Prácticamente desde los inicios de la filosofía, el dualismo, la idea de que el cuerpo y el alma son dos elementos radicalmente distintos ha impregnado la manera de pensar de muchas personas. Es una creencia que encaja muy fácilmente con nuestra experiencia, ya que una cosa es nuestra consciencia, ligada a aquello que experimentamos de forma subjetiva, y otra cosa es lo que intuimos que está más allá de esta, seamos conscientes o no: el entorno que nos rodea, las demás personas, e incluso el propio cuerpo, los huesos y la carne.
Pero esta idea de que cuerpo y alma son diferentes, que puede ser reformulada pensando que hay una separación entre el organismo y la vida mental de ese organismo, no es una verdad que sea evidente por sí misma. Existe porque detrás de ella ha habido una tradición filosófica que tuvo un inicio hace muchos siglos y que se ha ido transmitiendo a lo largo de las generaciones. A continuación veremos uno de los primeros eslabones de esta cadena: la teoría dualista de Avicena.
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¿Quién fue Avicena?
Ibn Sina, también conocido como Avicena (este último nombre es la versión latinizada) fue un filósofo, médico y científico nacido en el año 980 en Bujará, en aquellos tiempos parte de Persia. Ya en sus primeros años de vida demostró ser un niño prodigio, y en su adolescencia llegó a ser famoso por sus habilidades como médico. Su fama hizo posible que llegase a trabajar como médico y consejero para varios príncipes.
Al llegar a los 21 años empezó a escribir una gran variedad de textos y libros, que llegaron a ser casi trescientos. Versaban sobre temas tan diferentes como medicina, metafísica,
Aunque su lengua materna era el persa, su vida intelectual se desarrolló en árabe, y de hecho fue uno de los principales encargados de pasar a la literatura en árabe las ideas de Aristóteles.
Finalmente, Avicena murió alrededor del año 1037, posiblemente porque alguien le envenenó uno de los preparados médicos que utilizaba.
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La teoría dualista de Avicena: sus ideas principales
Estos son los fundamentos de la teoría dualista de Avicena.
1. Se puede acceder a la verdad mediante la razón
Avicena creía que existen verdades a las que uno puede acceder utilizando la razón. A partir de esta idea, intentó empezar a construir una manera de pensar fundamentada únicamente en lo que tiene evidencia lógica, descartando de partida todo lo que no se sostenga por sí mismo, algo que siglos más tarde también intentó el famoso filósofo francés René Descartes.
Así pues, Avicena rechazó todas las ideas que pudiesen ser falsadas y se quedó tan solo con lo que él entendía que son verdades absolutas.
2. El experimento teórico del hombre flotante
Como Avicena quería llegar a la verdad mediante el uso de la lógica, utilizó un experimento teórico para saber cuál es la naturaleza del ser humano, dado que su resultado no debe depender de detalles ligados al contexto en el que se realiza este ejercicio; si algo es evidente por sí mismo, no necesita basarse en cosas que estén ocurriendo materialmente.
Así pues, Avicena imaginó una situación en la que una persona acabase de nacer y, sin tener ninguna experiencia sobre lo material pero con capacidad de raciocinio. Desde el principio, además, se da una situación curiosa: esa persona se mantiene flotando en el aire, con sus piernas y brazos extendidos y todos sus sentidos anulados: ni ve, ni oye, ni puede sentir el tacto de nada, etc.
Ante esta situación hipotética, Avicena señala que esa persona no sabría que tiene un cuerpo, pero sí sabría que tiene una mente.
3. La mente sabe que existe
La diferencia fundamental entre la mente y el cuerpo es que la primera sabe que existe, mientras que al segundo, ocurra lo que ocurra, no se le puede atribuir esta capacidad. La existencia de lo mental es evidente por sí misma en quien es consciente de su existencia. Esto hace que lo espiritual y lo material se diferencien radicalmente: los cuerpos no son conscientes de nada, pero nosotros sí. Por consiguiente, en lo que llamamos “yo” hay un componente que no es el cuerpo en sí mismo.
A pesar de haberse inspirado mucho en el pensamiento de Aristóteles (lo cual le llevó incluso a negar alguno de los fundamentos del Islam), difería de él en la idea de que lo material y lo espiritual son dos dimensiones de lo mismo. Para Avicena, en el cuerpo humano la mente y la carne son dos sustancias que tienen una naturaleza totalmente distinta.
Críticas al dualismo
La Psicología y buena parte de la Filosofía de la actualidad rechazan el dualismo, por muchos motivos. El primero es que se fundamenta únicamente en especulaciones, situaciones que ni son reales ni pueden serlo. Si para demostrar el dualismo hay que imaginarse experiencias que no son reales ni pueden serlo, entonces no nos dicen nada sobre lo que es real.
La segunda crítica es que muchas veces la defensa del dualismo parte de errores en el uso del lenguaje. Confundir “consciencia” con “mente” o “vida mental”, por ejemplo, es utilizar categorías simples para agrupar ideas muy abstractas, lo cual puede dar pie a utilizar cada una de esas categorías cambiando su significado de vez en cuando sin ser conscientes de ello.
Por último, la tercera gran crítica es que para sostener su validez hay que dar por sentado que existen muchas cosas que pertenecen a una dimensión espiritual a la que no se puede acceder, lo cual significa que no hay motivos para creer en ellas. En ese sentido, el dualismo parte de un tipo de razonamiento circular: para legar a la conclusión de que lo espiritual (como algo separado de lo material) existe, hay que dar por supuesto que existe.
El experimento de Avicena, por ejemplo, nos plantea una situación que no puede darse: alguien que no es estimulado sensorialmente desde su nacimiento no puede llegar a ser consciente de sí mismo, y probablemente muera de forma muy prematura.