Las terapias centradas en el trauma como EMDR, en muchos casos, están cambiando la perspectiva de intervención. Nos han llevado a darnos cuenta de lo importante que es que atendamos las experiencias previas del pasado asociadas al malestar del presente para conseguir manejar las conductas y los síntomas del presente inmediato.
Trasladar el modelo terapéutico de EMDR a la infancia requiere de adaptaciones precisas para ser capaces de seguir el ritmo y el tono de los menores cuando conectan con experiencias previas, en especial si son preverbales.
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Traumas e infancia
En el ámbito infantil, con frecuencia, cuando recogemos la historia de un niño, nos encontramos que las conductas o síntomas que presenta ese niño o niña son respuestas de supervivencia a experiencias muy tempranas, ya sea por problemas gestacionales, enfermedades postparto en los menores o en los padres, o traumas de abandono o privación de una relación de apego seguro.
En EMDR, el abordaje de estas experiencias traumáticas tempranas preverbales se realiza mediante la elaboración de una narrativa. La diferencia fundamental con la intervención en adultos mediante el protocolo EMDR es que durante el procesamiento se le expone al menor al relato traumático, y, por tanto, la información y las conexiones entre memorias no las realiza el cerebro del menor de forma espontánea, sino que le son presentadas para ser procesadas y digeridas por los padres o el terapeuta, en el espacio terapéutico.
Esto requiere que el relato o el cuento personalizado que se elabore cumpla con algunas características propias de la intervención infantil que son compartidas por otros enfoques terapéuticos.
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La importancia de las narraciones
Partimos de la premisa de que, al contactar con estados asociados a experiencias de trauma, se activan y se responde desde los recursos que se tenía en el momento del suceso traumático. Así pues, tenemos que tener en cuenta la doble edad, la del presente y la del pasado, a la hora de crear esa narrativa personalizada del suceso a reprocesar.
Los cuentos infantiles constituyen una buena fuente de inspiración para saber las características que debería tener ese relato. Comienzan con un “érase que se era”; nos están indicando que la historia ha quedado en el pasado, que el presente es diferente y se ha superado la adversidad del inicio. Además, la experiencia adversa es contada de forma simbólica y mágica, se adapta al pensamiento mágico simbólico de la infancia. Se cuenta sin contar todo, no se detalla la tragedia, de esta forma la información en todo momento es tolerada por el niño.
En el espacio de la terapia, la información proporcionada debe ser tolerada por la niña, o el niño y los padres o cuidadores que le acompañan, y también por la terapeuta. El final ha de ser feliz, como en todo buen cuento, recogiendo las experiencias de seguridad del presente.
En las primeras narraciones terapéuticas ayuda que los personajes sean fantásticos o animales, para que faciliten, por un lado, un distanciamiento emocional, y por otro, que los personajes sean lo suficientemente afines como que se identifiquen con ellos, y que a través de ellos se permitan la conexión con sus emociones y lleguen a representaciones saludables de sí mismo. Como le ocurre al protagonista del cuento, al que la aventura de superar la adversidad lo transforma y no es el mismo que al inicio del cuento.
Una manera de conectar con las emociones mediante las historias
Los cuentos que he ido escribiendo nos pueden ayudar a hacernos una idea de cómo abordar la narrativa traumática o cómo ayudar a narrar sucesos complicados en la infancia. ¿Cómo puedo salir de aquí? va dirigido a la infancia, Cuéntame cuando sí anide una tripa y sí nací, es un cuento para ayudar a comprender el trauma del abandono, y El Invernadero semillero presenta un modelo de narrativa para ayudar a explicar las fecundaciones asistidas, en el que sobre todo se insiste en que son hijos de una relación con un anhelo cargado de amor.
Vitaliza Psicología De La Salud
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Centro de Psicología
Autora: Cristina Cortés, directora de Vitaliza.
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