Lo que nadie te ha contado sobre cómo gestionar los pensamientos obsesivos

Consejos para aprender a gestionar emocionalmente los pensamientos obsesivos.

Lo que nadie te ha contado sobre cómo gestionar los pensamientos obsesivos

Un pensamiento obsesivo tiene que ver con imágenes, recuerdos y/o palabras cuyo contenido es repetitivo e intrusivo. Además, no existe un control sobre los mismos, aparecen de forma involuntaria generando mucha molestia.

No tienen utilidad en el plano racional, ya que por más que nuestra cabeza le da vueltas a lo mismo, no conseguimos extraer ninguna conclusión positiva, si no agobiarnos cada vez más, creciendo nuestro nivel de angustia.

Comprendiendo los pensamientos obsesivos

Te pongo algunos ejemplos de pensamientos obsesivos:

  • Me voy a morir, este dolor en el pecho no es normal, no puedo respirar... ¿Por qué? ¿Tendré algo más? ¿Será una enfermedad más grave? ¿Será una enfermedad mental?
  • No paro de pensar en si mi vida tendrá sentido o no, si yo estoy bien, si los demás me verán bien…
  • No paro de darle vueltas a la discusión con Pilar, lo que me ha dicho, cómo me ha llamado... ¿Será que tendría que haberme callado?
  • No sé por qué pero pienso en matar a mi jefe o tengo pesadillas con que se muere, me da mucho miedo pensar en que podría pasarle algo.
  • Tengo mucho miedo a que mi madre se muera, no me lo saco de la cabeza.
  • ¿Le habrá pasado algo? ¿Habrá llegado ya? ¿Me habrá sido infiel?
  • ¿Por qué ha pasado esto? ¿Por qué esto es así? No lo entiendo. No encuentro la explicación.
  • Me tiraría a la vía del tren... ¿Será que mi vida tiene sentido?
  • Mi cuerpo es horrible, mi nariz se ve feísima.

Lo que nadie te ha contado sobre los pensamientos obsesivos es que sí tienen una utilidad muy específica, pero en el plano emocional.

El desplazamiento

Hay un mecanismo de defensa psicoanalítico que llamamos desplazamiento. Las defensas se crean en nuestra más pronta infancia, para defendernos de algo o alguien que iba a hacernos daño. Muchas veces son inconscientes, ni nos acordamos de que existían cuando éramos pequeños. Como ese peligro era muy grande para que nuestra mente de niño pudiese gestionarlo, esa defensa se hizo muy rígida. La defensa fue útil en un contexto de peligro y/o traumático previo, pero en el momento presente no siempre lo es.

El desplazamiento ocurre cuando las emociones que sentimos ante algo o alguien son demasiado incómodas o simplemente no sabemos cómo gestionarlas, así que las desplazamos a la cabeza. Es algo así como que, necesitan salir por algún lado y están descontroladas de tanto reprimirlas, así que se convierten en pensamientos rumiativos, acelerados y carentes de sentido. Por tanto, trabajar la inteligencia emocional será un factor extremadamente importante en el tratamiento de estos pensamientos obsesivos.

En mi experiencia como psicólogo, he podido ver que las emociones más asociadas a los pensamientos obsesivos son cuatro: la culpa, el enfado, el miedo y el dolor emocional (o tristeza). Además, hay otro elemento claro en estos pensamientos obsesivos: la sensación de falta de control.

Pero ojo, la culpa tiene trampa. Es una emoción parásito. Una emoción parásito es una emoción que tapa a otras genuinas que intentan salir, como el enfado, la rabia o el dolor emocional. ¿Y por qué está ahí? Porque fue útil cuando éramos pequeños, en nuestra familia o en colegio.

Ejemplos

Te pongo ejemplos de esto.

Cuando era pequeña mi madre siempre me decía que era una niña mala cuando me enfadaba, así que aprendí a sentirme culpable cada vez que intentaba expresar una necesidad o poner un límite. Como nadie veía y validaba mi emoción, empecé a pensar sobre mí misma: ¿Lo he hecho mal? ¿Tendré la culpa? ¿Por qué mi madre es así? ¿Por qué me los imagino muertos? (porque estás expresando la rabia “matándolos” en tu fantasía).

Por otro lado, cuando era pequeño mi madre siempre sufría ingresos hospitalarios a raíz de su enfermedad cardiovascular. Nadie me lo explicaba, mi padre hacía como si nada para no preocuparme y así protegerme, pensando que eso sería bueno. Invisibilizar el miedo y el dolor hizo que la única forma de sostenerlo fuera desde posibles explicaciones a por qué mi madre desaparecía de repente: ¿A dónde fue? ¿Estará bien? ¿Estaré bien yo? ¿Me pasará lo mismo a mí que a ella? ¿Tendré la misma enfermedad del corazón? ¿Está mal si cuento como me siento ya que mi padre intenta ocultarlo? (culpa por encima del miedo).

