La ansiedad en el trabajo forma parte del día a día de millones de trabajadores y trabajadoras. Esto no resulta sorprendente, dado que el simple hecho de aspirar a unas metas de eficiencia y productividad nos predisponen a querer evitar “dormirnos en los laureles”, por lo que, por lo general, el contexto profesional nos mantiene mentalmente activos durante muchas horas a la semana, para lo bueno y para lo malo.
Es cierto que a veces, esos niveles de ansiedad no son lo suficientemente altos como para constituir un problema. Para algunas personas, incluso, puede ser una fuente de motivación. Sin embargo, en otras situaciones, sí llega a ser un elemento de desgaste de la salud física y mental, sobre todo si se mantiene en niveles altos durante varios días seguidos o incluso durante semanas.
En este artículo veremos cuáles son los principales tipos de ansiedad en el trabajo, de modo que sea fácil reconocer sus características y detectarlos en nuestro día a día.
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¿Qué es la ansiedad?
Aunque la ansiedad suele estar ligada al hecho de experimentar malestar (al menos durante el tiempo que dura), no es ni una psicopatología ni un problema que deba ser eliminado de nuestras vidas.
Nuestra capacidad de sentir estrés o ansiedad en determinadas situaciones es un mecanismo de supervivencia, y en la gran mayoría de las ocasiones, nos beneficia. De hecho, es tan útil que prácticamente todos los animales vertebrados tienen esta característica, que les permite reaccionar rápidamente cuando no hacerlo podría perjudicarles mucho (por ejemplo, antes señales de peligro) o incluso terminar con su vida.
Así pues, no hay que confundir la ansiedad en sí con otro concepto distinto, el de trastornos de ansiedad. Estos últimos, entre los que se incluyen por ejemplo la fobia social y el trastorno de pánico, sí constituyen una alteración mental y fisiológica dañina que debe ser atendida por profesionales de la psicoterapia.
Son desarrollados por algunas personas que se ven atrapadas en un bucle de gestión disfuncional de los hábitos y de las emociones; y es que aunque la ansiedad no sea algo malo de por sí, como cualquier otro elemento del funcionamiento del cuerpo humano, puede dar lugar a problemas de salud si se dan ciertas circunstancias e interactúa con otros elementos: experiencias traumáticas, búsqueda de aceptación por parte de un grupo de personas muy elitista, la muerte de un ser querido…
Y es que las adaptaciones surgidas de la selección natural no aportan únicamente ventajas, tal y como demostró Charles Darwin; eso es algo que depende del contexto en el que se viva y de con qué situaciones toca lidiar. Y los mecanismos de la ansiedad no son una excepción a esta regla.
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Los principales tipos de ansiedad en el trabajo
Este es un breve resumen de los tipos de ansiedad en el trabajo que se dan de una manera más frecuente en las sociedades occidentales.
1. Ansiedad por acumulación de tareas
La diferencia cuantitativa entre lo que uno puede hacer y lo que uno debe hacer en el trabajo (debido a la cantidad de tareas que se le asignan) hace emerger este tipo de ansiedad laboral. Es un problema que tiene que ver en parte con la gestión de las emociones, pero que muchas veces tiene sus principales causas en una mala gestión de Recursos Humanos o, simplemente, en la precariedad laboral.
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2. Ansiedad por dificultad excesiva de las tareas
También puede existir una diferencia cualitativa entre lo que uno sabe hacer y lo que uno debe hacer. Es decir, puede ocurrir que el trabajo asignado resulte todo un reto para el trabajador o para la trabajadora, de manera que exista una sensación no ya de que falta tiempo para llegar a los objetivos, sino que faltan habilidades.
En situaciones así el malestar resulta especialmente intenso porque aparece una indecisión o incertidumbre acerca de cómo y qué empezar a aprender antes para llegar a los objetivos de productividad.
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3. Ansiedad por falta de incentivos para trabajar
A muchas personas les sorprende saber que la ansiedad puede surgir de la apatía e incluso del aburrimiento, pero así es. Aunque técnicamente entramos en un estado de ansiedad cuando nuestro sistema nervioso está muy activado y en “modo de alerta” y el aburrimiento parece ir en la dirección contraria, son compatibles.
Experiencias como sufrir una crisis existencial o sentirse mal por no saber a qué dedicar el tiempo “extra” en el que debemos mantenernos en la oficina pueden predisponernos a sufrir ansiedad por no saber qué hacer, y por sentir que estamos malgastando horas de la semana o incluso nuestros talentos y potencial.
Por eso, el hecho de que nuestras aptitudes y capacidad de control queden por encima de la cantidad y dificultad de las tareas que se nos asignan hace que muchas personas sufran ansiedad en el trabajo; no por sentir que no llegan a sus metas de productividad, sino por la falta de motivos significativos por los que están dedicándose a eso y no a otras tareas más estimulantes.
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4. Ansiedad por las interacciones sociales
Finalmente, no podemos desligar el desempeño laboral del hecho que, para la mayoría de trabajadores y trabajadores, este implica relacionarse con otras personas. El hecho de afrontar esta clase de interacciones sociales hace que muchas personas se sientan mal, y si ese malestar llega a ser muy intenso, en algunos casos puede incluso convertirse en una fobia social.
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5. Ansiedad por incertidumbre laboral
Finalmente, la incertidumbre es otro importante foco de ansiedad. La inestabilidad laboral o la anticipación de una crisis económica global o que afecte al sector en el que se trabaja, así como un ecosistema profesional caracterizado por impulsar la rivalidad y la competición, pueden alimentar esta clase de problemas psicológicos.
Esto es así porque favorece la idea de que si no se reacciona a tiempo, la persona quedará a merced de un rápido cambio a peor en su calidad de vida. De este modo, no se es capaz de crear planes de futuro consistentes.
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