Para comenzar, debemos entender que el sentimiento de comunidad es un fenómeno social y psicosocial, en donde un grupo determinado de personas comparten ciertos sentimientos o intereses. Como seres humanos, somos individuos sociales que necesitamos de una sociedad para poder subsistir.
Constantemente, orientamos nuestra conducta hacia el vivir en comunidad. El cultivo y la actividad en una comunidad es indispensable para el desarrollo humano. La vida en grupo hizo posible al hombre dominar, en una especie de división del trabajo, problemas ante los cuales no podía hacerles frente.
Sentimiento de comunidad y sentido de pertenencia: ¿qué son?
El sentimiento de comunidad no es congénito, es una posibilidad de ser desarrollado conscientemente. Toda persona lleva en sí la disposición para el sentimiento de comunidad, pero después éste debe desarrollarse por medio de la educación. Maslow ha colocado la pertenencia en el segundo escalón de la pirámide de las necesidades humanas. Establece que cuando las necesidades psicológicas y de seguridad se satisfacen, emerge la necesidad de amor, afecto y pertenencia.
Sentimiento de comunidad y sentido de pertenencia son dos conceptos similares ya que ambos apuntan a la identidad social nueva que se crea en un grupo a partir de las disposiciones psíquicas de cada individuo que la integra. El sentido de pertenencia es importante para el funcionamiento y el bienestar psicológico de las personas. La satisfacción de esta necesidad conduce a una variedad de emociones positivas como el gozo, la calma, el entusiasmo y la felicidad.
Además, sentirse parte de un todo, ya sea de un grupo, de una institución o de una geografía, es una de las tres necesidades psicológicas básicas y esenciales para el desarrollo humano, junto con la autonomía (poder hacer) y la competencia (saber hacer). La satisfacción de cada una de estas necesidades influye en el desarrollo de importantes procesos psicológicos como la motivación intrínseca, internalización, bienestar y salud.
El sentido de pertenencia contiene elementos cognitivos y cognitivos, por lo que del conocimiento personal que cada individuo tenga sobre su relación en el grupo resultará una respuesta afectiva. Se apunta a que el sentido de pertenencia de una persona implica una actitud consciente y comprometida afectivamente con el conjunto de significados de una determinada colectividad, en cuyo seno la persona participa activamente. Las características individuales y del grupo configuran la identidad social e influyen en la construcción del sentido de pertenencia.
¿Cómo se generan?
En nuestros primeros años de vida, generamos contacto social con pares en la escuela, años claves para la formación de la psiquis y de la personalidad, donde desde allí marcaremos los pasos próximos a seguir en las siguientes etapas de nuestras vidas. En la infancia, generamos vínculos con los familiares adultos, quienes son ellos los encargados de poder entablar ese lazo y en la escuela con pares, con quienes nos empezamos a rodear y compartir nuestras primeras experiencias de amistad.
Durante la adolescencia, elegimos con más responsabilidad y consciencia a quienes van a ser nuestros amigos en ese momento o, inclusive, para toda la vida. Con un amigo, se genera una intimidad que es difícil de construir con otra persona. Uno se desenvuelve tal cual es y no tiene miedo al rechazo del otro. Un amigo es “otro yo”, un verdadero amigo nos habita en nosotros mismos y nosotros en él.
Hay personas que forman parte de nuestras vidas siendo una “medicina”, que con tan sólo una caricia calma los dolores, que nos calma con sólo unas palabras y nos vuelve a generar esperanza y motivación, personas que nos dan ese “empujoncito” que necesitamos para llevar a cabo alguna actividad que nos cuesta. También, nos dan esa perspectiva de la realidad que uno mismo, a veces, no puede visualizar y logra hacernos ver tal cual somos.
Nos logran rearmar luego de estar en nuestros peores momentos, quizás sólo con una taza de café y una escucha. Seres humanos con los cuales sonreímos sin motivos, que nos abraza incluso aunque estemos angustiados o enojados, sin pretender nada a cambio, sin aprovecharse de nuestra vulnerabilidad ni tampoco pretenden cambiarnos. A esas personas tenemos que abrazar y quedarnos en ese abrazo, agradecerles por formar parte nuestras vidas y seguir fomentando ese vínculo. Porque, al final de todo, los amigos salvan.
