La enfermedad del sueño o tripanosomiasis africana es una patología parasitaria dependiente de un vector para su transmisión, en este caso, una mosca.
Se trata de una enfermedad que ha generado varias epidemias durante los siglos XIX y XX en diversas zonas de África. Aún así, a día de hoy su distribución es focal, por lo que se presenta de forma endémica en 36 países africanos. Como la mayoría de enfermedades dependientes de vectores de transmisión de naturaleza invertebrada, esta patología florece sobre todo en ambientes cálidos y con condiciones de salud deficientes.
A pesar de lo lejana que pueda parecernos, conocer los datos de esta enfermedad se hace esencial, tanto por una cuestión de sabiduría como de empatía humana. Por ello, aquí veremos diversos datos sobre la enfermedad del sueño.
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La enfermedad del sueño y la mosca, dos conceptos inseparables
Antes de entrar de lleno en el cuadro clínico y el agente causal de esta patología, es necesario hablar del efecto de la misma sobre las poblaciones vulnerables. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos arroja diversos datos estadísticos a tener en cuenta. Son los siguientes:
- La tripanosomiasis africana sucede de forma endémica en 36 países del áfrica subsahariana.
- Los habitantes de áreas rurales son el sector demográfico más vulnerable ante esta enfermedad.
- En 1998, se estimaron alrededor de 500.000 casos, la mayoría de ellos sin tratar.
- Debido a los esfuerzos de control promovidos por países occidentales, esta cifra ha caído a un total de 1.446 casos en el año 2017.
- En los últimos 10 años, más del 70 % de los casos se han producido en la República Democrática del Congo.
- Este lugar es la única región del mundo donde se siguen diagnosticando más de 1.000 casos al año a día de hoy.
Como podemos ver, las iniciativas sostenidas de control han surtido un efecto muy positivo sobre la distribución y expansión de la enfermedad del sueño. Aún así, hasta que el número de infectados se reduzca a 0, no podremos afirmar que esta patología está controlada del todo.
Conociendo al parásito: Trypanosoma brucei
A diferencia de otras patologías de origen parasitario, la tripanosomiasis africana no está causada por un solo microorganismo. En este caso, estamos ante dos protozoarios hemoflagelados del género trypanosoma. Estos son las especies Trypanosoma brucei gambiense y Trypanosoma brucei rhodesiense.
El primero es el de mayor importancia epidemiológica, pues se estima que es el causante de más del 98 % de los casos notificados. La segunda especie solo utiliza al ser humano como hospedador de forma ocasional, pues se ha especializado en infectar al ganado y otros animales domésticos.
Estos pequeños protozoos, de forma agusanada y semitransparente, presentan un ciclo vital de vértigo. Este es un resumen de este proceso:
- La mosca tsé-tsé inyecta una de las formas de los parásitos, los tripomastigotes, en la sangre del hospedador (que puede ser humano).
- Gracias al torrente sanguíneo, los parásitos alcanzan otros órganos y líquidos (como el linfoide), y se multiplican en ellos por fisión binaria.
- Estos tripomastigotes sanguíneos son ingeridos por la mosca cuando esta pica a una persona infectada.
El parásito tripanosoma sufre diversos cambios dentro de la mosca en sí misma, pero con saber que estos protozoos se multiplican en diversos órganos y se transportan por el torrente sanguíneo del hospedador, nos vale para entender la situación de la enfermedad del sueño a nivel clínico.
Recalcamos que vamos a ahondar en los síntomas y tratamientos de la patología generada por el parásito t. b. gambiense, pues es la especie que más afecta a los seres humanos.
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Síntomas de la tripanosomiasis africana
Según diversas fuentes bibliográficas, esta patología cursa con tres fases diferentes.
1. Fase inicial
En el lugar de la picadura de la mosca tsé-tsé se produce un proceso inflamatorio local, que da lugar a una estructura denominada tripanoma o chancro. Esta es una úlcera cutánea dolorosa, caracterizada por un halo blanco en su extrarradio. El tripanoma finaliza con la aparición de una cicatriz tras dos o tres semanas de la picadura.
2. Fase hemolítica
Tras una incubación que puede durar de unos pocos días a varios años (con una media de 1-3 semanas), comienzan a manifestarse en el paciente signos clínicos que responden a la diseminación y reproducción del parásito por el sistema linfático-sanguíneo.