Ejemplos de obsesiones

Además, cuando era pequeña y me enfadaba, mis padres me castigaban y dejaban de hablarme durante dos días. También me castigaban mirando a la pared. Mi rabia y mi miedo a que me dejasen de querer se desplazaba a los siguientes pensamientos obsesivos: ¿Por qué me hacen esto? ¿Me rechazarán si vuelvo a enfadarme? ¿Habré hecho mal en mostrarles mis necesidades? ¿Seré estúpida? (culpa y rabia hacia dentro porque no puede expresarse hacia afuera) ¿Tan mala he sido? ¿Debería morirme por ser tan mala? (y, de adulto: ¿Habrá llegado mi pareja ya a casa? ¿Me habrá sido infiel? ¿Mi vida tiene sentido? ¿Por qué no me muero?).

No puedo olvidarme de cuando en mi familia siempre se hablaba de lo bien que le quedaba la ropa a mi hermana. Incluso de lo fea que era la nariz de mi madre, mi padre siempre se metía mucho con ella. Mi madre, en ocasiones, me decía que por qué no me compraba otro tipo de ropa, que iba a sentarme mejor. Verla hacer dieta muy de vez en cuando me ponía nerviosa, veía su sufrimiento con todo el tema del peso y de su cuerpo.

Pero nadie hablaba de eso en casa. A pesar de que no habían dicho nada “directo” hacía mí o hacia mi físico, empecé a preocuparme por el mismo. Todo fue a mucho peor cuando en el colegio empezaron a llamarme cerdito, por mi nariz ligeramente levantada hacia arriba. Poco a poco, de pequeña, fui pensando que yo no estaba bien por dentro ni por fuera. Así que empecé a pensar: ¿Soy fea? ¿Será que tengo que adelgazar? ¿Seré un bicho raro? ¿Debería operarme la nariz? ¿Mis amigas son más guapas que yo? ¿Tiene sentido que alguien como yo esté en esta vida? (culpa y dolor emocional).

Características de los pensamientos obsesivos

Los pensamientos obsesivos, por tanto, suelen desencadenarse ante situaciones en las que utilizamos la represión de emociones como el miedo, la rabia, o incluso el dolor emocional. Y entonces se desplazan.

Lo aprendemos a hacer en la infancia. Puede ser que haya un componente culpógeno parásito, como explicaba, o no. A veces un pensamiento o cadena de pensamientos sólo esconde una emoción sin parásitos, o varias emociones juntas.

Sin embargo, hay veces en las que dichos pensamientos no tienen un desencadenante externo (discusión con alguien, enfermedad, dolor o acontecimiento) si no que puede ser interno. De repente un recuerdo traumático se activa con emociones muy intensas que mi mundo interno no puede gestionar (rabia, miedo, dolor…) y entonces, de repente, no puedo parar de pensar. Un ejemplo de ello es el confinamiento que vivimos durante la primera ola de COVID. ¿Por qué muchísima gente volvió a pedir ayuda psicológica? Porque el “simple” hecho de estar aislados les hizo tener más tiempo para pasar tiempo consigo mismos y conectar con su mundo interno.

Al realizarse dicha conexión y parar, pueden venir a la mente viejos recuerdos borrados desde hace tiempo (cuando me hacían bullying en el colegio, cuando mis padres me pegaban, cuando falleció mi perrito…) y activar unos mecanismos obsesivos difícil de erradicar.

Estas obsesiones pueden llevarnos a pensar en la muerte, en el COVID de forma desmesurada, en lo terrible que puede llegar a ser el futuro, en nuestro cuerpo, en la muerte… Cuando en realidad lo que está pasando es que, lejos de preocuparnos y obsesionarnos por algo real, lo que hay debajo y estamos tapando, son emociones que necesitan ser procesadas.

¿Qué factores pueden provocar el desarrollo de estos pensamientos obsesivos?

Estos son los principales elementos que pueden contribuir al surgimiento de pensamientos obsesivos o desencadenarlos.

