Numerosos estudios han puesto de manifiesto el poder del tacto y la importancia de este en el desarrollo humano y sus implicaciones psicológicas. En 1997, Mary Carslon y su marido, Felton Earls, publicaron los resultados de un estudio que revelaba las implicaciones en el desarrollo de la falta de contacto físico al que se veían expuestos los niños rumanos que crecían en orfanato: retraimiento social, falta de expresiones sociales, falta de habla, y niveles altos de cortisol (conocida como la hormona del estrés).
Entre algunas de las consecuencias psicológicas de la reciente crisis de la COVID-19, se ha descrito una condición con el nombre de “hambre de piel”, que hace referencia a las manifestaciones neurológicas en nuestro organismo derivadas de la falta de tacto debido a la ausencia de contacto físico durante la pandemia, una necesidad intrínseca y natural de todos los seres humanos.
El contacto físico que se manifiesta a través de abrazos, caricias o roces, es indispensable para nuestro desarrollo y nuestra socialización. En este artículo nos centraremos en las funciones de las caricias; sus bases neuronales y su papel en el campo de la salud y en los vínculos sociales.
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¿Cómo funcionan las caricias?
El tacto es el primero de los sentidos que desarrollamos cuando somos bebés, y aunque quizás si nos hicieran elegir sería el primero al que renunciaríamos, este sigue siendo desde el punto de vista emocional el más importante durante toda nuestra vida. Sin embargo, hasta no hace mucho se conocía muy poco sobre cómo funcionaba el sistema sensorial.
El sistema sensorial de la piel es único, ya que da lugar a diferentes sensaciones, como el dolor, el picor, el calor, las vibraciones, la presión ligera y los toques suaves. Hasta hace pocos años, no sabíamos cómo funcionaba este sistema. Un estudio llevado a cabo por la universidad de Columbia descubrió que las células de Merkel son los receptores del tacto "suave".
Las células de Merkel son las responsables de la motricidad fina, sin estas no podríamos mandar un email o atarnos los zapatos. También, nos ayudan a detectar las texturas de los objetos, así como una ligera presión de la mano o una suave caricia.
Pero como las células de Merkel son células de la piel, no neuronas, no estaba claro cómo podían comunicarse con el sistema nervioso. Gracias un experimento con ratones se identificó a la norepinefrina como neurotransmisor responsable de transmitir el mensaje; las neuronas captan los neurotransmisores con receptores beta-adrenérgicos, lo que hace que las neuronas envíen señales eléctricas al cerebro y así podamos notar el tacto.
Si lo pensamos, el tacto es capaz de detectar pequeñísimas variaciones en el entorno, podemos saber si un material es caliente, frío, tibio. Al parecer, algunos receptores serían específicos de las caricias, los receptores táctil-C. Y al activar una parte concreta del cerebro se crea una sensación diferente.
Como vemos, aunque estemos más cerca de comprender cómo funciona el sistema sensorial, todavía estamos lejos de conocer el camino completo que siguen las caricias, todavía se desconoce cómo se codifica y se transmite la información placentera del tacto.
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La importancia de las caricias en los seres humanos.
Pero aunque no comprendamos los mecanismos subyacentes, lo que sí ha sido capaz de demostrar la ciencia son las consecuencias de la privación de caricias en el desarrollo y el comportamiento social. Poniendo de manifiesto su importancia para el ser humano.
Las caricias son necesarias para el desarrollo
Las células de Merkel también pueden tener un papel relevante en nuestro desarrollo cognitivo. Algunos estudios han expuesto que los recién nacidos a los que se les priva de tacto pueden presentar déficits cognitivos que persisten hasta la edad adulta. Al no transmitirse información durante los primeros años de vida al sistema límbico, responsable de la respuesta emocional, y al no estimularse correctamente el cerebro durante los primeros años de vida, este no se desarrollará de manera saludable.
Los sensores empiezan a transmitir información desde el útero materno, por lo tanto, un mal funcionamiento del sistema durante el desarrollo de las neuronas puede afectar de manera significativa a lo que conocemos como cerebro social, que se refiere a la capacidad que tenemos los seres humanos para relacionarnos con el resto de personas.
Además, este mal funcionamiento afecta también al desarrollo del sentido de sí mismo y la independencia, nuestro sentido de saber quiénes somos y qué nos hace diferentes del resto. Esta condición es típica de personas con trastornos del espectro autistas. Las personas con trastornos del espectro autista presentan una deficiencia en el procesamiento de la información que proviene del tacto emocional.
Los bebés no tienen lenguaje hablado, la caricia también cumple un papel como forma de comunicación primaria y aporta tranquilidad y bienestar durante los primeros meses de vida.
