Inhibición latente: en qué consiste esta percepción de los estímulos

Este fenómeno está relacionado con nuestra manera de detectar asociaciones entre estímulos.

Inhibición latente

El condicionamiento clásico es una de las formas de aprendizaje más sencillas pero a la vez más poderosas que se conocen.

Dentro de este procedimiento, existen diferentes conceptos clave para comprender el potencial que tiene esta técnica, y uno de ellos es el de la inhibición latente. A través de estas líneas entenderemos mejor en qué consiste y cuál es su importancia.

¿Qué es la inhibición latente?

La inhibición latente es un concepto propio del condicionamiento clásico y hace referencia al hecho de que un estímulo familiar para el sujeto es más complicado de convertir en un estímulo condicionado o en una señal frente a otro que ese individuo aún no conoce y por lo tanto resulte neutro para él.

La clave para entender el fenómeno de la inhibición latente es pararnos un momento a pensar la inabarcable cantidad de estímulos a la que nos vemos sometidos desde que comenzamos el día hasta que nos acostamos. Por los cinco sentidos nos llegan ingentes cantidades de datos, pero frente la mayoría de ellos estamos tan habituados que no les damos la más mínima importancia. Simplemente están ahí.

Ese sistema de filtrado automático de nuestro cerebro es la llamada inhibición latente. Por ello, si pretendemos condicionar a la persona utilizando cualquiera de esos estímulos, que ya ocurren normalmente en su día a día, va a ser complicado que lo asocie a la respuesta que estamos buscando, porque su sistema perceptivo lo filtrará del esquema y le costará establecer una asociación.

Si no contáramos con este mecanismo, constantemente estaríamos sufriendo de procesos de asociación entre estímulos que poco o nada tendrían que ver, simplemente porque ocurrirían en nuestro día a día, en lapsos de tiempo cercanos, pero afortunadamente la inhibición latente actúa como protección ante esa hipotética posibilidad de asociación indiscriminada, que generaría más de un quebradero de cabeza en nuestra rutina diaria.

El estudio original

El concepto de inhibición latente fue descubierto por los psicólogos Lubow y Moore, en un estudio publicado en 1959, donde explican este fenómeno, observado en condiciones de laboratorio. En su experimento, dividieron a los sujetos en dos grupos. Al primero de ellos le presentaron el estímulo neutro, sin ir seguido de ninguna consecuencia.

Tras la habituación, comenzaron la segunda fase, en la que, tanto al primer grupo como al segundo, se les presentaba, primero el estímulo neutro (al que ya había sido expuesto el primero de los grupos, pero que resultaba novedoso para el segundo) y después, el estímulo incondicionado. Una vez hecho esto, compararon los resultados de los condicionamientos logrados.

Efectivamente, su predicción se cumplía. Se observó una mayor dificultad para lograr convertir el estímulo neutro en estímulo condicionado en aquellos individuos que ya habían sido expuestos previamente a él, pues ya estaban habituados a él y por tanto les resultaba más difícil establecer la asociación entre ambos eventos.

En cambio, para los sujetos del segundo grupo, el condicionamiento fue muy sencillo, pues al no conocer de antemano el estímulo neutro, no se había generado en ellos la inhibición latente y por lo tanto no tuvieron problema alguno en establecer rápidamente la asociación entre el estímulo neutro y el estímulo incondicionado, convirtiendo por lo tanto el estímulo neutro en estímulo condicionado.

Diferentes teorías que la explican

Una vez conocemos cómo funciona el fenómeno de la inhibición latente, podríamos preguntarnos cuál es su explicación, por qué sucede así, no solo en los seres humanos sino en numerosas especies de mamíferos en los que se ha demostrado que existe, por lo que quiere decir que dicho mecanismo proviene de un ancestro común muy anterior a todos nosotros.

Para intentar dar una explicación plausible a la explicación de este mecanismo, se han expuesto diferentes teorías. Una de ellas mantiene que, tras un estímulo neutro, que no va seguido de ninguna consecuencia relevante, nuestro cerebro asigna una reducción en la asociatividad de dicho estímulo, por lo que pasa a quedar en un segundo plano de ahí en adelante, atenuando los procesos atencionales en relación a ese estímulo.

Por otro lado, una teoría diferente argumenta que en realidad, frente al estímulo neutro sí se establecería una asociación (a que no ocurra nada), y por lo tanto, al presentar ese estímulo a dos grupos, uno que sí lo ha percibido antes y otro que no, antes de presentar el estímulo incondicionado, el primer grupo lo tendrá más difícil porque ya existe una asociación previa que ahora está compitiendo con la nueva, mientras que para el otro grupo sería una única asociación y por lo tanto resultaría más sencilla.

Inhibición latente alta y baja

Ya hemos visto que la inhibición latente es un mecanismo muy útil con el que contamos para desechar toda la información a la que somos expuestos en cada momento y que no resulta útil para nuestra actividad normal. Esto es lo que se consideraría contar con una inhibición latente alta, es decir, que funciona con normalidad y filtra correctamente todo aquello que no nos es útil en ese momento.

