Arte Psicodélico: qué es y características de este movimiento artístico

Un recorrido por el llamado arte lisérgico, inspirado en el consumo de LSD.

Arte Psicodélico

En la década de 1950, el gobierno de Estados Unidos estaba muy interesado en conocer los efectos que el LSD provocaba en la mente. La droga era de nuevo diseño e iba a ser la principal causa del surgimiento del conocido como arte psicodélico, el movimiento multicultural que se adueñó de la creación artística hacia 1960.

El psiquiatra Oscar Janiger (1918-2001), conocido por sus estudios sobre los efectos de esta sustancia, inyectó una dosis controlada de LSD a un artista con el objetivo de analizar su producción mientras estuviera bajo los efectos de la droga. El resultado, plasmado en nueve dibujos, fue sorprendente. A medida que la sustancia alucinógena iba adueñándose de la mente del hombre, sus dibujos se volvían más delirantes, hasta llegar a la abstracción más pura. Paralelamente, el sujeto empezó a hablar de forma en apariencia incoherente, a dar vueltas por la habitación y a asustarse por “cosas” que estaban en el suelo y que el médico, obviamente, no “veía”.

Parafraseando el lenguaje de los artistas psicodélicos, el hombre estaba “abriendo las puertas” de la mente y entrando a otros mundos. Ese es el camino que siguieron muchos creadores, y no sólo del siglo XX: el uso de sustancias psicotrópicas para producir.

¿Qué es el arte psicodélico? ¿Por qué tuvo tanta resonancia en los artistas de la década de 1960? ¿Qué influencias tuvo en el panorama cultural de la época? En este artículo vamos a descubrirlo.

¿Qué es el arte psicodélico? Una historia de drogas y arte

A pesar de que se conoce como arte psicodélico al arte que se desarrolló en la década de 1960 a partir de la experimentación con drogas (especialmente el LSD), en realidad la denominación hace referencia a cualquier arte que plasme la vida de la psiquis humana. En este sentido, podríamos decir que el expresionismo alemán de principios del siglo XX o el surrealismo posterior son también arte psicodélico.

De hecho, la palabra psicodelia (en concreto, el término en inglés, psychedelic) proviene de dos voces griegas y viene a significar algo así como “manifestar el alma”. Fue acuñada en 1957 por el psicólogo Humphry Osmond (1917-2004) para hacer referencia a las manifestaciones que se producían en base a los efectos de ciertas sustancias. Pronto, la idea se concretó y empezó a denominar al arte que proliferaba en aquellos años y que basaba su inspiración en los efectos alucinógenos de algunas drogas. Estos efectos (el famoso efecto psicodélico) pasaban por provocar fenómenos como la sinestesia y la alteración en las percepciones y en el sentido del tiempo y el lugar.

La conjunción de arte y drogas es tan antigua como el tiempo. Se tiene constancia de muchas culturas que crearon su arte en estados psicotrópicos, y en Occidente muchos de los artistas consumieron estupefacientes como el láudano o el opio para dar “rienda suelta” a su creatividad. También era usual el uso de otro tipo de drogas, como el alcohol; a finales del siglo XIX gozó de mucho éxito la absenta, una bebida alcohólica muy fuerte extraída del ajenjo, que provocaba alteraciones parecidas y causaba furor entre los artistas de la bohemia parisina.

El LSD o ácido lisérgico: el gran fenómeno de los 60

En el caso del arte psicodélico de mediados del siglo XX, tuvo mucho que ver en su aparición una droga bastante novedosa, descubierta en 1938 por el químico Albert Hoffman (1906-2008). El científico estaba en plena investigación para hallar una sustancia que estimulara el sistema circulatorio, por lo que, en un principio, el LSD se utilizó en un ámbito estrictamente médico.

Pronto se hicieron patentes los efectos impredecibles de la sustancia. El principal componente del LSD se extrae del cornezuelo del centeno, un hongo parasitario de estos cereales que, al consumirlo, produce alucinaciones. De hecho, durante la Edad Media existieron casos de “endemoniados” que no eran más que campesinos que habían consumido centeno infectado y que habían sufrido sus terribles consecuencias.

El LSD tiene en su composición ácido lisérgico, una de las sustancias del cornezuelo. Es por ello por lo que al arte psicodélico también se le conoce como arte lisérgico, por estar tan conectado al consumo de este tipo de droga. Los efectos alucinógenos de este componente pronto provocaron curiosidad científica, y no fueron pocos los experimentos “oficiales” que se llevaron a cabo, como el realizado por el doctor Oscar Janiger (citado en la introducción), que dedicó gran parte de su trayectoria profesional a estudiar los efectos del LSD.

