Las fobias consideradas raras son aquellas fobias poco frecuentes, o de las cuales nunca hemos escuchado a hablar… Quizás te pasa esto con la dinofobia, que consiste en la fobia a la sensación de vértigo y/o mareo (no debemos confundirla, pero, con la fobia a las alturas).
En este artículo veremos en qué consiste exactamente esta fobia, así como sus síntomas asociados, algunas de sus posibles causas y tratamientos que se pueden aplicar.
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Dinofobia: ¿qué es?
La dinofobia es la fobia al vértigo y/o a los mareos. No debemos confundir esta fobia con el miedo a las alturas (acrofobia), ya que en la dinofobia el objeto fóbico es el vértigo, no las alturas (que sería una de las causas del vértigo).
Se trata, así, de una fobia específica (un tipo de trastorno de ansiedad), catalogada como tal en el actual DSM- 5 (Manual Estadístico de los Trastornos Mentales).
Así, en la dinofobia existe un miedo desproporcionado, intenso e irracional a sentir vértigo o también mareos. Lo que se temen, también, son las sensaciones asociadas a este estado fisiológico; por ejemplo sentir que el cuerpo va por un lado y la cabeza por otro, sentirse con falta de aire, sentir que todo lo de alrededor se mueve/se tambalea, perder el equilibrio, falta de estabilidad...
La dinofobia, en realidad, es una fobia rara; es decir, es una fobia poco común. Es mucho más frecuente, por ejemplo, la acrofobia (fobia a las alturas).
El vértigo
El vértigo consiste en una sensación objetiva de movimiento, de giro del entorno o de uno mismo. También se relaciona con una sensación de “precipitación al vacío” (aunque este no exista en realidad). La sensación de vértigo no solamente aparece cuando estamos en sitios elevados, sino que también puede aparecer en un trastorno de pánico, por ejemplo.
Este estado psicofisiológico alterado se relaciona con una alteración en el sistema vestibular (relacionado con el equilibrio, la postura y el control espacial), y que se encuentra en el oído. Además, la sensación de vértigo es muy desagradable y puede causar miedo intenso, por lo que resulta lógico que dicha sensación pueda acabar originando una fobia como la dinofobia.
Por otro lado, el vértigo puede acompañarse de otros síntomas, como por ejemplo sensación de desmayo inminente, pérdida de equilibrio y/o náuseas.
¿Cuánto puede durar la sensación de vértigo? Depende de su desencadenante, etiología… pero, generalmente, desde minutos hasta días. El vértigo puede afectar a cualquier persona (debemos diferenciarlo, pero, de la dinofobia propiamente dicha), aunque las edades de aparición más frecuentes se sitúan entre los 40-50 años y a partir de los 70.
Relación con otras fobias
Como dato curioso, se ha relacionado la dinofobia con otros tipos de fobia, en este caso fobias a objetos más abstractos, como por ejemplo la eternidad o el infinito (apeirofobia).
¿Un sentido evolutivo…?
Como muchas otras fobias, la dinofobia también podría tener, etiologóicamente, un sentido evolutivo. Es decir, nuestros antepasados podrían haber temido esta sensación de vértigo al relacionarla con posibles daños o eventos traumáticos.
A raíz de ello, nosotros podemos haber “heredado”, en cierta medida, este tipo de fobia. Lo mismo ocurre con fobias de tipo más biológico, como por ejemplo la fobia a las alturas (acrofobia), a las serpientes (ofidiofobia), a las arañas (aracnofobia), etc.
Síntomas
Los síntomas asociados a la dinofobia son los siguientes.
1. Miedo intenso al vértigo
El principal síntoma de la dinofobia, como el de toda fobia específica, es un miedo intenso, irracional y desproporcionado ante un objeto fóbico concreto (en este caso, el vértigo y/o los mareos). Este miedo puede desencadenarse ante estímulos que recuerden dicha sensación de vértigo, o sencillamente aparecer sin un estímulo desencadenante.
