Uno de los misterios de la comunicación humana es cómo llegamos a desentendernos.
A primera vista la estructura del lenguaje permite comprendernos con claridad y precisión. Sin embargo, no siempre se dice lo que se quiere decir, y hay momentos en los que se da la llamada comunicación paradójica.
La comunicación paradójica y el mensaje incongruente
El equipo de Watzlawick y su estudio con pacientes esquizofrénicos dieron con la lógica del desentendimiento. Diferenciaron dos niveles comunicativos: el nivel digital y el nivel analógico. El nivel digital hace referencia a “qué se dice” y al contenido propio del mensaje, mientras que el nivel analógico al “qué se quiere decir” o la intención de trasfondo. Por ello, no sólo importa el contenido del mensaje, sino la intención tras él.
Por lo general, este hecho no supondría un problema, ya que a las personas nos gusta la coherencia, de forma que si un niño dice “quiero un helado”, entendemos con facilidad qué comprarle. Este hecho se explica en que las palabras no tienen de por sí un doble sentido, sino que somos nosotros quienes lo producimos. Por ello, de la misma forma que ambos niveles pueden coincidir, también pueden contradecirse. A veces, se dan situaciones en las que pedimos un cambio en la relación con el interlocutor y tanteamos con nuestra comunicación una aproximación-evitación.
Algunos ejemplos
Pongamos el caso de una chica que insiste en salir por la noche, a lo que su madre le responde “tú misma, ya verás”. En este mensaje se oculta totalmente la voluntad de la madre; no informa de su intención y su hija debe inferir que no quiere que vaya. Es así como se pone a prueba su autoridad en la relación y surge la indecisión entre ceder a la intención o ceñirse al contenido; entre quedarse o irse. Lo que haga su hija implica un cambio en la relación con su madre, una modificación hacia la aproximación o la evitación.
A este efecto se le denomina comunicación paradójica e indiferentemente de la opción elegida, no tiene final feliz. En el anterior caso, si la hija decide no ir sentirá malestar porque le han dicho que hiciera lo que quisiera y ella no quería quedarse. Pero tampoco se sentiría bien si hubiera salido, ya que no era claro que su madre le pareciera bien que fuera. Ninguna de las dos opciones es una confirmación de lo que se debe hacer, por lo que haga lo que se haga, siempre existirá la sensación de no hacer lo correcto. Esas son las dos repercusiones características de la paradoja: confusión y malestar.
Ejemplo de comunicación congruente
-¿Quieres algo, hijo?
-Quiero un helado.
-De acuerdo, te compraré un helado de camino a casa.
-Nivel digital (contenido): quiere un helado.
-Nivel analógico (intención): quiere un helado.
Ejemplo de comunicación incongruente: paradoja
-Déjame salir un rato esta noche, anda…
-Tú misma, Andrea, tú verás…
-
Nivel digital (contenido): que Andrea haga lo que quiera.
-
Nivel analógico (intención): Andrea debe hacer lo que su madre quiere.
Efecto de bola de nieve en la comunicación
Carmen (mensaje): Juan, estoy fatal y el niño ha puesto el salón perdido.
Juan: ¿Qué quiere ahora? ¿Llevo todo el día trabajando y me viene con que el salón está sucio? No querrá que lo ordene yo, ¿no? Que me venga con limpiar el salón a las 10 de la noche tiene narices…
Juan (al llegar): Carmen, ¡pues limpias tú el salón!
Un obstáculo en las relaciones de pareja
Justamente la paradoja es una de las causas por las que cuando se dan problemas en la pareja se alude a la falta de comunicación. Es un síntoma que refleja que los dos miembros no están informando con suficiente claridad sus intenciones al hablar con el otro.
Asimismo, también es el punto inicial que abre camino a las rupturas, ya que la comunicación paradójica no es un hecho puntual, sino que se arrastra en las conversaciones.
Ejemplo 1 de comunicación paradójica en el cortejo
-Oye, ¿haces algo el viernes?
-Sí, voy con los Carlos y Fran a dar una vuelta.
-Ah, vale…
-¿Querías algo?
-No.
-¿Qué harás?
-Iré al cine con Juan.
-Vale, muy bien.
-Pues muy bien. ¿No te enfades, eh?
-No, no, si no me enfado.
-Pues eso, adiós.
-Pero oye…
-Dime.
-¿Estás enfadada?
-¿Por? Todo bien.
-Que si quieres les digo de dejarlo para otro día.
-No, déjalo.
-¿Segura?
-Sí, tú ve.
-Pues vale, después no digas.
-Ah… Vale, eh. Venga, adiós.