En la década de 1960, el ácido lisérgico corrió como la pólvora entre las comunidades de artistas de la “contracultura”. Cantantes, escritores, pintores y artistas varios se lanzaron al consumo obsesivo de LSD para espolear su creatividad. Por tanto, el arte psicodélico no es solamente un arte plástico, sino que también engloba otros campos como la escritura y la música.

Famoso es el caso del grupo The doors, cuyo auge se dio precisamente durante la época de mayor consumo de esta sustancia. El nombre del grupo ya habla por sí solo: Las Puertas, una clarísima referencia al acceso a otros mundos que sólo el consumo de sustancias podía permitir. En concreto, el nombre se inspira en la obra que el escritor británico Aldous Huxley (1894-1963) publicó en 1954, titulada Las puertas de la percepción, en la que analizaba, precisamente, los efectos del consumo de drogas; en este caso, de la mescalina.

El acceso a mundos oníricos e irreales

Ya William Blake (1757-1827) dejó por escrito, en una fecha tan temprana como 1793, unos famosos versos que hacían referencia a unas puertas que se abren para mostrar otros mundos. En este caso, el artista británico hacía referencia a la necesidad de abrir la mente a otras realidades que permitieran al ser humano percibir la verdadera infinitud de las cosas. En otras palabras; los hombres y mujeres viven encerrados en su prisión mental, y la única forma de liberación pasa por abrirse a estos mundos que ni siquiera sospechan que existen.

Sin saberlo, Blake estaba definiendo lo que sería el arte psicodélico. Esta iniciación a lo infinito, a mundos que se encuentran más allá de la percepción humana cotidiana, era también la base del Romanticismo del XIX y de otros movimientos como el prerrafaelismo, el simbolismo y el surrealismo. Sin embargo, el arte psicodélico del siglo XX llevó esta “apertura de puertas” al límite.

El arte psicodélico de 1960 va más allá de los mundos de ensueño que pudieron crear los románticos, o de las imágenes de pesadilla que plasmaron los surrealistas en sus lienzos. Los artistas de los 60 y 70 transmiten sensaciones, estados alterados de conciencia, en los que nada tiene forma, ni significado, ni sentido.

Por ello, en las obras plásticas de estos artistas son típicos los patrones caleidoscópicos y los fractales, representados con colores que, de tan brillantes, a menudo hieren la vista.

Arte fractal

Muy populares son también los motivos fosfénicos, es decir, aquellos inspirados en los efectos ópticos, especialmente provocados por estimulación mecánica o eléctrica, que más tarde serán la base de otras corrientes como el op art. La idea era estimular la retina del espectador y hacerla viajar, como si se estuvieran sufriendo las alucinaciones propias del consumo de LSD.

Arte con LSD

Pero, como ya hemos dicho, el arte psicodélico no sólo se plasmó en las artes plásticas. El mundo de la música se inspiró, y mucho, en esta idea. Los grupos musicales psicodélicos de los 60 y 70 intentaban recrear, a través de la música, las experiencias derivadas del uso de drogas. Para ello, y con el objetivo de plasmar la “evasión” que representaba su consumo, introducían elementos musicales no occidentales, como el sitar indio, y las letras de las canciones solían ser, a menudo, encriptadas y surreales. Es el caso de la última etapa de The Beatles, muy influenciada por la psicodelia, del grupo The Jimi Hendrix Experience o del ya citado The doors.

En literatura, el mundo psicodélico también dejó su huella. No es que fuera nada nuevo; hacía más de un siglo que los escritores publicaban su experiencia con las drogas. En 1822, Thomas de Quincey (1785-1859) publicó Confesiones de un inglés comedor de opio. Cuatro décadas más tarde, le tocó el turno a uno de los poetas malditos, Charles Baudelaire (1821-1867) con sus Paraísos artificiales (1860). Y, más recientemente, y en un claro precedente de la era psicodélica, encontramos al ya citado Aldous Huxley (el inspirador del nombre de The doors), y a Antonin Artaud (1896-1948), con su Viaje al país de los tarahumaras (1948), en el que contó su incursión en el peyote.

En todas las obras, en todas las disciplinas artísticas, un leitmotiv: el deseo de huir a otros mundos y encontrar en ellos la creatividad (y quizá también la paz de alma) tan eternamente anhelada por el ser humano.

  • Población Romero, J. (2016). Estados alterados del arte. Era de la psicodelia, evolución e influencia en el arte de hoy, Universidad de Granada
  • Quirosa, V. (2008). El miedo a la musa: arte y droga en la segunda mitad del siglo XX: Andy Warhol y la Factory, Jean-Michel Basquiat, Damien Hirst, publicado en El genio maligno, núm. 2.
  • VV.AA. (2003). LSD, Spirituality, and the Creative Process: Based on the Groundbreaking Research of Oscar Janiger, M.D., Park Street Press.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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