¿Sabías que tras la pandemia los casos de ansiedad se han disparado un 25% en todo el mundo? Cada vez son más las personas que tienen problemas para conciliar el sueño, concentrarse en las tareas del día a día y que cargan sobre sus espaldas un gran cúmulo de incertidumbres, miedos y tensiones.
Los diagnósticos de depresión también han aumentado. Y, no son pocas las personas a las que la pandemia las ha sumido en un círculo vicioso de estrés y angustia. En estos casos, la terapia psicológica puede convertirse en un excelente recurso para lidiar con estos problemas y desarrollar una mayor resiliencia.
Aunque es muy complicado definir el verdadero impacto de la psicoterapia, se conoce que entre el 75% y el 80% de los pacientes que reciben terapia psicológica experimenta una mejoría en los síntomas y cambios psicológicos significativos. De esta manera, no solo consiguen sentirse mejor, sino que también desarrollan nuevos recursos y estrategias para afrontar los problemas de la vida, salir de su zona de confort y lidiar con sus peores sombras mientras aprenden y crecen como personas en este proceso.
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¿Qué es exactamente la terapia psicológica?
La terapia psicológica es el arte de usar la palabra para sanar a la vez que se presentan una serie de técnicas avaladas científicamente en un plan de tratamiento personalizado y guiado por una evaluación exhaustiva de la problemática de la persona. En la práctica clínica se refiere al trabajo psicológico conjunto que llevan a cabo el psicólogo y el paciente con el fin de que éste último consiga sentirse mejor consigo mismo; un proceso que cobra vida precisamente a través de ese vínculo compartido, que es el que le permite al paciente hablar sobre los temas que le afectan, comprender su causa, sus implicaciones y cómo lidiar con ellos.
En otras palabras, es una forma de guía y asistencia que utilizan los psicólogos para ayudar a las personas que atraviesan por una etapa difícil o sufren un problema psicológico. Por tanto, es una terapia útil para tratar o aliviar los síntomas de diversas patologías como la depresión, la ansiedad y el estrés, pero también problemas más complejos como el trastorno obsesivo compulsivo. Sin embargo, también es un recurso útil para armar a los pacientes de herramientas con las que puedan afrontar los problemas de su vida cotidiana de una manera más eficaz y desarrolladora.
A través de la terapia psicológica también se consigue modificar la conducta para evitar aquellos comportamientos y/o pensamientos que generan malestar, al tiempo que se enseña a gestionar las emociones. Aunque no siempre, uno de sus principales objetivos suele ser el profundizar en el mundo interior del paciente para ayudarle a comprenderse mejor, conectar consigo mismo y liberarse de los conflictos, traumas o preocupaciones que le generan malestar. Esto porque su propósito, siempre y cuando el paciente así lo quiera, va más allá de aliviar los síntomas y tratar el problema; se centra en mejorar la calidad de vida de los pacientes a largo plazo.
Aunque hasta aquí hemos hablado en general de las características de una terapia psicológica, encontraremos que existen dentro de la psicología diferentes corrientes que son las que determinan el enfoque del tratamiento. Y cuando hablamos de corrientes, nos referimos, por decirlo de algún modo, de diferentes escuelas.
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Las principales corrientes que abordan la terapia psicológica
En el mundo de la terapia psicológica existen diversas teorías y corrientes de aplicación terapéutica. Cada una de ellas tiene su propia concepción de la raíz de los problemas, así como de la manera de abordarlos. Por lo general, todas persiguen el mismo objetivo e incluso si las estudiamos en profundidad observamos que comparten muchas ideas y técnicas; pero al partir de una conceptualización diferente del origen de los problemas, el desarrollo de la terapia va a diferir hasta llegar a la misma meta.
Esto no significa que exista una terapia psicológica mejor que otra, sino que hay algunas que resultan más efectivas para abordar determinados diagnósticos o problemáticas, y es posible que una persona se sienta más cómoda con un tipo de corriente que con otra por su forma de ser. La elección de una u otra, dependerá básicamente del problema a tratar, así como de la formación, las habilidades y la experiencia del psicólogo en cada una de las terapias.
En sentido general, estas son las corrientes de la terapia psicológica más habituales en la práctica clínica.
1. Conductismo
El Conductismo surge a mediados del s.XX basándose en la idea de que sólo podemos incidir directamente sobre aquello que observamos, la conducta visible, y nosobre los procesos de pensamiento. Enfocada en el momento presente, se centra en tratar síntomas o problemas concretos a través de pequeños cambios en el comportamiento del paciente para, de este modo, lograr un impacto indirecto en el pensamiento y la emoción, logrando así un mayor bienestar. Entiende que el malestar que sentimos es un resultado de la instauración de comportamientos desadaptativos que nos sumergen en un círculo vicioso negativo.
De ahí que la terapia conductual recurra a modificar los patrones de comportamiento aprendido para eliminar los síntomas, mejorar la adaptación al medio, optimizar las habilidades y estimular un estilo de vida más saludable.
Actualmente, las terapias más modernas del Conductismo (hablamos de las terapias Contextuales o de Tercera Generación) van ganando cada vez más adeptos, tanto entre profesionales como entre pacientes. Se centran en el presente pero pretende tener una visión más amplia del individuo; salen fuera de él para conceder a lo que le rodea en su día a día gran importancia en el origen de su malestar, o de su bienestar.
