Los seres humanos somos seres emocionales y las emociones dan sentido a nuestra vida. De hecho, las emociones tienen una función adaptativa que nos han resultado útil para la supervivencia.
Sin embargo, no saber gestionarlas correctamente puede influir negativamente en nuestro bienestar, por eso es importante saber identificarlas y regularlas, para que podamos vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás.
En este sentido, tan importante como el apego es el desapego; aquello que nos permite no tener que anclar nuestra felicidad a cualquier elemento que no depende de nosotros (por ejemplo, las vidas de quienes nos rodean). Por eso, en este artículo daremos un repaso a las leyes del desapego y a cómo pueden ser aplicadas a la vida.
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La liberación emocional
Las emociones influyen en nuestro pensamiento, nuestra conducta e incluso nuestra salud mental, y por eso la psicología se ha interesado por su estudio durante décadas. Hoy en día, es frecuente hablar validación emocional, equilibrio emocional o liberación emocional.
Este último término tiene que ver con dejar ir aquellas emociones negativas, conectar con nosotros mismos y empoderarnos frente a la vida. Es lo que, en el Psicoanálisis Freudiano, se conocía como catarsis.
- Puedes saber más sobre la catarsis en nuestro artículo: "Catarsis: el proceso de liberación emocional"
¿Qué es el apego?
Otro concepto que ha interesado a muchos psicólogos es el apego, es decir, el vínculo afectivo que formamos con otras personas a lo largo de nuestra vida, primero con nuestros padres y después con amigos, nuestra pareja y nuestros hijos.
El apego es, en un primer momento, la manera en la que aprendemos a vincularnos emocionalmente con los demás, lo cual en la práctica significa que esas personas son nuestros padres o madres. Dichas figuras de referencia son nuestros mediadores con el resto del mundo, quienes nos permiten no solo sobrevivir en nuestra infancia, sino también aprender acerca del resto de aspectos de la realidad. Y este aprendizaje incluye, también, el hecho de interiorizar ideas acerca de cómo funcionan las relaciones interpersonales: qué podemos esperar de los demás y cómo reaccionan los demás a lo que hacemos.
A partir de este primer aprendizaje surgido a partir de la interacción con nuestros padres, aprendemos también a relacionarnos con otras personas. De aquí que el apego generado en la relación paterno-filial se proyecte también en cómo nos comportamos ante nuestros amigos, compañeros, potenciales parejas, etc.
Existen distintos tipos de apego, algunos sanos y otros tóxicos.
- La teoría del apego se hizo famosa gracias a John Bowlby, si quieres profundizar en este tema, puedes leer nuestro post: "La Teoría del Apego y el vínculo entre padres e hijos"
El desapego y el “Yo conceptual”
El apego de por sí, no es malo. Los lazos con nuestros familiares nos permiten crecer y desarrollarnos. Pero las personas tenemos la increíble habilidad de no solo apegarnos a personas (algunas de ellas no nos favorecen), sino que lo hacemos también con objetos y, peor aún, con nuestras propias narraciones, lo que se conoce como “yo conceptual”, que es consecuencia directa de cómo empleamos el lenguaje.
“Yo soy así, esto ha de ser de esta manera, etc” son algunos ejemplo de cómo lo que nos decimos a nosotros mismos tiene un componente valorativo y, por tanto, emocional. El apego a nuestras creencias, nuestros pensamientos, nuestros recuerdos y, en definitiva, nuestros eventos privados puede provocarnos un intenso dolor si no somos conscientes de ello. Especialmente, cuando estos recuerdos están constantemente apareciendo en nuestra cabeza sin control.
Las leyes del desapego
Pero, ¿qué podemos hacer para evitar esto? ¿Cómo podemos ser conscientes y desapegarnos de estas emociones tóxicas? A continuación puedes encontrar 5 leyes del desapego que te ayudarán a liberarte emocionalmente:
1. Trabaja tu “yo observador”
Muchas veces ocurre que nos metemos en un círculo vicioso en el que nos decimos cosas negativas a nosotros mismos porque pensamos que nuestras creencias son correctas. En realidad, muchas de nuestras creencias o valores tienen su origen en nuestra cultura.
Por ejemplo, hay que ser guapo, rico o casarse para ser feliz. Estos pensamientos, en realidad, nos convierten en personas realmente infelices. De hecho, ¿piensas que todo el mundo que tiene dinero o es guapo es feliz? Solo tienes que echar un vistazo a tu alrededor para comprobar que este tipo de afirmaciones son falsas.
Por eso, es importante trabajar la auto-observación y desprenderse del yo conceptualizado. En otras palabras, del apego hacia nuestras propias narraciones y nuestros propios pensamientos. Verlo desde otra perspectiva, sin juzgarnos, y darnos cuenta de que nuestros pensamientos y cogniciones son trozos de lenguaje, palabras, imágenes, etc, es el primer paso para lograr la liberación emocional.
2. Vive el presente
De nada sirve estar pensando en el futuro para lograr la liberación emocional. El yo observador nos puede hacer conscientes de lo que nos ocurre alrededor, pero hay que estar presente en cuerpo y alma en el aquí y el ahora.
Para desapegarnos de estas emociones que pueden resultar tóxicas, debemos conectar con nuestra experiencia presente, nuestras nuestros pensamientos, nuestras sensaciones...
3. Adopta una mentalidad no enjuiciadora
El presente nos lleva a un lugar que, a veces, vamos a querer evitar. Pero lo querremos evitar si nos valoramos negativamente. Para evitar esto, es necesario adoptar una mentalidad no enjuiciadora.
Por ejemplo, puedo pensar que sentir ansiedad es malo, cuando en realidad es algo normal, es algo que podemos sentir todas las personas. La mentalidad no enjuiciadora no emite juicios de valor, no critica, simplemente observa y deja pasar.
4. Acéptate
Por tanto, la clave está en la aceptación, aceptarnos como somos y aceptar lo que ocurre a nuestro alrededor. Aceptar que lo que muchas veces nos decimos a nosotros mismos, que no siempre es positivo, es parte de la vida, es normal.
Aceptar que no siempre vamos a tener momentos buenos y memorables. Tenemos que aprender a tratarnos a nosotros mismos con afecto y compasión, que no siempre es fácil.
5 . Haz Mindfulness
El Mindfulness, también llamado atención plena, reúne todos los puntos anteriores. Esta práctica, que más bien es una filosofía de vida, ayuda a tomar conciencia, auto-observarnos, tratarnos con cariño, adoptar una mentalidad libre de prejuicios y nos hace estar en el momento presente.
En definitiva. el Mindfulness nos dota de un método que nos posibilita aprender a gestionar las emociones, impulsos, actitudes y pensamientos para poder afrontar las situaciones que nos presenta la vida. Gracias al perfeccionamiento de la conciencia plena, es posible beneficiarse de muchas maneras.
- Puedes profundizar en las múltiples consecuencias positivas de la práctica del Mindfulness en este artículo "Mindfulness: 8 beneficios de la atención plena".