El concepto de identidad cultural nos ha permitido pensar cómo es que llegamos a reconocernos como sujetos competentes de unas dinámicas y relaciones asentadas en valores, costumbres y tradiciones específicas.
En este artículo explicamos brevemente qué es la identidad cultural, y de qué manera este concepto se ha utilizado para comprender diversos fenómenos psicológicos y sociales.
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¿Qué es la identidad cultural?
Los estudios sobre identidad cultural se remontan al siglo XVIII, es decir, a los inicios de la antropología como ciencia social. Han seguido una trayectoria muy diversa y se han modificado de acuerdo con las transformaciones en la definición del concepto de “identidad” y también el de “cultura”.
Entre otras cosas los estudios sobre identidad cultural nos han llevado a preguntar si ¿La identidad cultural impacta la psique individual, o se trata del proceso contrario? ¿Cómo se relaciona la identidad cultural con procesos locales y globales? ¿Es la identidad cultural lo mismo que, por ejemplo, la identidad social, la identidad nacional o la identidad familiar?
Sin la intención de responder de manera detallada a estas preguntas, pero para explicar con una mayor precisión a qué se refiere el concepto de “identidad cultural”, en este artículo vamos a definir, por un lado el término de "identidad", y por otro el de "cultura".
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Teorías sobre la identidad
La identidad ha sido entendida de maneras muy distintas dentro de las ciencias sociales. Hay perspectivas que desde la psicología más tradicional proponen que la identidad es un hecho individual, que se fija de manera total, natural y fijo, con particularidades que son propias de cada individuo.
En el lado contrario, las propuestas más clásicas de la sociología hablan de la identidad como el efecto de una serie de normas y pautas que las personas nos limitamos a reproducir y poner en práctica. Por su parte, las propuestas más contemporáneas de las ciencias sociales nos dicen que la identidad no es un hecho, sino un proceso, con lo cual, no hay un inicio y un fin que tienen lugar en ciclos vitales determinados.
Se trata más bien de una serie de transformaciones que tienen lugar bajo distintas circunstancias que no son fijas ni inamovibles. La identidad es, en este sentido, comprendida como el efecto de una serie de influencias sociales; pero es así mismo entendida como el resultado de la propia agencia.
En otras palabras, las teorías más contemporáneas sobre la identidad toman distancia de la psicología al considerar que es un proceso mediado por las influencias del entorno; y plantean también una distancia con la sociología al considerar que las personas no nos limitamos a reproducir esas influencias del entorno, sino que las interpretamos, las elegimos, creamos proyectos con ellas, etcétera.
Así mismo, la identidad es pensada como el producto de establecer una diferencia, bien complementaria o bien antagónica. Es decir, el resultado de reconocerse con características comunes a un grupo determinado, que son al mismo tiempo distintas a las características de otros individuos y grupos. Se trata de una diferencia que establecemos para generar una certeza sobre lo que individual y colectivamente somos.
La cultura: algunas definiciones
El concepto de cultura ha sido entendido y utilizado de maneras muy distintas que se pueden rastrear desde el contexto intelectual norteamericano y europeo del siglo XVIII. En sus orígenes, el concepto de cultura estaba muy relacionado con el de civilización, hacía referencia a todas esas cualidades que se reconocen como necesarias para que un miembro sea considerado competente en una sociedad.
La cultura es posteriormente comprendida como el conjunto de herramientas, actividades, actitudes y formas de organización que permiten a las personas satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, desde tareas pequeñas hasta instituciones sociales y la distribución económica. Ya en el siglo XIX la cultura empieza a comprenderse en relación al intelecto, como una serie de ideas que se reflejan en pautas de conducta que los miembros de una sociedad adquieren y comparten por instrucción o por imitación. A partir de aquí, la cultura comenzó a entenderse también en relación con las artes, las religiones, las costumbres y los valores.
Luego del intelecto, el concepto de cultura se entiende también en un sentido humanista muy relacionado con el desarrollo individual, tanto a nivel intelectual como espiritual, que se compagina con las actividades y los intereses de una comunidad en particular. En este mismo sentido, y a la par del desarrollo de la ciencia, la cultura se comprende como un discurso colectivo, que es simbólico y que articula valores con conocimientos.
Finalmente, y ante la evidente multiplicidad de formas de comprender la "cultura", no queda más remedio que comenzar a pensar que no hay una sola manifestación de ésta, con lo que se genera una nueva comprensión del mismo concepto. La cultura es entonces entendida desde la diversidad de cosmovisiones y comportamientos, incluyendo los estilos de vida y las actitudes que son parte de distintas comunidades alrededor del mundo.
En este contexto, el reconocimiento de la diversidad cultural se enfrentó con algunas reminiscencias de la vieja relación entre cultura y civilización, con lo que algunas culturas se comprendieron como superiores y otras como inferiores. No solo eso sino que la cultura se asentó en oposición a la naturaleza, e incluso como obstáculo del desarrollo económico, sobre todo cuando se lleva al terreno de la gestión territorial.
En suma, la cultura es entendida en términos operativos como el conjunto de rasgos que distinguen a un grupo social (que comparten los mismos del grupo). Dichos rasgos se entienden como socialmente adquiridos y pueden ser espirituales, materiales o afectivos. Pueden ser también los modos de vida, las expresiones artísticas y las formas de conocimiento, los valores, las creencias y las tradiciones.
Somos parte de un grupo y al mismo tiempo individuos
Los rasgos que se consideran propios de una cultura por estar socialmente adquiridos, y por servir como distintivos de un grupo, son elementos que dan origen a una identidad. Es decir, a un proceso de reconocimiento de uno mismo ante los marcos de interacción que pertenecen al grupo social al que pertenecemos.
Se trata de marcos que nos ofrecen esquemas de referencia e identificación de acuerdo con los valores del propio grupo; y que nos ofrecen certezas sobre los vínculos y sobre nuestra función en la comunidad. Además, a identidad cultural nos confiere una serie de referencias históricas y físicas sobre nuestro lugar en el grupo social.
Por ejemplo, las posibilidades de reconocernos como mujeres u hombres, o como personas que pertenecen a una clase u otra, puede ser distintas entre distintas culturas. Lo mismo pasa con la identidad que se corresponde con funciones e instituciones determinadas, como ser estudiantes, profesores, amigos, hermanos, familiares, etc.
Todo estos rasgos dan forma a de distintas dimensiones identitarias que coexisten y conforman el proceso por medio del cual generamos una percepcion y valoracion de nosotros mismos, de nuestro grupo, y de los demás.