Esto supone la aparición de fiebres intermitentes muy elevadas, artralgias (dolores articulares), adenopatías (ganglios linfáticos duros, indoloros y móviles), taquicardias, anemias, pérdida de peso y picazón entre otros. Como vemos, no se trata de un cuadro clínico para nada agradable, pero lo peor está por venir.
3. Fase neurológica
Esta comienza cuando el parásito traspasa la barrera hematoencefálica, es decir, una capa selectiva que aísla al sistema nervioso central del ser humano. Como ya se puede imaginar, la presencia de un protozoo flagelado en el sistema nervioso causa síntomas llamativos y a la vez preocupantes.
A partir de aquí, nos movemos más en un cuadro clínico basado en cambios comportamentales. El paciente muestra problemas sensitivos (hiperestesia, aumento de la sensibilidad al tacto), anormalidades psíquicas (cambios del humor, irritabilidad, fluctuación emocional), trastornos del sueño y diversos problemas motores y endocrinos.
Este cambio en el reloj circadiano de la persona infectada, lo que causa un insomnio crónico en el paciente, otorga el nombre de la enfermedad del sueño a esta patología.
Por si fuera poco, además de haber ingresado en el sistema nervioso central, algunos de los parásitos aún permanecen en el torrente sanguíneo del individuo, lo que hace que los síntomas de la fase hemolítica se muestren también durante la etapa neurológica. En ausencia de tratamiento, este periodo deriva en una alteración profunda del organismo (caquexia), coma y muerte.
Tratamiento
Cualquier persona diagnosticada con tripanosomiasis africana debe ser tratada en función de la especie parásita que la causa y el estadío de la enfermedad. Como es natural, una persona que presente estos protozoos únicamente en la sangre y otra en la que estos hayan invadido el sistema nervioso central, requerirán de diferentes abordajes clínicos.
Por ejemplo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la pentamidina es un antiprotozoario que actúa inhibiendo la síntesis de proteínas y ácidos nucleicos del parásito, lo que limita e inhibe su crecimiento. Este fármaco se administra, sobre todo, a los pacientes que aún se encuentran en fase hemolítica del parásito T. b. gambiense. La suramina tiene la misma función, pero en este caso, actúa contra T. b. rhodesiense.
La fase neurológica, debido a su naturaleza más delicada, requiere de medicamentos más agresivos. En estos casos se suele administrar melarsoprol, un derivado del arsénico que puede provocar efectos secundarios a veces casi peores que la enfermedad (como una encefalopatía reactiva que desemboca en la muerte del paciente en hasta un 10 % de los casos).
Existen otros tratamientos posibles, pero en resumen, se puede decir que esta patología requiere de un abordaje clínico muy específico, a realizar por personal especialmente cualificado.
Conclusiones
No es común que nos encontremos a una patología de origen parasitario que afecta a tantos niveles de la salud del paciente. Como hemos podido ver, la enfermedad del sueño causa síntomas que van desde fiebres a cambios en el humor, falta de sueño e hipersensibilidad al tacto.
Desde luego, es sorprendente observar como la presencia de un parásito en el torrente sanguíneo y el sistema nervioso central (SNC) es capaz de modificar la rutina y el estilo de vida del paciente, hasta tal punto que ya no se le puede considerar un ser humano funcional.
Es usual que, desde un punto de vista occidentalizado, este tipo de patologías nos resulten ajenas y carentes de interés. Más allá de las posibles preocupaciones que puedan generar un viaje esporádico al continente africano como turistas, enfermedades como esta requieren de entendimiento y comprensión por una mera cuestión de empatía.
Estas patologías no pueden ser abordadas por las deficientes condiciones monetarias de los países en los que se originan, y por lo tanto, la actuación de organismos como la OMS se ha hecho más que necesaria para disminuir su prevalencia.
Referencias bibliográficas:
- de la Salud, A. M. (1983). La tripanosomiasis africana humana (No. WHA36. 31). Organización Mundial de la Salud.
- Enfermedad del sueño, Organización Mundial de la Salud (OMS). Recogido a 7 de agosto en https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/trypanosomiasis-human-african-(sleeping-sickness)
- Franco, J. R., Ruiz, J. A., & Simarro, P. Tripanosomiasis africana.
- Gomez, V. Trypanosoma brucei: características, morfología, ciclo biológico.
- Sleeping Sickness, CDC. Recogido a 7 de agosto en https://www.cdc.gov/parasites/sleepingsickness/biology.html
- Torres, O. M., & Cá, G. (2003). Tripanosomiasis Africana. Presentación de un caso. MediCiego, 5(1).
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