Parece que la preocupación por el sueño de los bebés durante los primeros años de vida viene de lejos. Ya en las décadas de 1980 y 1990 se popularizaron métodos de extinción controlada del llanto como los de Ferber y Estivill, aunque sus ideas tienen raíces más antiguas en la psicología infantil.
En este tipo de metodologías se plantea que se debe dejar llorar a los niños, sin cogerlos ni consolarlos, hasta que se queden dormidos con el fin de que aprendan a dormir solos. Sin embargo, las investigaciones más recientes señalan que este tipo de propuestas puede tener consecuencias perjudiciales para las criaturas.
A lo largo de este artículo explicaremos por qué, entonces, no es buena idea dejar llorar a los niños hasta que se duerman solos. Para ello, hablaremos sobre el llanto como forma de comunicarse y las consecuencias fisiológicas del llanto prolongado. Asimismo, profundizamos en el impacto que tiene este método en el desarrollo emocional y, por último, ofrecemos algunas alternativas.
El llanto como forma de comunicación
Es necesario comprender que el llanto es una forma primaria de comunicación. De hecho, es la principal vía que los bebés tienen para expresarse durante los primeros meses de vida. Esto implica que los bebés no lloran siempre para expresar malestar, sino que usan esta vía para manifestar que algo les sucede.
Llorar les permite comunicar que sus necesidades básicas no están cubiertas, es decir, que tienen hambre, sed, están incómodos o necesitan contacto físico y consuelo a nivel emocional. Así pues, cuando ignoramos el llanto del bebé estamos desatendiendo alguna de las necesidades que tiene —incluida la conexión emocional—.
Cuando un bebé llora espera que sus cuidadores se activen y respondan a sus necesidades de forma inmediata. El llanto está diseñado y programado a nivel evolutivo para atraer la atención de los adultos y garantizar su supervivencia. Por lo tanto, no atender sus intentos de comunicación transmite a los infantes que su entorno no es suficientemente seguro.
Consecuencias del llanto prolongado
Desatender el llanto de un bebé y permitir que este se mantenga de forma prolongada en el tiempo puede tener efectos negativos tanto en la salud física como emocional de la criatura. Se sabe que, al llorar, se produce un aumento de cortisol —también conocida como la hormona del estrés—.
Si bien es cierto que en pequeñas dosis no es perjudicial, debemos saber que niveles elevados y mantenidos en el tiempo pueden tener un impacto negativo en el desarrollo cerebral de los niños así como en su sistema inmunológico. Esta alteración del equilibrio hormonal producida en edades tempranas puede afectar el desarrollo de áreas cerebrales como el hipocampo —imprescindible para procesos de aprendizaje y memorización—.
Por si esto fuera poco, el llanto prolongado del bebé que no recibe consuelo puede activar la respuesta vagal dorsal del sistema nervioso autónomo. Esto implica una disminución de la frecuencia cardíaca y una reducción generalizada de la actividad en el cuerpo —hipoactivación—. Se conoce como la respuesta fisiológica de congelación o desconexión y se activa ante situaciones altamente estresantes en las que se percibe que no hay recursos para protegerse del enorme peligro que acecha.
Cuando se activa esta respuesta autonómica de forma recurrente —para protegerse ante la falta de consuelo por parte de los adultos— las consecuencias son graves. Por un lado, se observa una mayor desregulación emocional y una mayor reactividad al estrés. Por otro lado, se ha observado que la activación constante de esta respuesta puede interferir en la conexión entre las áreas cerebrales encargadas de la regulación emocional.
Impacto en el desarrollo emocional y el vínculo afectivo
Ya hemos mencionado brevemente en el apartado anterior algunas de las secuelas que puede tener el hecho de dejar llorar a los bebés, sin atenderlos, de forma prolongada y recurrente. El llanto prolongado sin consuelo puede producir estrés fisiológico en las criaturas. Además, se ha demostrado que la disponibilidad emocional de los padres a la hora de dormir está relacionada también con el cortisol.
Como decíamos anteriormente, niveles elevados de cortisol en edades tempranas pueden interferir en el desarrollo cerebral de las áreas relacionadas con la memoria (hipocampo) y la regulación emocional (amígdala y corteza prefrontal). Como consecuencia, hay más probabilidad de desarrollar problemas emocionales y conductuales en el futuro.
En relación con el vínculo afectivo, es necesario destacar que es un aspecto crucial para el desarrollo emocional del bebé. Cuando los padres responden al llanto del bebé y a sus necesidades se construye un vínculo seguro que permite que el bebé se sienta protegido y confíe en sus cuidadores.
Si, por el contrario, los padres no atienden el llanto de la criatura a la hora de dormir, están desatendiendo su necesidad de contacto físico y atención emocional. Esto puede conllevar una desconexión emocional del infante hacia sus cuidadores puesto que no se siente protegido.
En definitiva, desatender el llanto del bebé de forma prolongada puede suponer dificultades en el establecimiento del apego. Si la criatura siente que no puede confiar en sus cuidadores, es más probable que acabe desarrollando un apego inseguro y esto supone mayores dificultades en el establecimiento de relaciones sanas en el futuro.
Por último, es importante tener en cuenta que también puede llevarles a desarrollar una forma de desesperanza aprendida en la que integra que sus intentos de comunicación no van a ser atendidos. En otras palabras, el bebé aprende que no hay nadie disponible cuando pide ayuda. Esto, sin duda, afecta al desarrollo de su autoestima y la confianza en sí mismo.
Alternativas a «dejar llorar»
A día de hoy, afortunadamente, disponemos de tanto alternativas a este tipo de metodologías que basan sus intervenciones en dejar llorar como evidencia científica que las avala. Los estudios más actualizados revelan que la disponibilidad y cercanía de los cuidadores a la hora de dormir disminuye el cortisol.
Así pues, una forma de reemplazar el método de dejar llorar es llevar a cabo un colecho seguro que permite atender de forma rápida el llanto para que el bebé se sienta contenido, atendido y seguro. De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomienda que la criatura duerma en la misma habitación que los padres durante al menos los primeros seis meses de vida del bebé y preferiblemente durante el primer año.
Otra opción que puede ser útil es el establecimiento de rutinas predecibles y tranquilizadoras a la hora de ir a dormir puesto que ayudan a que el bebé asocie el momento de dormir con calma y seguridad. Estas deben adaptarse a la edad y momento evolutivo de la criatura.