El problema de la ansiedad desbordada: ¿cómo debe gestionarse?

La ansiedad es, tal vez, la gran pandemia del siglo XXI.

Problema ansiedad desbordada

La actividad motora está siempre en estrecha relación con el conjunto de la actividad mental. Su estudio semiológico es particularmente importante ya que es una de la maneras más inmediatas, en ocasiones la primera, para conocer al paciente y observarlo muy objetivamente.

La última pandemia, como nunca en la Historia de la Humanidad, ha puesto a prueba, en profundidad y extensión, las últimas reservas de sosiego de la persona –sosiego, particularmente del pueblo español, que Velázquez debió pintar-.

El enclaustramiento

El enclaustramiento institucional impuesto en el periodo de pandemia trajo consigo reacciones complejas. Podemos distinguir:

  • El enclaustramiento voluntario, que siempre es un trastorno de la actividad que consiste en el rechazo de la persona a participar en la vida social, lo cual se objetiva en un estrechamiento del campo de su existencia a una porción de espacio muy limitada y cerrada. Existe un enclaustramiento activo, propio de los nosofóbicos (fobias hipocondríacas) que consiste en un temor obseso-fóbico al coronavirus. Este enclaustramiento es puramente defensivo. El enclaustramiento es pasivo cuando la barrera material está poco o mal organizada y las relaciones con el mundo son vistas bajo el signo de la desgana o de la indiferencia por misantropía neurótica agravada en el coronavirus por la aversión al trato con los demás.

  • El enclaustramiento institucional impuesto, que ha permitido a la psicología realizar una serie de estudios -de los que no es este lugar para profundizar-, ya que en esos momentos pudo estudiarse a la persona en circunstancias como nunca se dan en la vida ordinaria, e igual que un experimento crucial, quedan a descubierto los mecanismos fisiológicos y psicológicos del ser humano.

La pandemia de ansiedad

Entre los trastornos que con más frecuencia se dieron en la última pandemia , la ansiedad ocupa un lugar primordial. La ansiedad vital o círculo de la vitalidad –como le gustaba denominarla a López Ibor- es un estado de ánimo parejo, si no idéntico, a los términos que en castellano viejo se definían como “angustia”, “fatiga” y “congoja”.

Estos términos nos sitúa en el problema mismo de la emoción, que por lo tanto sería el punto central del problema En la etapa de la pandemia, los estados de fatiga se dieron en gran escala, lo cual es cierto, pero lo es también que la causa desencadenante no fue principalmente el esfuerzo físico de estar enclaustrado en una porción de espacio muy limitada y cerrada, sino el reiterado traumatismo psíquico, en ocasiones de gran intensidad, de recibir noticias del número de fallecimiento que día a día iban contabilizándose.

Si comparamos un conflicto bélico con la pandemia, es fácil adivinar que los estados de fatiga se darían en gran escala. Precisamente la pandemia, por tratarse de un estado de “enclaustramiento institucional impuesto ”, evitaría una serie de sufrimientos físicos que se dan en las tropas de combate, pero lo que caracteriza a la persona que padece de enclaustramiento impuesto durante la pandemia en relación a un soldado en el campo de batalla es precisamente la gran tensión afectiva. Y, ¿por qué enfermaban estas personas que se encontraban en sus hogares durante la pandemia?

Un soldado por las sucesivas experiencia de combate, pierde confianza en su aptitud para defender una cosa preciada: la vida individual. La persona, que en estado de pandemia padecía ansiedad tenía por finalidad substraerle de algo que le amenazaba y del que no puede defenderse más que con el enclaustramiento –es lo que hemos denominamos “enclaustramiento activo”: de tipo agresivo cuando la persona establece sus relaciones con el entorno de una manera hostil alegando defenderse-.

Sin embargo, esta coacción externa –del estado de la nación- que se opone a la huida –escapar, haciendo lo que sea, del agente infeccioso allí donde lo hubiere-, exige un esfuerzo constante por parte de la persona para inhibir y controlar esta ansiedad. Al suceder nuevos traumatismo psíquicos –comunicados oficiales de bajas diarias a causa del agente infeccioso-, la persona va perdiendo poco a poco su fuerza inhibidora, la ansiedad domina cada vez más y acaba convirtiéndose en una energía ingobernable que desintegra el control emocional del individuo.

