Gracias a la democracia, todo el mundo tiene derecho a opinar. Sin embargo, esto puede ser también un cultivo de conflictos, porque a todos nos gusta llevar la razón. Cuando nos dan la razón, nos suben la autoestima y nos ayuda a reafirmar nuestras creencias.
Esto no quita que sea importante para mantener las relaciones el respetar las opiniones de los demás y el ser capaces de apreciar su punto de vista. Querer tener siempre la razón puede conducir a relaciones desiguales, convivencias hostiles o al aislamiento, además de suponer mucha energía, tiempo, sufrimiento e incluso problemas de salud.
A nadie nos gusta discutir (aunque a veces parezca lo contrario). Es por eso por lo que imagino que estás aquí, en este artículo. Sigue leyendo y te cuento por qué y qué hacer si siempre quieres tener la razón.
¿Por qué siempre quiero tener la razón?
Cuando nos empeñamos por querer tener siempre la razón, estamos subestimando la opinión de los demás y mostrándonos poco empáticos. Por eso es difícil entender por qué nos ocurre esto.
Pues depende de diversos hábitos y características estables en el tiempo comunes entre todas las personas. ¿Y cómo es que no todo el mundo quiere tener siempre la razón? La diferencia está en que, dependiendo de cada uno/a, podemos mostrar las características y hábitos en mayor o menor medida.
1. Inflexibilidad cognitiva
El primer rasgo que puede determinar el querer llevar la razón es la inflexibilidad cognitiva. Cuando somos inflexibles cognitivamente, nuestros esquemas mentales están estructurados de manera que están muy bien instaurados y confirmados.
Estos esquemas mentales se van formando gracias a las experiencias y aprendizajes a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, puede ocurrir que no tengamos la mente abierta como para aprender información contradictoria a nuestros esquemas mentales, tan bien asentados.
De esta manera, preferimos discutir para intentar cambiar la perspectiva del otro y tener nosotros la razón, en vez de intentar integrar lo que está diciendo la otra persona en nuestros esquemas.
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2. Miedo a equivocarnos
Como he mencionado, querer tener la razón es también algo compartido entre todas las personas, pero puede llegar a ser un problema cuando queremos que siempre sea así, incluso en las veces en las que sepamos que somos nosotros los que nos equivocamos.
Y es que realmente nos da miedo cometer un error, y por tal de no aceptarlo o que lo descubran los demás, preferimos seguir defendiendo nuestro punto de vista. Es una manera de evitar sentirnos juzgados, lo cual nos preocupa porque posiblemente, en algún momento de nuestras vidas, nos regañaban por cometer errores. Sin embargo, querer tener siempre la razón no hace más que empeorar nuestra relación con los que nos rodean.
3. Querer el control de la situación
La incertidumbre es una de las causas más frecuentes del malestar psicológico. La falta de información segura y predecible ante una situación nos crea ansiedad y miedo. Esto es debido a que el cuerpo, cuando no sabe lo que va a pasar, se prepara ante un posible problema.
Cuando no tenemos el control de la situación, hay muchas personas que sienten incertidumbre, porque no dependen de ellas lo que va a ocurrir y no son capaces de predecirlo de otra manera, o no les gusta lo que va a pasar. Conseguir tener siempre la razón asegura que se haga lo que nosotros decimos, y no dependemos de la opinión impredecible de los demás.
4. Defender nuestra autoestima
En el momento en el que alguien está opinando distinto a nuestros esquemas cognitivos, puede ocurrir lo que se llama una disonancia cognitiva: una discrepancia entre nuestros esquemas cognitivos y lo que está ocurriendo. Si tenemos una disonancia cognitiva, es posible que sea porque nuestros esquemas están equivocados.
Asumir que nuestros esquemas son erróneos puede ser un duro golpe a nuestra autoestima. Supondría de nuevo admitir que nos hemos equivocado, pero posiblemente desde hace años, porque esos esquemas mentales los teníamos desde hace tiempo.
Por eso, cuando alguien nos lleva la contraria, podemos sentirnos atacados, porque están intentando cambiar algo muy nuestro desde hace tiempo, que es parte ya de nosotros y de nuestra personalidad. Es más, por eso podemos incluso reaccionar agresivamente, y preferimos despreciar la opinión de los otros antes de que nos desprecien a nosotros. Que nos den la razón siempre, en cierta manera, nos da más prestigio.
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¿Qué hago si siempre quiero tener la razón?
Entender por qué queremos siempre tener la razón no justifica el intentarlo siempre. Este hábito puede tener consecuencias graves en cualquier relación, e incluso nos supone a nosotros mismos un estrés y desgaste innecesarios. ¿Qué puedes hacer entonces por cambiar?
1. Toma la decisión de cambiar
Para ello, primero tienes que haberte dado cuenta de que tienes esta mala costumbre, y de las consecuencias que tiene el querer tener siempre la razón (para lo cual, espero que te haya ayudado el artículo). Una vez dado este paso, lo más importante es que seas tú quién de verdad quiera cambiar, porque los demás necesitan constancia y un esfuerzo consciente por ser y comportarte de manera distinta.
2. Afronta tu miedo a equivocarte
El siguiente paso que puedes dar es afrontar el miedo a cometer errores. Puedes ir asumiendo este riesgo con situaciones en las que no sea relevante tener la razón o no, pero en las que normalmente te empeñes en ello. Ve poco a poco y siendo consciente de que es mejor equivocarse a veces, que hacer daño a otras personas.
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3. Delega el control de la situación
Otro miedo que puedes afrontar es el de la incertidumbre, cediendo el control de la situación a otras personas. Para ello, hazlo igual que en el caso anterior, ve poco a poco, empezando con situaciones en las que consideres que hay menos riesgos. Intenta confiar más en el criterio de los demás; aunque no seas tú quien tenga el control de la situación, no tiene por qué ir mal.
4. Permite cambiar a tus esquemas mentales
Intenta ir con la mente abierta, escucha las opiniones de los demás activamente y plantéate con juicio crítico si llevas tú razón o no. No pasa nada si nos damos cuenta de que nuestro esquema no se ajusta a la realidad. A lo largo de la vida podemos seguir cambiándolos y ajustándolos. Tómate estas situaciones como oportunidades para aprender y mejorar.
5. Mostrarnos más empáticos
A veces nos basta con todo lo anterior, y es que hay muchas ocasiones en las que no hay respuestas correctas o incorrectas, de manera que ninguno de los dos puede equivocarse. ¿Y entonces, por qué generan disputas igualmente? Porque el mundo no es blanco o negro, casi todo es gris.
En estos casos, lo mejor que puedes hacer es simplemente ser empático/a. Intenta ponerte en la posición de la otra persona para entender su punto de vista y sus motivos, e intenta aceptarlos. Como dicen en un muy buen libro, "Cuando puedas elegir entre tener razón o ser amable, elige ser amable".