Históricamente, la psicología ha basado sus estudios de personalidad en los factores evaluados en el modelo de los cinco grandes rasgos y en otros modelos derivados de éste. El modelo del “Big Five” defiende la existencia de cinco grandes rasgos de personalidad que toda persona posee y manifiesta en un cierto porcentaje.
La apertura a la experiencia, la responsabilidad, la extraversión, la cordialidad o amabilidad y la estabilidad son los cinco rasgos que se evalúan en dicho modelo y en un gran número de instrumentos de evaluación clínica y screening que se han desarrollado con posterioridad.
La sensibilidad y las repercusiones de no incluirla dentro de los modelos de personalidad
Pero ¿qué pasaría si pudiera añadirse otro nuevo rasgo a tener en cuenta? Estamos hablando de la sensibilidad.
Elaine Aron fue pionera en investigar este rasgo de personalidad. Ella misma, basándose en sus propias experiencias como persona que manifestaba el rasgo y tras ponerse en contacto con otras personas que creían ser altamente sensibles, comenzó a investigar acerca de las características comunes entre ellos y las implicaciones que tenía la manifestación de esta sensibilidad en sus vidas. Con los resultados de esta investigación, en la que encontró que alrededor de un 20% de la población podía incluirse en esta categoría, acuñó el término de “personas altamente sensibles” o “PAS”.
Características de las Personas Altamente Sensibles
Las personas altamente sensibles empiezan a mostrar indicios de dicha sensibilidad desde el momento del nacimiento, a los bebés con este rasgo les cuesta más dormir, les afecta estar rodeados de mucha estimulación (ruidos, luz, gente, etc.), suelen tener más miedos y a medida que el niño o niña va creciendo suele apreciarse en ellos una gran creatividad e intuición. Asimismo, son menores muy empáticos con el sufrimiento de los demás, educados, amables y considerados.
Se han observado, también, características fisiológicas diferenciales entre bebés PAS y NO-PAS, como el hecho de que los niños altamente sensibles tienen un ritmo cardíaco más elevado y, sometidos a estrés, sus pupilas se dilatan antes y sus cuerdas vocales se tensan más rápidamente emitiendo sonidos más agudos. Además de todo esto, a nivel cerebral poseen una mayor activación del hemisferio derecho (emocional) y presentan niveles más elevados de cortisol y norepinefrina (Aron, 1996). Estudios posteriores a éste, en los que se han utilizado técnicas de neuroimagen, han revelado también una mayor activación de la amígdala y del lóbulo frontal.
Empatía, intuición, inteligencia intrapersonal...
En la edad adulta estos rasgos que se han ido observando durante la niñez adquieren su máxima expresión. Las personas PAS son altamente intuitivas y emocionales, con una gran empatía hacia las emociones propias y ajenas.
Son personas creativas a las que les atraen las artes y el conocimiento, tanto a nivel intelectual, tienen una capacidad, casi ilimitada, para aprender, incluso, sin ser conscientes de ello, como a nivel personal, pues suelen ser personas con un gran conocimiento de sí mismas y un mundo interno muy rico, que, en ocasiones, les hacen parecer introvertidas, aunque no tiene por qué ser así.
¿Es buena idea incluir la sensibilidad en los modelos de personalidad?
¿Por qué la importancia de reconocer la sensibilidad como otro rasgo más a considerar en los modelos de personalidad? La respuesta es simple. Las personas PAS que hablan de su sensibilidad hacen sobre todo alusión a la incomprensión, tanto personal como de su contexto cercano y refieren haberse sentido en una posición de minoría, de lucha constante contra un mundo que les sobrepasa, hasta el momento en el que descubren que poseen este rasgo y pueden hacer una reflexión personal desde el conocimiento del mismo, identificándose y reconciliándose con su sensibilidad.
Por otra parte, a nivel clínico y de evaluación, el grupo de personas que poseen el rasgo de la sensibilidad ha sido mal evaluado y diagnosticado. Han recibido tratamientos no adecuados y han sido “catalogadas” con etiquetas diagnósticas que no les correspondían. Durante la infancia, los menores altamente sensibles son mal diagnosticados con trastornos del espectro autista o por trastornos de déficits de atención e hiperactividad.
Durante la adolescencia, una etapa de cambios personales muy intensos para cualquier persona, pero aún más para una persona hipersensible a la que ya le cuesta conciliar el mundo interno y externo, pueden aparecer problemas de depresión, aislamiento o consumo de drogas, que pueden desembocar en trastornos depresivos, de ansiedad o de adicción en la edad adulta. Y todo ello, por el desconocimiento del rasgo de personalidad que les define, la sensibilidad y su falta de inclusión en los modelos explicativos de la personalidad.
Referencias bibliográficas:
- Aron, E. (2006). El don de la sensibilidad. 6º Ed. Barcelona, España: Editorial Obelisco.
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