El androcentrismo es la tendencia de posicionar la experiencia del hombre en el centro de las explicaciones sobre el mundo y sobre los individuos de manera generalizada. Se trata de una práctica que muchas veces pasa desapercibida y a través de la que se asume la la perspectiva de los hombres como la mirada universal, e incluso la única válida o posible.
Esta ha sido una tendencia muy presente en el desarrollo de las sociedades occidentales, así mismo se ha cuestionado de manera importante por distintas personas, con lo cual, vale la pena revisar qué es el androcentrismo y en dónde ha estado más presente.
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La filosofía de a quién ponemos en el centro
Algo que las filosofías y las ciencias contemporáneas nos han enseñado es que hay muchas formas de mirar y de explicar el mundo. Cuando percibimos e interpretamos lo que nos rodea, e incluso a nosotros mismos, lo hacemos con base en un marco de conocimiento determinado.
Dicho marco de conocimiento lo hemos construido a lo largo de nuestra historia y en gran parte a través de los relatos que hemos escuchado sobre nosotras y sobre los demás. Es decir que, el conocimiento que hemos adquirido tiene que ver con las distintas perspectivas que se han puesto, o no, en el centro del mismo conocimiento.
Así, por ejemplo, cuando hablamos de antropocentrismo, nos referimos a la tendencia y concepción filosófica que posiciona al ser humano en el centro del conocimiento sobre el mundo, cuestión que inició formalmente con la época moderna, y que sustituyó al teocentrismo (las explicaciones que ponían a dios en el centro). O, si hablamos de “eurocentrismo” nos referimos a la tendencia de mirar y construir el mundo como si todos fuéramos europeos (se generaliza la experiencia).
Estos “centrismos” (la tendencia a tendencia a poner en el centro una sola experiencia y utilizarla para explicar y comprender todas las demás experiencias), incluye tanto saberes cotidianos como especializados. En tanto que se encuentran en la base de nuestros conocimientos y prácticas en ambos terrenos, pasan fácilmente desapercibidos.
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¿Qué es el androcentrismo?
Retomando el apartamos anterior, podemos ver que “androcentrismo” es un concepto que hace referencia a la tendencia de explicar los fenómenos del mundo con base en la experiencia generalizada de un solo sujeto: el hombre. Este fenómeno consiste en incorporar en los relatos científicos, históricos, académicos y cotidianos, la experiencia masculina en el centro (por eso es “andro”, que significa género masculino; y “centrismo”: en el centro).
En consecuencia, todas las demás formas de conocer y de vivir el mundo se incorporan en dichos relatos sólo de manera periférica, o incluso no son incorporadas. Esto aplica para muchos campos. Podemos analizar, por ejemplo, el androcentrismo en la ciencia, el androcentrismo en la historia, en la medicina, en la educación, en el deporte, y muchas otras.
Se trata de un fenómeno que ha emergido en gran medida como resultado de que en nuestras sociedades, los hombres son quienes han ocupado de manera mayoritaria los espacios públicos, y es fundamentalmente en lo público en donde se han desarrollado aquellas prácticas y discursos que luego nos permiten conocer al mundo de una u otra formas.
Dichas prácticas son por ejemplo, la ciencia, la historia, el deporte, la religión, etcétera. En otras palabras, el mundo se ha construido y percibido fundamentalmente por los hombres, con lo cual, son sus experiencias las que se han hecho históricamente extensivas: gran parte de cómo vemos el mundo y cómo nos relacionamos con él, está hecha desde sus perspectiva, intereses, saberes, y lecturas generales de todo lo que le componen (es decir, desde su cosmovisión).
¿Dónde podemos verlo?
Lo anterior queda finalmente relacionado y es visible en lo más cotidiano, en las normas que nos indican cómo relacionarnos, cómo comportarnos, cómo sentirnos e incluso en las historias que nos contamos sobre nosotras mismas.
Esto último quiere decir que, lejos de ser un fenómeno que está situado y provocado específicamente por el género masculino, se trata de un proceso que hemos incorporado todos y todas como parte de una misma historia y una misma sociedad. Y su consecuencia principalmente ha sido que la experiencia de las mujeres y de quien no se identifica con el modelo hegemónico de “varón”, quede oculta e invisibilizada, y por lo mismo, difícil de incorporar en igualdad de condiciones.
Por la misma razón han sido varias las personas (principalmente mujeres) que se han preguntado, por ejemplo, ¿dónde han estado las mujeres que hicieron ciencia? ¿Por qué prácticamente sólo nos enseñan las biografías de los hombres? ¿Y las mujeres que hicieron historia? ¿Dónde están las historias de las mujeres que han vivido guerras o revoluciones? ¿De hecho, quienes han pasado finalmente a la historia? ¿Bajo qué modelos o imaginarios?
Esto último ha permitido que se recupere cada vez más, y en distintos ámbitos, la heterogeneidad de las experiencias que compartimos el mundo, y con esto, se generan también distintas formas de relacionarnos, de percibir e interpretar tanto lo que nos rodea como a nosotras mismas.
Referencias bibliográficas:
- Falcó, R. (2003). La arqueología del género: Espacios de mujeres, mujeres con espacio. Centro de estudios sobre la mujer: Universitat d’Alacant.
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