Sin embargo, no todas las personas cuentan con esta habilidad correctamente desarrollada, y existen individuos que tendrían lo que se conoce como una inhibición latente baja. Estas personas, en lugar de discriminar entre aquellos estímulos que nos son útiles y los que no, no establecen filtrado alguno y por lo tanto procesan cada uno de los que se les van presentando a cada instante, y ya hemos visto que se trata de una cantidad colosal de estímulos.

Esta situación, obviamente, presenta un problema para la persona que la padece, y es que el nivel de actividad mental requerido para esta titánica tarea es descomunal. Por eso, no es de extrañar que, ante esta avalancha de información, sin cribado alguno, el cerebro de un individuo con baja inhibición latente pueda llegar a colapsar.

No todas las personas con esa condición cuentan con la fortaleza que requiere una tarea así, por lo que es importante que estos individuos trabajen para mejorar sus capacidades de atención y focalización, pues mantener esa agotadora actividad durante mucho tiempo puede generarles desde un sentimiento de frustración constante hasta patologías más serias.

Baja inhibición latente e inteligencia

La parte buena de la problemática planteada en el punto anterior es que, si los individuos con inhibición latente baja llegan a controlar esa capacidad de enfoque para centrarse cada vez en los estímulos que importan en ese momento, pasarán a contar con una importante ventaja respecto a los individuos de inhibición latente alta, puesto que podrán ser capaces de prestar atención a todos los estímulos que están ante ellos y que la mayoría de los personas pasaríamos por alto sin ni siquiera reparar en su existencia.

Imaginemos, por ejemplo, la labor de un policía o un detective con este tipo de capacidades, analizando todas las condiciones de la escena de un crimen, prestando atención a cada pequeño detalle, muchos de los cuales serían casi invisibles para los ojos de sus compañeros, de alta inhibición latente. Este es solo un ejemplo, pero lo cierto es que estas personas contarían con una gran ventaja en casi todas las situaciones.

De hecho, aunque este fenómeno se estudia desde que se descubrió el concepto de inhibición latente como tal, se pueden encontrar referencias a la misma idea en estudios muy anteriores, como los del filósofo canadiense Marshall McLuhan en los años 60, e incluso mucho antes, en los inicios de la escuela de la Gestalt, a comienzos del siglo pasado.

Lo que es importante tener claro es que, generalmente, las personas con baja inhibición latente y la suficiente fortaleza mental para soportar esta condición, son personas de grandes capacidades intelectualmente, pero esto no implica que todos los genios cuenten con esa condición, ya que no ha de ser siempre necesariamente así. Pero, si conocemos a una persona con un talento muy destacado y especial en algún campo, no es descabellado pensar que sea un individuo con una inhibición latente baja.

Fisiología y bases neuronales

Los estudios sobre inhibición latente también dejan claros otros hechos interesantes. Por ejemplo, queda demostrado que la dopamina, así como sus agonistas y sus antagonistas, tienen un efecto directo sobre la tasa de inhibición latente del individuo. En este sentido, pacientes con patologías como la esquizofrenia, presentan de base una baja inhibición latente, pero al ser medicados con antipsicóticos, como el haloperidol, esta tasa se ve incrementada significativamente.

Esto explicaría, al menos en parte, el efecto producido por este tipo de psicofármacos, que parecen relajar en extremo al paciente y reducir considerablemente su capacidad atencional, haciendo que deje de analizar toda la información sensorial que le llega, pudiendo focalizarse solo en aquellos estímulos pertinentes.

Por el contrario, si se le administra a un sujeto una sustancia agonista de la dopamina, como pueden ser las anfetaminas, obtendremos justo el efecto inverso, reduciendo totalmente la inhibición latente y generando que la persona capte hasta el último de los estímulos que le están llegando a sus cinco sentidos, prestando atención a cada uno de ellos, con el esfuerzo mental que ello implica.

Referencias bibliográficas:

  • Daza, M.T., López, G., Álvarez, R. (2002). Procedimientos experimentales en el estudio de la inhibición latente en humanos. International Journal of Psychology and Psychological Therapy.
  • De la Casa, L.G. (2002). La inhibición latente como un procedimiento de análisis del proceso atencional ante estímulos irrelevantes. Revista de psicología general y aplicada.
  • Lubow, R.E., Moore, A.U. (1959). Latent inhibition: the effect of nonreinforced pre-exposure to the conditional stimulus. Journal of Comparative and Physiological Psychology.
  • Serra, F.F., De la Casa, L.G. (1989). Una revisión teórica de los intentos explicativos del fenómeno de la inhibición latente. Revista de psicología general y aplicada.

Luis Martínez-Casasola (Madrid, 1988) se licenció en Psicología en la UAM y cuenta con un máster en Psicología Forense por la URJC y el COP de Madrid, así como con una especialización en recursos humanos. Tras varios años de experiencia en la redacción de contenidos web, ahora colabora como divulgador para medios especializados en el ámbito de la Psicología y la salud.

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