  • Padres miedosos en general. Miedo del futuro, de enfermedades físicas o mentales, etc.
  • Padres hipocondríacos. Centrados en las preocupaciones por temas de enfermedades.
  • Padres negativos. Piensan todo el tiempo de una forma catastrofista y desesperanzadora.
  • Padres que tienen dificultades para regular las emociones. Son muy mentales, racionales, centrados en soluciones y no tanto en dejarse sentir las emociones
  • Padres perfeccionistas. Todo han de tenerlo controlado, perfecto, ideal. No hay lugar para las emociones, hay lugar para el qué dirán (mucha importancia a la apariencia) y la no vulnerabilidad, porque se juzga como mala y avergonzante. Por tanto, hay un miedo al rechazo muy interiorizado.
  • Padres que juegan con la manipulación emocional, el victimismo y el chantaje. Algo así como: “hija, qué enfadada estás, menudo carácter. Con todo lo que hago por ti. No se te puede decir nada, cuánto me haces sufrir”.
  • Estructura de personalidad predisponente a lo obsesivo. Cada uno tiene una personalidad y podrá ser más o menos propenso a desarrollar pensamientos obsesivos
  • Eventos traumáticos ante los cuales el cerebro no puede encontrar ninguna explicación racional y mucho menos procesar la experiencia emocionalmente. Hay una falta clara de control para el individuo. Ejemplos de ello son los accidentes, maltrato, negligencia, pérdidas o fallecimientos, bullying, etc.

¿Cómo sanar los pensamientos obsesivos?

Acepta que es una defensa que en algunos contextos puede ser que no tenga utilidad

Darle vueltas a una cosa detenidamente para tomar la mejor decisión puede ser útil, hay un beneficio racional y emocional, pero no siempre es así. Así que identifica a qué edad o en qué ambiente empezaste a desarrollar esta defensa obsesiva para no entrar en contacto con tus emociones.

1. Cierra los ojos y localiza la emoción en tu cuerpo

Ponle nombre, y después forma, estructura, color… Respira. Nótala en tu cuerpo. Así hasta que vaya disminuyendo o incrementando. La emoción pasará.

2. ¿Es rabia, miedo, o dolor…?

Según qué emoción sea habrá un mensaje y una acción diferentes. Si es rabia, esto nos llevará a poner límites a la persona o situación que nos ha hecho daño o a alejarnos de la misma. Si es miedo, deberemos protegernos. Si es dolor, deberemos llorarlo solos o acompañados.

3. ¿Es una emoción del presente, del pasado, o ambas?

A veces, una discusión con alguien nos genera una rabia que no entendemos de dónde viene. Tal vez eso que me ha dicho esa persona me ha recordado a lo que decía otra (madre, padre, primo, colegio…) que me agredió cuando era pequeño. En otras ocasiones, como las olas de virus del COVID, pueden reactivar el miedo que sentía cuando era pequeña cuando mi madre sufría de ataques de ansiedad.

4. Haz lo que la emoción te pida en el presente siempre y cuando no esté respondiendo al pasado

Por ejemplo, yo puedo poner límites a alguien que me ha insultado, pero no enfadarme con alguien de forma desmesurada por el simple hecho de que me recuerda a una persona de mi pasado que sí me hizo algo malo. En ese caso, tendré que ir a terapia para sanar mi pasado.

Lo mismo con el miedo; si hay un virus como el que produce COVID, evidentemente desde ahí es funcional sentir miedo. Y tengo que protegerme con mascarilla, con vacunas… pero sí si siento miedo siempre que me duele el pecho pensando en que tengo una enfermedad cardiovascular y no es real, no puedo accionarme con el miedo, si no respirarlo, sostenerlo, y trabajar mi pasado en terapia.

5. No te centres en el pensamiento obsesivo

Acéptalo y entiéndelo como una defensa del pasado que no siempre sirve y céntrate en la emoción. Si nos dejamos llevar por el pensamiento obsesivo solo estaremos reforzando esta defensa. Tampoco hagas ninguna compulsión, es decir, algo que elimine la angustia de ese pensamiento obsesivo.

Por ejemplo, si te duele el pecho y piensas que puedes tener un infarto todo el tiempo, no busques información en Internet, no consultes al médico o a un familiar… tan solo exponte a esa emoción de miedo cerrando los ojos y respírala. Luego reflexiona si esa emoción se ha activado por algún disparador del presente o por un trauma del pasado que tenga que ver con la hipocondría, como en este caso.

Concluyendo...

En resumen, piensa que las emociones escuchadas, procesadas y reguladas emocionalmente son igual a pensamientos obsesivos erradicados. Sin embargo, procesar las emociones enquistadas del pasado que tienen que ver con recuerdos dolorosos va a requerir de un proceso psicoterapéutico por un especialista formado en trauma.

Isaac Díaz es Director de Confía Psicología, así como Psicólogo General Sanitario con formación complementaria de Máster de Especialista en Psicoterapia Integradora y Doctorado en Trauma y Suicidio. Especializado en las áreas de apego, trauma, disociación, dependencia emocional y pensamientos obsesivos.

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