Resiliencia en tiempos de Crisis: fortalece tu capacidad de adaptación

Así es como la resiliencia puede ser potenciada en momentos difíciles.

Resiliencia en tiempos de Crisis: fortalece tu capacidad de adaptación

Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos enfrentado o enfrentaremos a una crisis. A pesar de que las personas insistamos en aferrarnos a nuestras rutinas, horarios y esquemas; por más que necesitemos de ciertas regularidades para vivir en sociedad, la realidad es que estamos inmersos en un permanente devenir. La vida trae consigo una cuota de incertidumbre que es inevitable. Las cosas materiales que damos por sentadas son efímeras, como así también pueden ser los trabajos y las personas. Esto no tiene por qué ser desalentador, sino todo lo contrario: podemos comprenderlo como una oportunidad para sorprendernos con la vida cada nuevo día.

No obstante, eso no quita que la pérdida de lo que conocemos —y más aún, de lo que amamos— sea dolorosa. El dolor también es parte de la vida, e intentar huir de él es casi tan absurdo como echarse a correr por una pista de atletismo (por muy rápido que corramos, volveremos a toparnos con él). Los momentos en los que nos encontramos de cara al dolor suelen ser momentos de crisis, ya que se nos presentan desafíos muchas veces más complejos que correr: ¿cómo podemos adaptarnos a esta nueva situación? ¿Cómo podemos salir fortalecidos de este punto en nuestras vidas, tan frágil y vulnerable? Pues bien, un concepto ‘psi’ que alude a la capacidad resolutiva ante las adversidades de la vida es el de resiliencia. En este artículo desarrollaremos estos constructos, y veremos cómo la resiliencia puede ayudarnos a adaptarnos frente a una crisis.

¿Qué es una crisis?

Hay dos formas mediante las cuales podemos entender a una crisis. Por un lado, una de las acepciones entiende al término como una situación de breve duración, muy estresante, la cual podría tener potencialmente resultados negativos y que, por lo tanto, requiere de una rápida resolución. Por ejemplo, una crisis entendida de esta manera podría ser la que se desencadena la noche previa a un examen para el que no hemos estudiado lo suficiente: nos sentimos sumamente estresados, ansiosos, y los resultados aparentan ser catastróficos.

Ante estas crisis, las personas tenemos dificultades para regular nuestras emociones: no somos capaces de inhibir acciones impulsivas, no conseguimos calmar la excitación fisiológica, ni tampoco actuar de forma congruente con una meta sopesada, sino que es el estado de ánimo aquello que nos guía. Si estamos en pleno transcurso de una crisis será difícil tomar una decisión útil, como estudiar un poco más o irnos a dormir temprano para tener un buen descanso previo al examen.

Sin embargo, también podemos entender por crisis a un fenómeno que se prolonga un poco más en el tiempo, a partir de un acontecimiento que haga tambalear la vida tal y como la conocíamos hasta ese entonces. En estas crisis, es habitual que se vean puestos en jaque nuestros valores personales, que sea necesario reevaluar hacia dónde queremos dirigirnos, e incluso cómo nos concebimos a nosotros mismos en relación al mundo que nos rodea.

Estas crisis pueden desencadenarse a raíz de eventos sorpresivos en nuestras vidas —como la pérdida de un ser querido, una ruptura amorosa que no veíamos venir o un despido laboral— pero asimismo pueden emerger ante circunstancias que ya sabíamos que ocurrirían con antelación. Tal es el caso de muchas crisis vitales, como la que acontece en la transición de la educación media a la universitaria. Incluso podría ocurrir a raíz de un evento que deseábamos con ansias pero que, no obstante, nos obliga a resignificarnos de una forma no prevista (tal como podría ocurrir tras el matrimonio, o el hecho de ser padre/madre por primera vez, lo cual supone una reelaboración del rol familiar y social que se desempeña).

La resiliencia para adaptarnos a la crisis

Como bien decíamos, una crisis, en sus ambas concepciones, supone un punto de inflexión en el cual necesitamos valernos de nuestro bagaje de herramientas y habilidades para resolver una situación específica. Aquí es donde entra en juego el concepto de resiliencia, muy estudiado en la investigación científica en psicología a lo largo de las últimas décadas.

La resiliencia es la habilidad para adaptarse a los acontecimientos adversos, superarlos y ser capaces de progresar exitosamente tras ellos. Cuando decimos que alguien es resiliente, nos referimos a una persona que tiene la capacidad de adaptarse a un contexto indeseado de manera eficaz. Durante una crisis, la resiliencia nos brinda la capacidad de mantenernos relativamente sanos y estables, alterando lo menos posible nuestro funcionamiento físico y psicológico, para así poder mantener el equilibrio mientras resolvemos la situación que nos preocupa o amenaza.

Aprender para volvernos más resilientes

La investigación ha encontrado que, aunque puedan existir ciertas características de personalidad o contextos de crianza que favorezcan que algunas personas desarrollen respuestas resilientes y otras no, el denominador común más significativo entre las personas resilientes es haber experimentado situaciones difíciles en el pasado. Podríamos decir, entonces, que el hecho de estar transitando una crisis podría resultar en el cultivo de esta habilidad, siempre y cuando consigamos aprender algo de esa experiencia.

De hecho, el aprendizaje es un elemento clave en el desarrollo de la resiliencia. La resolución de una crisis culmina con la elaboración de un aprendizaje gracias al cual la persona desarrolla, a posteriori, una mayor destreza para adaptarse a situaciones novedosas. Una investigación llevada a cabo con supervivientes de una catástrofe en una plataforma petrolera halló que alrededor del 61% de los entrevistados percibió algún beneficio de su trágica experiencia. Algunos de estos beneficios fueron el crecimiento emocional, las relaciones personales y la seguridad económica. En otra investigación con pacientes que habían sido diagnosticados con una enfermedad terminal, el 60% consideró que los cambios que experimentaron tras el diagnóstico fueron positivos, ya que señalaron que a raíz de éste aprendieron a tomarse la vida de otra forma y a disfrutar más de ella.

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Por lo tanto, podemos concluir en que la resiliencia es una habilidad sumamente útil para dar respuestas adaptativas a los desafíos que se nos presentan durante las crisis. La resiliencia no es un rasgo innato, sino que puede ir gestándose a partir de las vivencias particulares de cada persona y los aprendizajes que resultan de ellas. Aunque aún no hay suficiente información al respecto, es por tal motivo que algunas investigaciones recientes sugieren que a mayor edad, mayor tiende a ser la resiliencia de las personas. El desarrollo de esta habilidad no puede asegurarnos no sufrir nuevas crisis, ni tampoco puede asegurarnos que no saldremos heridos de ellas; pero nos robustecerá, ayudándonos a hallar soluciones de forma más eficiente.

  • Fínez-Silva, M. J., Morán-Astorga, C., & Urchaga-Litago, J. D. (2019). Resiliencia psicológica a través de la edad y el sexo. International Journal of Developmental and Educational Psychology, 4(1), 85-94.
  • Poseck, B. V., Baquero, B. C., & Jiménez, M. L. V. (2006). La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Papeles del psicólogo, 27(1), 40-49.

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