Es por todos sabido que las mujeres viven más que los hombres. Hay más viudas que viudos y, además, son muchas más las mujeres que llegan a ser supercentenarias que los hombres.
La biología ha tratado de averiguar el por qué de todo esto, planteando varias teorías para explicar, de forma particular, la diferente longevidad entre sexos en la especie humana y, de forma más general, extrapolándolo a otras especies.
Sin embargo, un estudio muy reciente ha abordado esta cuestión, comparando la esperanza de vida de diferentes mamíferos y poniendo en duda algunas de esas teorías. A continuación, vamos a ver lo que se sabe acerca de por qué las mujeres viven más, y qué se ha visto en otras especies.
- Artículo relacionado: "Las 5 diferencias entre sexo y género"
¿Por qué las mujeres viven más?
De media, las mujeres viven más que los hombres, con una diferencia de entre seis a ocho años más. Un dato bastante revelador sobre este hecho es que de los supercentenarios, esto es, las personas que viven más de 110 años, 9 de cada 10 son mujeres. De hecho, la persona que más ha vivido hasta la fecha fue una mujer, Jeanne Calment, llegando hasta los 122 años, nacida en 1875 y fallecida en 1997.
El por qué las mujeres viven más ha sido tema de debate en la comunidad científica. Mucha ha sido la investigación que ha tratado de explicar por qué ocurre esto, relacionándolo tanto con sus implicaciones médicas como económicas, y intentando ver qué diferencias en el estilo de vida explicarían esta mayor longevidad en las hembras.
Se ha planteado que, teniendo en cuenta las diferencias de la personalidad entre ambos sexos, las mujeres son menos atrevidas que los hombres, lo cual les haría tomar menos riesgos. Otros han planteado la posibilidad de que, al ser ellas las que ejercen un rol más de cuidadoras que no los hombres, la naturaleza se ha encargado de estirar su vida para asegurarse de que llegan a criar a su descendencia hasta que sea lo suficientemente autónoma.
Un nuevo estudio publicado este mismo año 2020, realizado por el grupo de Jean-François Lemaître, ha tratado de averiguar el por qué de esto, comparando las diferencias en la longevidad entre hombres y mujeres y relacionándolo con el de otras especies de mamíferos. En general, han observado que los machos suelen vivir menosal menos en el 60% de las especies estudiadas, pero no parece que esto se deba a aspectos conductuales.
Los mamíferos machos viven menos
Como hemos visto, no es únicamente la especie humana en la que los hombres vivimos menos que las mujeres. En otras especies la esperanza de vida entre machos y hembras varía muchísimo, yendo en detrimento de la de los primeros.
El estudio de Lemaître investigó a cerca de 130 especies, yendo desde pequeñas y domésticas ovejas hasta grandes e imponentes elefantes. Las mayores diferencias se han encontrado en la zarigüeya australiana, león, alce, orca asesina, gran kudú y oveja. Por ejemplo, en el caso del león, las hembras viven el doble que los machos.
¿La culpa la tiene las diferencias de personalidad?
Tanto en el conocimiento científico como en el popular se sabe que los hombres tienden a tomar decisiones más arriesgadas. Este menor respecto hacia situaciones potencialmente peligrosas ha sido relacionada con la dimensión de la extraversión que, según varios estudios, los hombres tienen mayores puntuaciones que las mujeres. Esta misma dimensión ha sido relacionada con sufrir más lesiones accidentales, los cuales a veces pueden ser fatales.
La cultura popular se ha hecho eco de esto, y no es difícil encontrar páginas web con el título “why guys live shorter?” o “¿Por qué los tíos viven menos?”, páginas que suelen tener una extensa hemeroteca con vídeos de varones tomando decisiones realmente estúpidas y peligrosas.
Extrapolándolo con el mundo animal, en especial con los mamíferos, se podría pensar que los machos también tienden a ser más extravertidos, pero también violentos, especialmente en cuanto a la conducta sexual se refiere. En muchas especies animales, cuando dos machos tienen que competir por una hembra, hacen demostración de fuerza: se pelean con sus cuernos como hacen los alces, se arañan y mutilan como lo hacen los leones o se pegan patadas como lo hacen las cebras. Hay pelea física, hay daños.