2. Síntomas fisiológicos
Recordemos que las fobias específicas son trastornos de ansiedad. Todas ellas implican síntomas fisiológicos como: mareos, vértigos, sensación de falta de aire, taquicardia, sudoración, temblores…
En el caso de la dinofobia, estos son los mismos síntomas (causalmente, uno de ellos son los propios mareos / vértigos).
3. Interferencia
Para poder diagnosticar una fobia como tal, los síntomas deben causar interferencia en el día a día de la persona. Aunque sí que es cierto que hay algunas fobias que no interfieren en el funcionamiento cotidiano, porque el estímulo fóbico no se encuentra en el día a día (pensemos, por ejemplo, en las serpientes, viviendo en una ciudad…). Así que lo mismo puede ocurrir con la dinofobia (aunque, recordemos, no siempre es necesario un estímulo desencadenante para que se produzcan los síntomas de la dinofobia).
4. Malestar
Otro síntoma importante de la dinofobia es el malestar que la propia fobia causa, ya que la persona puede verse limitada en su día a día, por ese temor constante a padecer vértigos.
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Causas
Las fobias pueden tener muchas causas, aunque la causa más común es un evento traumático. En el caso de la dinofobia, puede ser que la persona haya experimentado una situación traumática relacionada con estas sensaciones corporales (vértigos o mareos), así como con puentes, alturas, aviones…
Así, el hecho de experimentar una situación de estas características (con una gran carga emocional asociada), puede ser suficiente para desarrollar dinofobia. Esto incluye también casos donde no se experimente directamente tal situación, pero sí se escuche a hablar sobre ella, se vea en otras personas (condicionamiento vicario), etc.
Además, una vez se experimentan los síntomas de la dinofobia, es frecuente que ocurra lo siguiente: que aparezca un terrible miedo a volver a vivir dichos síntomas, lo que convierte el trastorno en un círculo vicioso de difícil salida sin tratamiento.
Tratamiento
El tratamiento de la dinofobia, a nivel psicológico, incluye dos grandes opciones: la terapia por exposición y la terapia cognitivo-conducutal (se pueden emplear conjuntamente, aunque normalmente la terapia por exposición ya incluye técnicas cognitivo-conductuales).
Recordemos que la terapia por exposición consiste en el tratamiento más efectivo para las fobias específicas, como así lo demuestran diversos estudios. La terapia cognitivo-conductual también ofrece muy buenos resultados.
Por su parte, la terapia por exposición incluye la exposición al estímulo fóbico, de forma gradual (a través de una jerarquía de ítems). El objetivo es que el paciente vaya “superando” ítems cada vez más difíciles hasta que consiga afrontar la situación fóbica sin necesidad de escapar de ella.
Para ello muchas veces se forma al paciente en estrategias de afrontamiento que puede utilizar cuando sienta niveles elevados de ansiedad, como puede ser la respiración, la relajación o las imágenes positivas. Por otro lado, la terapia cognitivo-conductual incluye, esencialmente, la reestructuración cognitiva, que tiene el objetivo de “reestructurar” los pensamientos catastrofistas del paciente en relación a los vértigos y a sus síntomas asociados, a fin de sustituirlos por otros más funcionales, realistas y adaptativos.
Es decir, con las fobias aparecen muchas veces distorsiones cognitivas y pensamientos irracionales que conviene combatir; sucede así también en la dinofobia. Por ello la terapia cognitivo conductual tiene la misión de ofrecer al paciente herramientas para que sea capaz de detectar dichos pensamientos, para posteriormente modificarlos.
Referencias bibliográficas:
- American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana.
- Caballo (2002). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 y 2. Madrid. Siglo XXI (Capítulos 1-8, 16-18).
- Derebery, M.J. (2000). Diagnóstico y tratamiento del vértigo. Revista Cubana de Medicina, 39(4): 238-53.
- López, A. (2005). Fobias específicas. Facultat de Psicologia. Departament de Personalitat, Avaluació i Tractament Psicològics.
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