Las estrategias protectoras son formas de reaccionar o enfrentar situaciones que nos resultan difíciles de soportar; están al servicio de la represión de un evento o sensación.
Es una necesidad básica de todo ser humano no estar todo el tiempo confrontado con todo el dolor del mundo, ni de la propia vida. Por eso aplicamos ciertas estrategias que nos permiten no ver, no sentir o, al contrario, sentir control, calmar la ansiedad etc.
Las estrategias protectoras nos permiten ser funcionales en el día a día; sin embargo, podemos llegar a un punto donde “exageramos” y actuamos en modo protector a pesar de que no hay una amenaza real.
Qué tipo de estrategias protectoras usa una persona es algo que depende de modelos aprendidos en la infancia y su tendencia hacia un apego más ansioso o más evitativo. Es decir, de las experiencias concretas que vivieron y las creencias relacionadas.
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¿Qué es el apego evitativo?
Personas con un apego evitativo tienden a demarcar y pelear por su espacio. Para ellas es importante tener autonomía y poder tomar decisiones propias. No les gusta crear compromisos sino que quieren dirigir y mantener su propio estilo. Les cuesta confiar en los demás y delegar actividades, y se sienten más seguras cuando ellas mismas se hacen cargo.
Subconscientemente, les preocupa e incomoda que en una relación (de pareja, por ejemplo), pierdan su autonomía y libertad. Se sienten más seguras cuando están solas y pueden decidir y actuar a su manera. Eso no significa que quieran estar siempre solas o prefieran no estar en una relación; las personas con un apego evitativo muchas veces inician una relación con deseo de tener una pareja a largo plazo, pero después de poco tiempo se sienten incómodas y por sus propios esquemas y miedos interpretan a la pareja como muy invasiva e intensa y nuevamente se distancian.
Estos esquemas de distanciamiento y lucha por la autonomía, según la teoría del apego, se desarrollan en la infancia y surgen muchas veces porque justamente en esa etapa esas personas no fueron respetadas. Es decir, el/la niño/a tuvo que asumir demasiadas responsabilidades para su edad, o su espacio fue invadido constantemente. Por ejemplo, pasa mucho con quien se hizo cargo desde pequeño/a del cuidado de sus hermanos menores o quien tuvo la “misión” hacer feliz a mamá o hacer orgulloso a papá.
El apego evitativo surge comúnmente en niñas y niños que desde pequeños aprendieron que las relaciones implican sacrificios en la propia autonomía y a quienes no se les permitió poner límites. Por eso en su vida adulta sufren ansiedad al estar en pareja, porque en su experiencia las relaciones son invasivas, y así de adultos llegan a percibir demandas o pedidos pequeños de parte de la pareja como críticas e invasiones graves al espacio propio, que disparan el miedo por perder la propia autonomía.
Esta tendencia también se puede desarrollar en personas quienes en su infancia sufrieron muchas humillaciones y críticas, y asimilaron una inferioridad que necesitan compensar en la vida adulta.
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Estrategias protectoras del apego evitativo
Estas son las principales estrategias protectoras asociadas a este tipo de apego.
1. Lucha de poder para mantener el control
Todos necesitamos una mínima sensación de control y poder sobre nuestra vida, y también en relación con los demás. Tener la capacidad de poner límites y autoafirmarse en ciertos contextos, también en la relación de pareja, es vital y significativo para nuestra salud mental.
Sin embargo, hay personas que buscan mantenerse constantemente en la posición de poder y control porque inconscientemente ven a los demás como posibles invasores y amenazas de su libertad. En este sentido, pretenden protegerse de formas que les dan una sensación de superioridad y control. Frente a los demás, eso se expresa, por ejemplo, por no hacer compromisos y buscar que siempre las cosas se llevan a cabo a su manera.
Así surgen la lucha de poder por un alto nivel de autodisciplina, rutinas diarias que no pueden variar y un juez o controlador interior que supervisa que todo en su vida se mantiene en orden (el cuerpo, la casa, educación de los hijos, etc.). Es decir, aquí también hay una tendencia al perfeccionismo, pero no como en el ansioso, para agradar y evitar la crítica, sino más en un sentido de mantener todo bajo control y acorde con las propias convicciones.
2. Negar o “crear un muro”
Estas personas buscan siempre tener la razón en discusiones; no importa la comunicación o los acuerdos entre todos, sino que el evitativo está en lo correcto. Para eso tienden a filtrar la información (solo escuchar lo que les conviene), negar simplemente lo que el otro dice (respuestas como: “No es así.”, “Ahí estas mal, te equivocas.”) de tal forma que la conversación simplemente no avanza a menos que el otro se sumerge a la postura del evitativo.