Sin embargo, la investigación de Lemaître parece indicar que esto no es el culpable en realidad. El estudio revela que la intensidad de la selección sexual, ya sea por medio de peleas o tomando otras conductas arriesgadas, no parece estar directamente modulando la amplitud de las diferencias en la longevidad entre sexos en las especies vistas. Los resultados parecen indicar que se debe más bien a complejas interacciones entre las características fisiológicas de cada individuo dependientes del dimorfismo sexual.
De hecho, hay especies en las que las hembras son las que viven menos, y una de las explicaciones a este hecho es que presentan características que no les son ventajosas para el ambiente en el que les ha tocado vivir. En el caso de la mayoría de las especies mamíferas, serían los machos quienes presentan características físicas que no les son beneficiosas.
- Quizás te interese: "Psicología de la Salud: historia, definición y ámbitos de aplicación"
La longevidad en el sexo femenino
Otra de las explicaciones propuestas tienen que ver el gasto de energía, que es diferente entre machos y hembras. Las hembras de muchas especies mamíferas suelen ser más pequeñas que los machos, además de presentar menos rasgos distintivos.
En cambio, los machos, de mayor tamaño, cuando crecen también van desarrollando rasgos muy llamativos que requieren un alto consumo de nutrientes para que se desarrollen plenamente, como pueden ser cuernos, pelaje más velludo, más masa muscular…
Esto requiere mucha energía, lo cual puede ser contraproducente si se vive en un entorno en el que los alimentos escasean. Los machos serían más vulnerables a estos factores ambientales extremos, además de que tendrían que comer más que las hembras para continuar vivos. Si no hay suficiente comida para su organismo, el organismo falla.
Esto se ha podido observar con el caso del borrego cimarrón, una especie que habita en las montañas de Canadá y Estados Unidos. Criados en cautiverio, donde se les mima y se les da de comer todo lo que necesiten, no hay diferencias significativas en cuanto a la longevidad de machos y hembras. En cambio, en estado salvaje, en zonas donde el invierno es especialmente crudo, los machos viven mucho menos que las hembras.
Otra de las explicaciones barajadas es la de que los machos producen más andrógenos que las hembras. De hecho estas hormonas son conocidas como las hormonas masculinas. Los andrógenos modulan la eficiencia del sistema inmunológico y, cuando se presentan en altos niveles, perjudican en la respuesta inmunológica. Así, los machos somos más propensos a enfermedades y patógenos que las hembras.
- Quizás te interese: "Las 6 hormonas del estrés y sus efectos en el organismo"
¿Los cromosomas podrían tener la respuesta?
Otro estudio, llevado a cabo por Zoe A. Xirocostas, Susan E. Everingham y Angela T. Moles, comparó la esperanza de vida de cerca de 229 especies, incluyendo a pájaros, insectos y peces, además de los mamíferos. Este estudio encontró varias especies en las que sucede al revés, es decir, los machos son los que viven más, y lo relacionaron con el tipo de configuración cromosómica sexual que presentan.
Los seres humanos y los mamíferos, en general, tenemos cromosomas sexuales X e Y. Las hembras son XX, mientras que los machos son XY. Sin embargo, en los pájaros sucede al revés, y con otras letras. Las hembras son ZW, mientras que los machos son ZZ. Este estudio encontró evidencias de que tener un par del mismo tipo de cromosomas sexuales, esto es XX y ZZ, ofrece una mayor esperanza de vida.
Referencias bibliográficas:
- Lemaître, J. F., et al. (2020) Sex differences in adult lifespan and aging rates of mortality across wild mammals. PNAS. doi.org/10.1073/pnas.1911999117.
- Xirocostas, Z. A., Everingham, S. E. y Moles, A. T. (2020). The sex with the reduced sex chromosome dies earlier: a comparison across the tree of life. Biology letters, 16(3) : 20190867. http://dx.doi.org/10.1098/rsbl.2019.0867.