Ejemplo 2 de comunicación paradójica en el cortejo
-Mañana al final no puedo quedar.
-Uy, uy… ¡Pues me enfado! ¡Y mucho! jajajaj
-No te enfades… Que no quedamos más ¿eh guapa?
-Cuidado que a lo mejor la que no quiere quedar más soy yo…
-Pues entonces no quedamos, no hay ningún problema.
-No lo hay, ninguno.
-Allá tú.
Más allá de lo que se pronuncia está lo que se dice
La paradoja se caracteriza por la ambigüedad, la duda en las intenciones de la otra persona. Deja un vacío en el diálogo entre las personas que crecerá y avanzará paralelamente a la comunicación en un proceso de bola de nieve. En tanto que no entendemos algo, le buscamos explicación, y puede que esa explicación sea incorrecta y construyamos sobre ella parte de nuestra relación con la persona. Ante un mensaje como “estoy fatal y el salón está sucio” bien puede entenderse una intención de consuelo o una petición de limpieza, ante la cual nuestra respuesta sería muy diferente.
Pero si la comunicación paradójica puede explicar por qué terminan las parejas, también explica por qué no llegan a formarse. Normalmente, estando en pareja conoces a la otra persona y puedes recurrir al conocimiento mutuamente compartido para rellenar el vacío de la paradoja. Es así como sabiendo cómo suele relacionarse el otro, se puede entender qué intención tiene. No obstante eso no ocurre en los primeros acercamientos. Cuando se empieza a conocer a alguien, la persona está en medio de un proceso de aprendizaje; aprendiendo cómo se relaciona el otro y cómo se encaja con la propia forma de relacionarse.
El papel de las expectativas
A este hecho se le suman otras características típicas de los primeros acercamientos que propician las paradojas. Una de ellas son las expectativas, si será esa persona especial con la compartir el camino propio. La anticipación de los resultados implica cambios en la forma actual de comunicarse con el otro, así como puede provocar que ambas personas tengan intenciones diferentes. Ahora bien, si parece que comunicando las intenciones no tendrían por qué haber problemas, el miedo y la frustración aparecen para poner una piedra en el camino.
Decir qué se espera de la otra persona implica afrontar que puede no coincidir con las expectativas ajenas. El miedo y la frustración ante la posibilidad de que la otra persona no quiera lo mismo que nosotros favorece que mantengamos en secreto nuestras intenciones. Además, un último factor es la vulnerabilidad, pues hacer explícitas las intenciones es desvelar dicho secreto y con ello, sentirnos vulnerables.
De esta forma las expectativas, el miedo, la frustración y el sentimiento de vulnerabilidad propician la aparición de paradojas. Estos factores se conjugan en el cortejo, donde se permanece en tensión en una dualidad de aproximación-evitación. Es decir, en el “tonteo” se tantean constantemente las intenciones de la otra persona para comprobar si concuerdan con las propias. A medida que nos comunicamos, dejamos entrever nuestros deseos y ponemos a prueba los del otro, dándose así el conocido juego de aproximarse y evitarse.
Aprender a lidiar con las paradojas de la comunicación
Por lo dicho anteriormente, en los primeros pasos en la formación de una pareja se ocultan en mayor grado las intenciones propias, favoreciendo la aparición de paradojas. Atendiendo a que aún no se tiene un conocimiento del otro, la presencia de paradojas puede formar parte del aprendizaje del patrón interaccional.
Es así como se puede llegar a entender a la paradoja como propio de la forma de relacionarse con el otro, convirtiéndose en un rasgo común al comunicarnos con él. Si aún no sabemos nada de la otra persona, podemos llegar a la conclusión que esta forma de comunicarnos es características de nuestro tipo de relación. Funcionar a partir de paradojas implica una consecutiva secuencia de peticiones que son tanto de aproximación como de evitación al otro y por las cuales, independientemente de que se haga, no nos sentiremos bien, puesto que no sabemos si la otra opción era mejor.
He ahí cómo de un pequeño juego se crea una paradoja que entorpece la comunicación y hace que ambos comencemos a caminar sin saber a dónde vamos ni qué camino escoger.
Referencias bibliográficas:
- Cenoz, J. y Valencia J. F. (1996). La competencia pragmática: elementos lingüísticos y psicosociales. Bilbao: Servicio Editorial Universidad del País Vasco.
- Holtgraves, M. (2008). Language as Social Action. Social Psychology and Language. EEUU: Psychology Press.
- Watzlawick, P., Bavelas, B. y Jackson, D. (2008). Teoría de la comunicación humana. Nueva York: Herder.
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