En casos extremos puede ser el famoso “Gaslighting”, donde la otra persona se topa con un muro y queda confundida porque no es escuchada, sino ridiculizada o negada en su postura y en su sentir.
Los muros también se pueden crear de forma pasiva-agresiva, por ejemplo, al negar por medio del sabotaje. Cuando el evitativo dice que va a asistir a un evento y luego “se queda dormido”, o “se olvidó por completo.”. O cuando se llega a un acuerdo que luego no se cumple y finalmente después de múltiples conversaciones y acuerdos, las cosas siguen iguales.
Detrás de estas reacciones muy drásticas, muchas veces se esconde el miedo del evitativo a tener que cumplir expectativas y que los demás pueden llegar a controlar su vida si no crea este muro sólido que protege su autonomía.
3. Atacar y demandar
Lo contrario a la lucha por armonía del apego ansioso es la resistencia activa. Cuando constantemente se hace de una mosca un elefante y la persona está siempre y ante todo a la defensiva, porque todo es interpretado como un ataque personal.
En el fondo está muchas veces una sensación de inferioridad y miedo ante el otro, quien se percibe como un opresor. Se nota en personas que fácilmente se sienten ofendidos y reaccionan impulsivamente y desde la ira.
Otra estrategia relacionada es la constante demanda y exigencia, que surge del miedo de quedar atrás con las propias necesidades. Cuando el evitativo percibe todo bajo el principio de “la ley de la selva”, donde el más fuerte (y el que grita y demanda más fuerte) sobrevive. Desarrolló esta postura en su infancia, cuando sintió que otros eran más fuertes y el/ella quedó con sus necesidades siempre atrás. Por eso, en la vida adulta piensa que todo el tiempo debe luchar por sí mismo. Hasta cierto punto es una postura muy útil e importante, pero puede llegar al extremo, donde la persona piensa que siempre y en todo va a perder si no exige con fuerza lo que quiere.
4. Racionalizar e intelectualizar
Quien no siente, no puede sufrir. La racionalización es el enfrentamiento de todo conflicto, centrándose únicamente en la argumentación lógica. Bloquea sobre todo sentimientos débiles como el miedo y la tristeza, encontrando una explicación o justificación lógica para todo lo que se hace. Suena, como el nombre mismo lo dice, racional y adecuado, pero resulta que muchas de nuestras acciones y reacciones no son tan lógicas, sino que surgen justamente por estos sentimientos “débiles” como miedo, culpa o vergüenza.
Las justificaciones o explicaciones racionales de la situación cubren estos sentimientos y con ello nuestra vulnerabilidad. Si digo que actué por miedo, por culpa o porque me siento triste, me pueden atacar, conocer mis debilidades y pierdo control sobre la situación. Mientras un análisis intelectual de la situación me pone en una posición externa de observador, no responsable y no cuestionable. Pero esta postura también crea un muro que no permite acceso a las emociones y heridas que pueden estar en el fondo y finalmente sabotean una comprensión o conexión real de la situación, tanto como la aceptación de la propia responsabilidad en un asunto.
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5. Arrogancia y desvalorización
Personas que hablan mal de o a otros y constantemente tienen la necesidad de hacer de menos a los demás. El bullying o mobbing finalmente son una estrategia protectora que busca asegurar una posición de superioridad en el victimario. Esta estrategia puede estar relacionada con experiencias de humillación en la infancia y surge muchas veces en personas que realmente tienen complejos de inferioridad. Por ejemplo, el niño que en casa es humillado por sus padres o hermanos, busca en la escuela una víctima a humillar que le permita recuperar su ego.
A todos nos pasa que nos sentimos menos que otros en X situaciones (el/la otra es más guapo/a, inteligente, eficiente, etc.). Como reacción natural nos gusta buscar las debilidades y falencias en estas personas que nos generan una sensación de inferioridad, de ahí viene el chisme, las bromas y la burla. Es una forma de autoprotección y compensación que en algunas personas se ha desarrollado más fuerte, justamente porque el miedo a ser descubiertos en su “inferioridad” frente a los demás se percibe como en un peligro muy fuerte y constante. Como respuesta ante este miedo dirigen el foco de atención hacia otras personas y sus errores y falencias.
Conclusión
La clave es fortalecer el autoconocimiento y aprender más sobre nuestros esquemas infantiles y estrategias protectoras. Es posible que te identifiques con una u otra de estas estrategias; o tal vez te has dado cuenta de que tu pareja o algún familiar las está aplicando.
Como siempre, quiero rescatar que no es una dinámica de blanco y negro, sino existen muchos tonos de gris. Para más información sobre este tema, te invito a revisar los otros artículos que escribí sobre “7 estrategias protectoras típicas de las personas con apego ansioso”, “Tipos de apego y estrategias protectoras en la relación de pareja” y “Que es el niño herido”.