Contemplada así la situación, la ansiedad –en el campo de batalla- pasa, por consiguiente, de un estadio en el que constituye una respuesta biológica, con la finalidad de mantener el organismo alerta y preparado para la huida, a una fase patológica que es autodestructora–aquí el enclaustramiento institucional e impuesto es siempre, y así se consideraría, un síntoma importante que traduce perturbación grave y profunda de la actividad mental-.

La ansiedad en la vida

Una pregunta surge fácilmente. Este mecanismo ocurre o puede ocurrir en los graves traumas psíquico como fue durante la pandemia, pero ¿qué sucede en la vida ordinaria? Exactamente lo mismo. Las reacciones de ansiedad que presenta la persona en estado de enclaustramiento institucional unido al reiterado trauma psíquico del número de bajas por el coronavirus, son las mismas que pueden ofrecer cualquier otra persona en la lucha con la dura realidad pero vistas bajo una lente de fuerte aumento –el autor, en su ejercicio profesional, ha podido contrastarlo reiteradas veces por no escatimar, para una psicología de la vida cotidiana, la tarea de desenmascarar al paciente. La vida ordinaria, precisamente por ser tan real, está mediatizada por cantidad de mentiras, de engaños, y de autoengaños que al desenmascarar producen ansiedad-.

Pero esto aún no es el problema crucial, sino ¿cómo se produce la reacción desbordada? porque el problema de la ansiedad no puede reducirse a un problema meramente fisiológico, porque además de no ser constante –la ansiedad nunca es constante- no es causa, sino expresión objetivable del disturbio central, que no es otro que el tener que hacerse cargo de su situación, lo que quiere decir resolver el problema de ¿cómo tengo que vivir?, ¿por qué mi esfuerzo?, ¿para que vivir?, ¿quién soy de verdad?, ¿qué tengo que hacer con mi vida? y ello a pesar del posible éxito social o profesional.

Y lo más importante: ¿qué camino elegir? Porque no vivo para encontrarme bien de salud, sino que estoy bien de salud y quiero seguir estándolo para realizar cosas con mi vida. Y la reacción desbordada, es ese acontecimiento patológico de naturaleza psiconeurótica que me impide distinguir entre la fatiga matutina y depresión matutina, cuando en realidad, el problema es el contrario, porque en la base de estos estados hay un factor común y que entre los síntomas destaca fundamentalmente la ansiedad.

Volvemos de nuevo al problema de la emoción, porque mientras el animal se encuentra estructurado con su mundo correspondiente, la persona ha abandonado este circulo de existencia biológica, y se ve en la ineludible obligación –ya lo dijimos- de resolver el problema de su existencia.

¿Y qué quiere decir resolver el problema de su existencia?, que tiene que darle sentido a su vida. No importa la distinción que hagamos de los distintos tipos de enclaustramiento (institucional impuesto o voluntario), el enclaustramiento, aunque siempre es un síntoma importante, que puede interpretarse como perturbación, también puede utilizarse para dar valor a las cosas de este mundo, y a eso, también, se llama su sentido; por consiguiente, decimos que sentido es aquello por lo que una cosa entra en el mundo de los valores –independientemente del distingo que hagamos del ¿por qué? y el ¿para qué? del enclaustramiento-, se engrana en el conjunto de estos y forma con ellos un todo armónico.

Pero claro, los valores no existen sino para sujetos dotados de la capacidad estimativa, del mismo modo que la igualdad y la diferencia sólo existen para personas capaces de comparar. En este sentido, y sólo en este sentido, puede hablarse de cierta subjetividad en el valor y en el sentido que pueda darle a mi vida sin que el enclaustramiento pueda traducir una perturbación grave y profunda de la actividad mental. Considerada así, la ansiedad desbordada no sólo no es patológica sino realizadora, ya que impone a la persona una adaptación elástica a las posibilidades que se le ofrecen.

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Juan José Regadera. (2024, diciembre 23). El problema de la ansiedad desbordada: ¿cómo debe gestionarse?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/el-problema-de-la-ansiedad-desbordada

Doctor en Psicología

Murcia
Terapia online

Juan José Regadera es Doctor en Psicología con el Titulo Oficial de Psicólogo Especialista en Psicología Clínica y Psicólogo Especialista EuroPsy en Psicoterapia, además de Psicoterapeuta Acreditado por la FEAP. Especialista con 38 años de trabajo y más de 2.950 personas atendidas.

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