el aumento de horas en los teléfonos, con un mayor riesgo de desarrollar depresión. En especial, los jóvenes hoy en día pasan mucho más tiempo conectados con sus compañeros a través de los móviles que en la vida real. Aquí es donde muchos profesionales subrayan que el aislamiento social que padecen una gran parte de los adolescentes se debe a esta falta de satisfacción que se siente al comunicarse con alguien presencialmente.
Otra teoría que respaldan los expertos sobre el aumento de depresión es la baja autoestima que se genera al compararse con otros usuarios en las redes sociales. Muchos jóvenes pecan en comparar sus vidas, su cuerpo, su inteligencia, su creatividad, sus amigos, familia, entre otras, con personas que a simple vista parecen ser más guapas, populares, y exitosas. Pero esto no se queda aquí. Muchos consumidores pasan horas pensando en qué foto publicar para hacer creer a otros que tienen un cuerpo y una vida perfecta. Ese miedo a ser rechazado al crear expectativas demasiadas altas en las redes sociales, genera sentimientos de tristeza y depresión entre los más jóvenes.
Los casos de trastornos de conducta alimentaria (TCA)
Hoy en día, las redes sociales se han convertido en un escaparate de cuerpos perfectos y vidas exitosas, donde muchos jóvenes lo utilizan como espejo para comparar sus propias vidas con aquellas completamente irreales que impregnan las distintas plataformas. Debido a esto, las redes sociales se han convertido en un trampolín directo hacia los trastornos de conducta alimentaria.
Partiendo de la base que la adolescencia es una época complicada, donde estás en puro proceso de autoconocimiento, de romper con las normas establecidas, de buscar tu propia identidad, donde lo que dice el prójimo pesa mucho y las preocupaciones se llevan a extremos, el uso inadecuado de redes sociales puede ser una bomba de relojería y un factor de riesgo para desarrollar un TCA.
Una persona que sufre un trastorno de la conducta alimentaria, crea una hipersensibilidad a los estímulos de su alrededor, donde los amigos, la familia y el contenido que consume pesan mucho más de lo que deberían. A esto se le suma el uso de dichas plataformas para buscar la aprobación y la aceptación de los demás, dejando de lado tus propios ideales e intentando alcanzar esa perfección que la sociedad exige: delgada, guapa, con muchos amigos, con pareja, exitosa, popular, etc.
Dentro de los trastornos de la conducta alimentaria, el uso de las tecnologías y las redes sociales ha aumentado significativamente uno en concreto llamado ortorexia. Se caracteriza por un comportamiento obsesivo hacia los alimentos catalogados como “buenos” y “malos” por algunos perfiles que supuestamente son expertos en nutrición y entrenamiento. La conducta obsesiva de este trastorno llega a tal punto que solo el hecho de escuchar o leer cosas negativas sobre un aliento, sin basarse en evidencia científica ni plantearse la fuente de información, hace que las personas que lo padecen lo eliminen por completo de su dieta.
Cuando hay un verdadero profesional detrás, el riesgo de desarrollar este trastorno es mucho menor. Con el uso de las tecnologías, se abre una puerta fácil a todo tipo de información proveniente de cualquier fuente o persona. Las consecuencias de ponerse en manos de uno u otro son inmensas, y actualmente, son cada vez más los jóvenes que se ponen en manos de personas que suben un vídeo de 20 segundos sobre qué comer y que no comer para adelgazar 5 kilos en una semana.
La ortorexia lleva a las personas a alejarse de su círculo cercano, siendo incapaces de participar en actividades relacionadas con comida, y se vuelven intolerantes a escuchar opiniones de otras personas relacionadas con la nutrición y el entrenamiento. Esto implica un deterioro en la calidad de vida, con una importante repercusión en el trabajo, los estudios, las amistades, la familia o la pareja, y por supuesto, mucho sufrimiento psicológico y poca estabilidad emocional.
Es de gran importancia que los padres, tutores, entrenadores, profesores, sirvan como referentes y pilares fundamentales para proporcionar a los jóvenes las herramientas necesarias para advertir acerca del mal uso de las redes sociales. Con esto, se consigue proteger a los niños y adolescentes de los distintos trastornos de la conducta alimentaria y en definitiva, se consigue mejorar la calidad de vida y salud mental de los mismos. La educación e información sobre el funcionamiento de nuestro cuerpo, las propiedades nutricionales de los alimentos, la importancia del ejercicio físico para la salud mental, la importancia de la autoestima y el quererse son unas de las mejores formas de prevenir este tipo de conductas.