Además, ofrece un cambio de paradigma en la forma de entender el modo en que nos relacionamos con nuestro malestar, y busca despatologizarlo. En lugar de luchar contra él o paliarlo, encuentra que es mucho más efectivo aceptarlo y no sufrir por ello, enfocando en cambio la atención de la persona en cómo puede mejorar de otras maneras, como reconectando con sus valores personales, intereses y metas. Dentro de este tipo de terapia se encuadran técnicas tan conocidas como el mindfulness.
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2. Cognitivo-conductual
Realmente, podemos decir que las terapias Cognitivo-Conductuales forman parte de la corriente Conductista y aúnan los principios del Cognitivismo, pero a día de hoy su papel es tan clave en la Psicología, que por eso la vamos a señalar con nombre propio en este artículo.
Las terapias Cognitivo-Conductuales son de las más utilizadas en la actualidad debido a que son las que cuentan con el mayor aval científico recabado hasta el momento. Están sustentadas en la idea de que nuestro malestar proviene de una serie de esquemas de pensamiento distorsionados y poco adaptativos por una parte, y un grupo de patrones de conducta aprendidos por otra; y actúan sobre ambas áreas para ayudarnos a recuperar el bienestar emocional.
Con una eficacia científicamente probada, la terapia cognitivo conductual se centra en modificar los estilos de pensamiento y creencias, así como los modos de conducta y hábitos del paciente como vía para aliviar sus síntomas y reducir su malestar. Actualmente está indicada como efectiva en prácticamente la totalidad de las problemáticas de carácter psicológico, y se trata de una modalidad de terapia en la que se suele necesitar la realización de tareas por parte del paciente entre sesiones, concediéndole así un papel activo y primordial en su recuperación.
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3. Psicoanálisis
La terapia psicoanalítica, como también se le conoce, está enfocada principalmente en el estudio del inconsciente. Fundamentada en la teoría de que los síntomas y los trastornos mentales surgen como resultado de las experiencias que vivimos en la infancia y que se mantienen ocultas en nuestro inconsciente de manera latente, insta al paciente a buscar en lo más recóndito de su interior los conflictos que le generan ese malestar. Es por esto también, un tipo de terapia que retrocede en el pasado de la persona en busca del origen de sus conflictos, lo que suele conllevar un proceso terapéutico más largo.
De esta manera, se centra en analizar los pensamientos, las emociones, los sentimientos, los recuerdos, las fantasías y sueños de la persona como vía para acceder a su mundo interior y determinar la causa de sus problemas psicológicos.
Aunque el Psicoanálisis ha sido una importantísima corriente en el desarrollo de la Psicología tal y como la conocemos hoy día, en Occidente ha perdido bastante peso en favor de corrientes más actuales como la Cognitivo-Conductual.
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4. Humanismo
La terapia humanista es, sin duda, otra de las corrientes más importantes. Enfocada en el aquí y el ahora, la terapia humanista entiende que en cada persona habita un potencial que es el que le permite crecer y evolucionar. Cuando no lo desarrollamos, ese potencial “bloqueado” puede convertirse en la fuente de los síntomas y trastornos psicológicos que experimentamos. De esta manera, la terapia se enfoca en descubrir ese potencial, sacar a la luz nuestra mejor versión, enseñarnos a aceptarnos tal y como somos, y en recuperar nuestra libertad.
Centrada en el autodescubrimiento, la terapia humanista nos ayuda a analizar nuestras principales fortalezas y cualidades, así como a identificar nuestros defectos y aceptarlos como parte de nuestra personalidad. ¿Sus beneficios? Nos enseña a conocernos mejor y reconciliarnos con nosotros mismos, el primer paso para aceptar nuestras luces y sombras y comenzar a invertir en nuestro bienestar.
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5. Gestalt
La Gestalt es otra de las maneras en las que se pueden abordar los desequilibrios y trastornos psicológicos.
De raíces cercanas a la terapia humanista, la Gestalt entiende que todos los procesos mentales quedan supeditados a nuestra percepción. En primer lugar percibimos lo que sucede, y en segundo lugar aparece el aprendizaje, la memoria o el pensamiento reflexivo. Por otro lado, parte de la premisa de que el todo es más que la suma de las partes y que, por tanto, el producto de nuestras percepciones proviene de un proceso más elaborado en el que el cerebro las suma, las ordena y las da forma.
De esta corriente surgió la terapia Gestáltica, que se centra en el momento presente y busca que el individuo tome una global conciencia de sí mismo, de sus actos y de sus emociones, de cómo tienen lugar, y de su relación con el contexto, con el objetivo de convertirse en un ser completo y autorrealizado.
Por eso, apuesta por abordar nuestros modos de percibir el mundo, prestando especial atención a aquellas cualidades que pueden hacernos crecer como personas y abrir nuestra mente a la realidad que se expande ante nuestros ojos. La terapia Gestalt se centra en hacer conscientes nuestras emociones, sensaciones y pensamientos para incentivar un autoconocimiento pleno. Sin duda, sus beneficios van más allá de incentivar nuestra aceptación incondicional sino que nos anima a responsabilizarnos por nuestro propio bienestar y desarrollo.
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Vale destacar que estas no son las únicas corrientes dentro de la terapia psicológica, existen otras y un gran abanico de tipos de terapia que los psicólogos utilizan en su práctica clínica. Aunque lo cierto es que cada vez más psicólogos apuestan por una terapia holística en la que aprovechan los beneficios que aportan diferentes corrientes y técnicas como una solución más íntegra, personalizada y desarrolladora.
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