Es bastante usual que las naciones, para justificar su posición en la historia, recurran a héroes míticos que, tras su huida de la guerra o de un desastre, viajan a los confines del mundo y fundan ciudades que, en un futuro, serán el germen de la nación posterior. Esto es especialmente común durante el Romanticismo y el auge del nacionalismo en el siglo XIX, pero no debemos pensar que el fenómeno se circunscribe sólo a este periodo.
En el pasado, por ejemplo, durante la Edad Media o el Renacimiento, encontramos ejemplos claros de esta “mitificación” de ciudades y pueblos. Muy a menudo, los “historiadores” dirigían sus miras a la antigüedad clásica, que gozaba de una tradicional autoridad, para justificar el nacimiento de su patria. La fundación de Pontevedra, en la antigua Gallaecia romana, no fue una excepción, como veremos, y está muy vinculada al héroe de la Ilíada, el fabuloso arquero Teucro. Conozcamos a continuación su historia.
Teucro, el mítico fundador de Pontevedra
El historiador, médico y alcalde de la ciudad gallega, Claudio García de Zúñiga (1784-1857), dejó constancia en su obra Historia de Pontevedra, o sea de la antigua Helenes, fundada por Teucro (de título más que explícito) que el fundador de la ciudad había sido el héroe griego de la Ilíada.
Mucho antes que él, otros autores, como Pedro de Medina (cartógrafo real y autor de uno de los primeros mapamundis fiables de la historia), también habló, en el siglo XVI, del arquero heleno como de un exiliado que partió de la tierra de sus ancestros, gobernada por Telamón, su padre, pues este le culpaba de la muerte de Áyax, el hermano, muerto en Troya. En su exilio, Teucro viajó hacia poniente, hacia la tierra de los muertos, y parece ser que se estableció en el Finis Terrae, el lugar donde se pone el sol: Galicia.
Pero ¿qué hay de cierto en toda esta historia?
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Un héroe en Troya y un paria en su patria
Como sucede con la mayoría de estas narraciones, hechos históricos, hay pocos. La leyenda de Teucro y la fundación de Pontevedra es tan legendaria como la misma guerra de Troya. Y, aunque puede haber algo cierto en todo ello (recordemos que Heinrich Schliemann descubrió, en el siglo XIX, los restos de la supuesta antigua Ilión), el grueso de la narración es fruto de la imaginación de bardos y poetas.
Tal y como recoge el prestigioso historiador Pierre Grimal (1912-1996) en su obra Diccionario de mitología griega y romana (ver bibliografía), Teucro es, según algunas de las fuentes clásicas, hijo de Telamón, rey de Salamina, en el Ática, y de su esposa Heríone, que es hermana del rey Príamo de Troya. Por tanto, y a pesar de que el joven fuera a luchar a la guerra del lado de los griegos, por parte de madre pertenece nada menos que a la casa real de Troya, y es pariente, en consecuencia, de Héctor y Paris.
La Ilíada habla de Teucro como el mejor arquero del ejército heleno. También lo menciona como uno de los soldados que penetran en las murallas de Troya ocultos en el vientre del enorme caballo de madera, y es también el autor de las heridas de Héctor, ocasionadas por una pedrada. A menudo se le compara en valor y arrojo con Aquiles, pariente suyo, aunque su figura queda ensombrecida por la importancia que su hermano, el “Gran Áyax”, adquiere tras la muerte de aquel.
En todo caso, Áyax fallece también en la contienda. Existen varias versiones de su muerte; Pierre Grimal recoge dos de ellas, en las que el personaje no sale bien parado ni goza de una muerte heroica. Por ello, avergonzado y afligido, el rey Telamón echa la culpa a Teucro, a quien acusa de no haber sabido defender a su hermano ni preservarlo de una muerte indigna. Teucro se ve obligado a exiliarse de su patria y partir hacia lo desconocido.
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Hacia el Finis Terrae
No sería el único héroe que se dirige a las tierras de occidente. La parte occidental del mundo era para los griegos fuente de curiosidad, pues, según su mitología, era allí donde se encontraban las puertas de acceso al inframundo. Occidente, el lugar donde se pone el sol, era el “fin de la tierra”, el Finis Terrae, puesto que, más allá, se encontraba el ancho océano que rodeaba el mundo y guardaba las puertas del Hades. Dirigirse hacia allí, de hecho, era un auténtico camino de iniciación; significaba partir, quizá, hacia la muerte.
Tenemos, por tanto, a una pléyade de héroes que encaminan sus pasos al lugar donde se pone el sol. Heracles también se dirige hacia el oeste; su presencia está “avalada” por las llamadas Columnas de Hércules, que marcan el fin de la tierra (Non terrae plus ultra, no hay tierra más allá), así como la cadena de los Pirineos, llamados así por Pirene, la joven violada por Heracles que halló su tumba en estas montañas. Por otro lado, también Ulises, el Odiseo griego, llega en su periplo al estrecho de Gibraltar.
En el caso de Teucro, la leyenda quiere que su primera parada sea Siria; en concreto, los dominios del rey Belo. Más tarde, en la isla de Chipre, el héroe funda Salamina de Chipre, inspirada en su patria perdida. Allí, según nos cuenta Pierre Grimal, Teucro se une en matrimonio con Eune, la hija del rey Cipro (que da nombre, por cierto, a la isla), con la que tiene una hija, Asteria, y un hijo, Áyax el Joven. Un claro homenaje a su hermano, por supuesto.
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¿Una Galicia griega?
La nostalgia hacia la patria es una constante en las narraciones de héroes que vagan por el mundo. Y, aunque en algunos casos no se entienda bien el peregrinaje (como es el caso de Odiseo, que demora su regreso nada menos que veinte años), en otros, el mito describe concienzudamente el porqué de la ausencia.
Tras establecerse en Chipre, Teucro anhela regresar a Salamina de Ática, donde todavía reina su padre. Según algunas versiones, el héroe inicia su regreso tras enterarse del fallecimiento de este, pero, a su llegada, Eurísaces, su sobrino, le niega la entrada. Es entonces cuando Teucro se ve obligado a seguir su camino hacia Hispania, aunque no queda claro por qué no regresó a Chipre, donde, de hecho, se encontraba su nuevo hogar.
Sea como fuere, en Hispania funda, según la leyenda, la ciudad de Pontevedra, que él llamó Helenes (precisamente a la que hace referencia García de Zúñiga); algunas fuentes lo vinculan, incluso, con las fundaciones de Cádiz y Cartagena. Parece ser, pues, que la presencia griega en Hispania es abundante, especialmente en Galicia, hecho que se justifica con una de las supuestas etimologías del nombre: Galo-Grecia, la Gallaecia romana. Aunque esto, como muchas otras cosas, sigue siendo confuso.
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