“Solo es temporal". Esta fue la reflexión que se dijo a sí misma Miriam (nombre ficticio) cuando un ataque de ansiedad la llevó al médico de cabecera y este le recetó su primer diazepam. Hoy, diez años más tarde, las pastillas se han instalado en su vida. Arquitecta, autónoma y madre, no puede permitirse fallar. "Me ayudan a dormir por la noche, que es cuando le doy vueltas a todo", confiesa.
Como ella, miles de personas en España recurren a medicamentos de la familia de las benzodiacepinas -como el diazepam (Valium, en su marca comercial), el clonazepam (Rivotril) o el lorazepam (Orfidal)- para combatir el insomnio, la ansiedad o el estrés. Las cifras son alarmantes: España lidera no solo el consumo en Europa, sino que también aparece en el top 3 a nivel mundial.
Narcís Cardoner, jefe de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Sant Pau de Barcelona y una de las voces más autorizadas en salud mental en España, explica que "las benzodiacepinas están indicadas únicamente para tratamientos a corto plazo, idealmente no más de 2 a 4 semanas”. Esta limitación responde a riesgos como la adicción, la tolerancia (necesidad de dosis más altas para el mismo efecto) y la dependencia física y psicológica. “Bajo supervisión médica son seguras, pero es esencial evitar su cronificación”, advierte.
Sin embargo, los datos dibujan un panorama más que inquietante. Según el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, en España se consumen más de 91 dosis diarias de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes por cada 1.000 habitantes, una cifra muy por encima de la media europea.
"El consumo no deja de subir año tras año y estamos un 1700% por encima de países como Alemania. Es una barbaridad", advierte Xavier Fàbregas, director médico de la clínica de desintoxicación Mas Ferriol. Los lugares con los niveles de consumo más bajos en 2021 y 2022 de los analizados por la OCDE son Letonia, Hungría, Costa Rica, Corea del Sur, Croacia y Lituania, con dosis diarias de este tipo de fármacos inferiores a 40 por cada 1.000 habitantes.
Para los expertos, las razones de este incremento en el consumo de ansiolíticos en España son muchas y diversas: “El impacto de la pandemia de la COVID-19, que incrementó los casos de ansiedad e insomnio, también ha contribuido a esta situación”, analiza Cardoner. Además, destaca otro factor preocupante: “Existe una normalización social del uso de ansiolíticos, percibidos por muchas personas como algo normal e inofensivo”. Fàbregas también hace hincapié en esta banalización. “Estos medicamentos no tienen mala prensa -explica- Es la típica cosa que te receta la vecina”
Un medicamento que engancha
Las benzodiacepinas actúan como depresores del sistema nervioso central, ayudando a aliviar la ansiedad, el insomnio o incluso el síndrome de abstinencia del alcohol. Pero este alivio inmediato tiene un coste: generan dependencia física y psicológica.
Como señala Cardoner el abuso de ansiolíticos puede tener “efectos diversos y graves, especialmente cuando se consumen en dosis altas”. A corto plazo, explica, pueden provocar sedación excesiva, dificultades de concentración y un rendimiento cognitivo disminuido, aumentando el riesgo de accidentes, especialmente durante la conducción o el uso de maquinaria. A largo plazo, pueden afectar significativamente la memoria y la capacidad de aprendizaje, especialmente en personas mayores. “Cuando se desarrolla dependencia, el síndrome de abstinencia puede ser severa, con síntomas como ansiedad intensa, insomnio, temblores y, en casos graves, convulsiones”, concluye.
En la clínica Mas Ferriol tratan casos de adicción a estos fármacos y cuentan que la rehabilitación suele ser más compleja que con otras substáncias, ya que el corte abrupto de estas pastillas puede generar un efecto rebote, donde la ansiedad regresa con más fuerza. Por eso el tratamiento consiste en ir bajando la dosis y, en paralelo, tratar el problema emocional de fondo.
Fábregas lleva 40 años trabajando con adicciones y, en lo que se refiere a estos medicamentos, afirma que el perfil de consumidor ha cambiado. “Aunque históricamente eran más mujeres adultas, hoy también hay un aumento significativo en jóvenes de 15 o 16 años. Quizá vieron a su madre tomándolas o accedieron a la mesilla de la abuela”, comenta. Además, el consumo suele mezclarse con alcohol o bebidas energéticas, aumentando los riesgos.
Demasiada accesibilidad a los fármacos
Con todo, Fabregas destaca que “siempre ha habido un fácil acceso a estos fármacos”. De hecho, en la atención primaria, que suele ser la puerta de entrada al sistema de salud, la prescripción de benzodiacepinas puede convertirse en una solución rápida para tratar la ansiedad o el insomnio en un sistema saturado con tiempo limitado para atender a los pacientes. “Este es un problema significativo y una de las principales barreras para la gestión de la salud mental en España. La ratio de psicólogos clínicos en el sistema público es muy baja: 6 profesionales por cada 100.000 habitantes, mientras que la media europea es de 20”, añade Cardoner.
A priori, según los expertos, no debería ser complicado incorporar una alarma que avise cuando una receta de estos medicamentos lleva más de un mes activa. ¿Es necesario que esa persona siga consumiendo el relajante muscular? ¿O ese ansiolítico? Tal vez no. Pero este sistema de control, apuntan, debería implementarse de manera paulatina, ya que ahora ya hay parte de la población "enganchada".
Ahora bien, no toda la responsabilidad recae en los sanitarios. “Vivimos en un sistema estresante, donde no se nos entrena para tolerar emociones negativas como el miedo o la ansiedad”, afirma Fabregas. “Muchas personas recurren a estos medicamentos para sobrellevar situaciones naturales, como un duelo. Pero en lugar de transitar esas emociones, buscan silenciarlas con pastillas”.
El caso de Miriam ilustra este dilema. Aunque ha intentado la vía de las terapias psicológicas, su agenda como autónoma y madre le dificulta comprometerse con sesiones semanales. Mientras tanto, las pastillas se han convertido en una solución rápida...pero incompleta.
¿Cómo se puede revertir esta situación?
Revertir esta situación requiere varias acciones, según el Dr. Cardoner:
- Mejorar la red de apoyo en salud mental, aumentando el acceso a psicólogos, psiquiatras y terapeutas en el sistema público.
- Formar a los profesionales sanitarios para que conozcan los riesgos de la prescripción excesiva y promuevan alternativas terapéuticas.
- Desarrollar programas de deshabituación para ayudar a los pacientes a dejar las benzodiacepinas de manera segura.
- Concienciar a la población sobre los riesgos de estos fármacos y fomentar hábitos saludables para gestionar la ansiedad y el insomnio.


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