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Las caricias y su relación con el estrés
Al parecer existe un tipo de neuronas excitatorias que estarían implicadas en la sensación de placer que sentimos al acariciar o ser acariciados por otras personas. Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Washington investigó el papel de estas neuronas al suprimir la expresión de unos de sus receptores, concretamente el receptor 2 de la prokinectina (PROKR2).
Los resultados mostraron que los ratones a los que se les había amputado genéticamente la expresión del receptor 2 de la prokinectina no sentían placer y no respondían a las caricias suaves. Sin embargo, estos ratones si sentían otras sensaciones relacionadas con el tacto, como picor y dolor.
Además de no sentir placer, los ratones sin el receptor mostraban respuestas deficientes al estrés y comportamientos asociales.
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Las caricias nos permiten expresar emociones
Investigadores de la universidad de Berkeley, California, demostraron que a través del tacto se pueden transmitir y reconocer diferentes sensaciones, poniendo de manifiesto su importancia dentro de las interacciones sociales.
Para demostrar su hipótesis, hicieron una prueba experimental donde un sujeto acariciaba y otro era acariciado en el brazo, el roce solo duraba un segundo. A través de la caricia, la persona encargada de tocar debía intentar transmitir una emoción, dentro de una larga gama, podía ser compasión, miedo, ira, amor, gratitud, etc. La persona que recibía la caricia debía intentar adivinar qué emoción de la lista, se le había intentado transmitir.
Los resultados fueron bastante sorprendentes, ya que muchos sujetos pensaban que no serían capaces de reconocer emociones a través del tacto. Sin embargo, más de un 60% de los participantes fueron capaces de discernir cuando les habían acariciado de forma compasiva y más de la mitad adivinó cuándo se intentaba comunicar el resto de emociones: amor, miedo, ira o gratitud. Por lo que el estudio permitió establecer que a través del tacto se pueden transmitir emociones de una manera mucho más efectiva de lo que creemos.
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Las caricias refuerzan los lazos y la comunidad
Un estudio de 2015 interrogó a sus participantes sobre la sensación percibida al acariciar la piel de otras personas, este puso de manifiesto que las personas siempre piensan y sienten la piel de los otros como más suave, independientemente de la realidad.
También demostró que las caricias ayudan a reforzar los lazos sociales entre personas, ya que cuanto más placer se percibe al ser tocados, mayor es la afinidad y el afecto que se siente por la persona que acaricia.
Esta especie de falsedad sensorial, en lo que suponemos la piel del otro, más suave y cálida de lo que es, es común a todos los seres humanos y podría explicarse como un mecanismo que fomenta la relación entre seres humanos, e implica la creación de lazos de empatía y cuidado entre personas, teniendo como consecuencias inmediatas la sensación de bienestar y seguridad, para, a la larga, reforzar la unión y la comunidad.
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Las caricias crean una imagen positiva de nosotros mismos
Las caricias afectivas son movimientos normalmente lentos (entre 1 cm y 10 cm por segundo) que se dan entre personas muy cercanas (madres e hijos, parejas o los amigos más íntimos). Estos movimientos ayudan con la propiocepción, que es la propiedad que nos permite saber en un momento preciso donde está cada parte de nuestro cuerpo, pero también con la interocepción, que son la señales que nos permiten conocer nuestro estado interno.
Esta capacidad de las caricias se demostró gracias al experimento de la mano de goma, donde una persona era capaz de detectar la estimulación que recibía en una mano que sujetaba una mano de goma encima. Este resultado puso de manifiesto la capacidad de las caricias para construir una imagen que relaciona al yo psicológico y al yo corpóreo, produciendo una imagen positiva de ambos, ya que la base de las caricias son el afecto y la aceptación por parte de los demás.
Las caricias ayudan al sistema inmune
Las caricias no solo tienen beneficios sobre la salud psicológica, numerosos estudios han demostrado la importancia del tacto: para ayudar al sistema inmune a combatir el dolor o favorecer la superación de ciertas enfermedades, también afectarían al sueño, mejorándolo y a reducir la presión en la sangre.
Un estudio del 2020, llevado a cabo por la Asociación Americana de psiquiatra, mostró la relación entre caricias y oxitocina. La oxitocina es también conocida como hormona del amor, que se libera entre otros momentos, masivamente durante el parto, y está estrechamente relacionada con las conductas de amor entre padres e hijos y entre amigos y parejas. Un grupo de investigadores ha revelado recientemente que esta hormona también se liberaría al mirar a nuestros perros o gatos, potenciando la unión con estos.
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Otros beneficios de las caricias
Aparte de los beneficios ya mencionados, las caricias también tendrían un papel en otros procesos, entre los que se incluyen:
- La mejora de la función pulmonar
- Reducir el estrés del parto en los recién nacidos
- Control de la presión arterial y problemas cardiovasculares
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