La imagen corporal es un concepto que se forma a medida que vamos evolucionando, y es propio de cada individuo. Tiene mucho que ver con las experiencias vividas, la cultura en la que vivimos, los patrones de crianza, los modelos que hemos tenido etc.
Es algo subjetivo, y lo conforman varios aspectos como la percepción es decir, el modo en que nosotros/as mismos/as nos vemos; la cognición, en este caso compuesta por los pensamientos relacionados con esa imagen; los aspectos afectivos, es decir, los sentimientos y emociones que despierta en nosotros/as y valoración que le damos; y por último los aspectos conductuales, donde se ubican las acciones o comportamientos que llevamos a cabo derivadas de esa percepción y de esas emociones asociadas a ella.
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Los complejos con la propia delgadez
Cuando una persona es excesivamente delgada, es posible que su imagen corporal tenga una connotación negativa y por tanto despierte emociones desagradables en esa persona. Su día a día va siendo modificado y poco a poco todas las acciones giran en torno a esa imagen: evitar situaciones o personas, vestir de una determinada manera para disimular rasgos incómodos, comprobar si cierta parte del cuerpo es observada especialmente, llevar a cabo rituales mentales o físicos para ganar confianza, etc.
Pero todo esto se puede dar incluso aunque objetivamente esa persona no se encuentre por debajo del normopeso y por tanto no sea una cuestión objetiva si no fruto de esa distorsión de la imagen corporal o como consecuencia de unas rígidas (o irrealistas) expectativas de “cómo me gustaría ser”.
El hecho de que la delgadez en sí misma se encasille como una cualidad positiva, un aspecto deseado por muchos/as, hace a veces especialmente duro para la persona que no está a gusto con su cuerpo por este motivo, el reconocerlo abiertamente y expresarlo por miedo a ser juzgado/a o incluso por no querer ofender a los demás.
¿Qué hacer?
A continuación vamos a dar claves para afrontar este complejo y conseguir un bienestar con relación a tu imagen corporal.
1. Cobra consciencia de las implicaciones de tu problema
Trata de identificar que efectivamente es un elemento de interferencia en tu vida y averigua si modificas o evitas alguna decisión en base a esto.
2. Valora la diversidad de cuerpos
Acepta que cada cuerpo es diferente, que tienes puntos fuertes dignos de resaltar y quizá otros que te gusten menos. La imagen corporal que tenemos en nuestra mente no siempre encaja con nuestro ideal, que difiere de unos a otros.
3. Modifica tus esquemas de pensamiento
Identifica los pensamientos y las emociones asociados a esa parte de tu cuerpo (o tu cuerpo entero) para intentar modificarlos en otros menos severos contigo misma/o.
4. Intenta no sentir miedo a expresarlo
Esto, evidentemente, no tiene por qué ser una premisa. Pero si en un momento dado te apetece compartirlo o hablar de ello con normalidad, no te frenes por el hecho de pensar que te van a juzgar o que no te van a entender.
5. Procura centrarte en la salud
El aspecto más importante cuando hablamos en términos de peso es mantenernos en unas cifras dentro de lo saludable. Si tus valores corporales son ajustados, y tu energía y vitalidad también lo son, esa es la prioridad.
6. Potencia tus virtudes
Haz el ejercicio de repasar todos los aspectos buenos que tienes y trata de centrarte en ellos para que tú actitud sea positiva.