La mente humano es algo complejo de entender, siendo gran parte de su funcionamiento aún un gran misterio. Un ejemplo de ello es la autoconciencia, sobre la cual se tienen muy pocos conocimientos y cuyo estudio ha generado una gran diversidad de modelos y perspectivas, tanto a nivel científico desde la psicología como incluso filosófico.
Uno de los múltiples modelos o teorías al respecto es el llamado emergentismo, del cual vamos a hablar a lo largo de este artículo y cuyo principal axioma es el hecho de que “el todo es más que la suma de las partes”.
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Emergentismo: ¿qué es?
Se entiende por emergentismo una tendencia, modelo o paradigma filosófico caracterizado por consideración de que todo lo que existe, y todas las propiedades de la materia (incluyendo, en el caso de la psicología, de la mente y de nuestro ser) no puede derivarse únicamente de la suma de los elementos que los componen, sino que surgen y evolucionan a partir de ellos como un todo irreducible y generando sus propias leyes.
El emergentismo surge como contraposición a las teorías reduccionistas, que consideran que la realidad es explicable a partir de un único tipo de factores cuya suma simplemente da como resultado el fenómeno en concreto que se está analizando.
Considera que los diferentes fenómenos son multicausales, y que a partir de cada manera o nivel de organización superior van a emerger diferentes propiedades inexistentes en los componentes de niveles inferiores. Dichas propiedades forman parte pues del todo y no pueden explicarse a partir de los elementos que lo han constituido.
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Propiedades comunes
Si bien existen diferentes visiones y concepciones emergentistas en su mayoría comparten algunos elementos principales.
Para empezar uno de ellos es la existencia de sinergismo, o la creencia en que las propiedades del materia surgen de la cooperación de diversos elementos a partir de cuya interacción surgen diferentes propiedades y nuevos elementos. Dichas propiedades y elementos son más que la suma de sus componentes previos, no siendo reducibles o únicamente derivadas de ellos sino un producto nuevo y anteriormente inexistente.
El hecho de que surgen nuevas propiedades que no son reducibles a sus partes hace que, en realidad, lo que emerge no pueda ser predicho. Pese a ello existiría cierta coherencia entre elementos complejos a la hora de generar elementos a lo largo del tiempo.
Cuando vinculamos la emergencia a lo biológico, además, debemos tener en cuenta la existencia de un automantenimiento a través de la reproducción así como también la capacidad de autoorganización y la capacidad de ajustarse al entorno en el que los seres vivos habitan y a las demandas que tienen que hacer frente.
Dos tipos básicos
El emergentismo no es una teoría totalmente homogénea, sino que dentro de él pueden encontrarse diferentes posturas para entender la conciencia o los estados mentales. Destacan especialmente dos tipos de emergentismo: el emergentismo débil y el fuerte.
1. Emergentismo débil
Desde el emergentismo débil o emergentismo inocente se propone que un fenómeno elevado jerárquicamente, como por ejemplo la conciencia humana, es débilmente emergente con respecto a un dominio inferior, apareciendo a partir de dicho dominio.
Este tipo de emergentismo propone que es el desarrollo de nuevas estructuras físicas lo que genera la aparición de nuevas capacidades. Así, el surgimiento de capacidades se deben a la física, considerando que ignoramos las estructuras que permiten la emergencia de niveles de dominio superiores y es ello lo que impide que no podemos acabar de conocer el dominio superior en sí o su funcionamiento.
Se trata de una posición cercana al reduccionismo biológico, puesto que aunque lo emergente es más que la mera suma de las partes (sería producto de la evolución de estructuras), en el fondo se asume que es resultado de una nueva estructura. Es decir, en realidad se estaría asumiendo que es un producto de una “parte”.
2. Emergentismo fuerte
El denominado emergentismo fuerte propone que un fenómeno o dominio superior es altamente emergente con respecto a un dominio inferior del cual puede surgir, pero sin embargo no dicho dominio superior no puede ser explicable únicamente a partir de dicho nivel inferior.
Dicho de otro modo el proceso, dominio o elemento en cuestión puede derivarse en parte de estructuras preexistentes, pero no puede explicarse solo en base a ellas sino que su existencia excede a la mera suma de ellas. Además de ello, tiene una manera de funcionar ligeramente independiente de éstas. Lo nuevo se deriva del todo, no siendo explicable sólo por las partes que lo componen.
Un ejemplo en la psique humana
Tal vez las explicaciones anteriores sean de difícil comprensión al hacer referencia a aspectos más bien abstractos. Una manera más fácil de comprender esta postura es poner un ejemplo, que además puede servirnos para acercarnos a la aplicación del emergentismo en el ámbito de la psicología.
La conciencia, como sugiere el texto en el que se basa este artículo, es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, técnicamente cualquiera de las capacidades mentales superiores o incluso aspectos y constructos tales como la inteligencia o la personalidad nos serviría.
En el caso de la personalidad, tenemos que existe una gran parte de nuestra manera de ser que proviene de la herencia genética mientras que dicha herencia mientras que otro de los mayores factores que la explican es el de nuestras vivencias y el aprendizaje que hayamos realizado a lo largo de nuestra vida. Ni uno ni otro explican por completo como nos comportamos en la vida real (si consideráramos que es uno u otro factor estaríamos siendo reduccionistas), y ni siquiera su suma directa explica por sí mismo nuestro comportamiento (siendo algo que emerge de ellas pero no es totalmente reducible a ellas).
Y es que aspectos como la voluntad o la situación que estemos viviendo en el momento independientemente de nuestra tendencia natural de respuesta también tendrían una vinculación con ella, siendo aspectos que tampoco son meramente una suma de biología y experiencia sino que emergen de su interacción de tal forma que pueden incluso alterarlas por sí misma (nuestra personalidad y nuestra voluntad pueden alterar nuestra experiencia, que a su vez influye en la personalidad).
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