De la misma manera que los cristianos creen en Dios, los musulmanes en Alá o los judíos en Yahvé, hay personas que no creen en nada de eso. El ateísmo es la no creencia en deidades o que determinen nuestro destino, fortunas y desgracias.
Esto no es nada nuevo, claro está, pero resulta sorprendente que, al ahondar en los orígenes del ateísmo, vemos que es una postura religiosa bastante antigua.
A continuación vamos a dar un viaje por el tiempo, descubriendo quienes fueron los primeros ateos filosóficamente hablando y cómo a lo largo de la historia se ha tratado la no creencia.
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¿Cuáles son los orígenes del ateísmo?
Aunque la palabra “ateísmo” es relativamente moderno, teniendo su origen en el siglo XVI y siendo, en su momento, un neologismo procedente del griego antiguo “átheos” (sin dios, negación de dios), lo cierto es que la postura filosófica detrás del término es muy antigua. Hoy en día entendemos la palabra ateísmo como la postura ideológica y religiosa en la que se niega o no se acepta la existencia de dios, deidades o entidades que determinen el sino de las personas, definición no anterior al siglo XVIII, cuando la palabra pasó de insulto a concepto “positivo”.
Por sorprendente que pueda parecer, la idea de que los dioses o deidades no existen parece ser tan antigua como las religiones mismas. Antropológicamente, se ha indagado en los orígenes del ateísmo tratando de descubrir si en las culturas más “primitivas” existían posturas divergentes con respecto a la deidad de la tribu, o que se mostraran críticas sobre si lo que los demás miembros del grupo creían. Pese a que las investigaciones han sido muy extensas, es difícil saber hasta qué punto la no creencia aparecía en estas culturas.
De lo que sí se está seguro es que, desde luego, la creencia de que el ateísmo, como postura filosófica, tiene su origen en el Siglo de las Luces es falsa. Aunque la Ilustración implicó, sin lugar a dudas, una mayor libertad de expresión en la cual se incluía, también, lo religioso, lo cierto es que podemos encontrar posturas ateas ya desde la Edad Antigua, con civilizaciones como Grecia, Roma, China y la India. A continuación veremos cómo la no creencia se ha ido asentando en el pensamiento filosófico de varias culturas.
1. Edad Antigua
Como corriente filosófica, el ateísmo empieza a manifestarse a finales del siglo VI a. C. en Europa y Asia. En esta época, en la Grecia Clásica, ya existía la palabra “átheos”, aunque con una definición distinta a la que le damos hoy en día, aparecida entre los siglos V y VI a.C. Esta hacía referencia a aquella persona quien había cesado sus relaciones con los dioses y, en muchas ocasiones, era usado como un insulto, significando persona malvada, que negaba o faltaba al respeto a los dioses.
Tenemos como interesante antecedente ateo la Grecia Clásica, con el caso de Sócrates. Si bien su ateísmo no se podría considerar propiamente la no creencia en dios, sí que ponía en duda la existencia de los dioses ancestrales. Es por este motivo que Sócrates fue ejecutado haciéndole beber cicuta. Igualmente, cabe decir que la ejecución de Sócrates, más que por herejía se debió a razones políticas, puesto que, de forma relativa, en la Grecia Clásica el ateísmo estaba más o menos tolerado, dependiendo de la polis y el momento histórico.
Son otros los muchos filósofos clásicos quienes se resisten a la creencia de divinidades. Otro pensador, Carnéades de Cirene, quien dirigió la Academia de Platón en el siglo II a. C. consideraba que creer en dioses era ilógico. Tiempo después, Jenófanes de Colofón criticó la idea de los dioses antropomórficos, considerándolos una invención humana y corrupta. Igualmente, cabe decir que Jenófanes era partidario del panteísmo, es decir, la postura de que todo se encuentra en todas las cosas y es, técnicamente, una religión, a su manera.
Diágoras de Melos se llevó bastante mala fama al ser considerado el primer ateo en la Grecia Clásica. Los atomistas Leucipo y Demócrito defendieron, posteriormente, una visión materialista del mundo, en el que no tenía espacio la intervención de los dioses. También tenemos a otras figuras consideradas como ateas, o al menos defensoras de la postura de que los deidades podían no existir, como Anaxímenes, Heráclito y Pródico de Ceos, también partidarios de un punto de vista completamente materialista y sin pensar en lo espiritual.
Dejando de lado el mundo occidental pasamos a la Antigua India, lugar que fue la cuna de numerosas escuelas filosóficas en las que se promulgaba una visión atea de la vida. También surgió el Chárvaka, una corriente filosófica antiteísta, de las más explícitas de la época, y el jainismo, que concibe la idea de que el mundo es un elemento eterno y sin principio.
En China tenemos el taoísmo, que defiende la inexistencia de un dios. Los taoístas consideran que una deidad superior es algo innecesario, puesto que el ser humano armoniza perfectamente con la naturaleza.
En este mismo país tenemos el budismo, en el que no se concibe la existencia de un único Dios fundador, siendo las enseñanzas de Buda Gautama las que sirven de entrenamiento psicológico y espiritual para encontrarse internamente, aunque sí que se creen en deidades y otras entidades sobrenaturales, lo cual no podemos hablar de ateísmo en sentido estricto.
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2. Edad Media, Renacimiento y reforma
En la Edad Media el ateísmo estuvo muy mal visto en Occidente. Tan mal que no son muchas las figuras que se atrevieron a dar a conocer sus posturas ateas; había miedo a tener que defenderse delante de un tribunal de la Inquisición y acabar confesando bajo las más creativas torturas. La libertad de pensamiento brillaba por su ausencia, y si ya era un escándalo creer en otro dios que no fuera el cristiano, poner en duda la existencia de un ente creador ya era el colmo.
Por fortuna la situación cambia iniciado el Renacimiento, seguido por la Reforma Protestante. Surge una mayor crítica a las instituciones y creencias religiosas, haciendo que, progresivamente, la idea de ateísmo moderno se fuera moldeando. De hecho, el término “athéisme” fue acuñado por primera vez en Francia en el siglo XVI, usado como una forma de acusación para aquellos quienes rechazaban a Dios o a la divinidad en sus debates intelectuales.
Pese a que había bastante más libertad de pensamiento que durante la Edad Media, no sería con la irrupción de la Reforma Protestante y, más tarde, la Ilustración. Ser no creyente seguía estando mal visto, y se tiene constancia de que durante los siglos XVI y XVII la palabra “ateo” era usada exclusivamente como un insulto que nadie quería recibir, puesto que no fueron pocos quienes acabaron siendo ejecutados por sospecha de ateísmo, entre los cuales podemos encontrar los siguientes casos:
- Étienne Dolet: estrangulado y quemado en 1546 por ateo.
- Giulio Cesare Vanini: estrangulado y quemado en 1619 por ateo.
- Kazimierz Łyszczyński: decapitado tras arrancarle la lengua con hierro al rojo vivo y quemarle las manos lentamente en 1689, por escribir un tratado filosófico en el que se ponía en duda la existencia de dios.
- Jean-François de la Barre: torturado, decapitado y su cuerpo quemado, acusado por destruir un crucifijo.
En cuanto a acusados de ateísmo que se salvaron podemos encontrar a grandes figuras del pensamiento occidental tales como el materialista inglés Thomas Hobbes, que consiguió salvarse negando los cargos de ateísmo. El motivo de la sospecha era que su teísmo era inusual, pues consideraba que Dios tenía que ser material. En 1675 el filósofo Baruch Spinoza tuvo que renunciar a publicar su obra Ética puesto que era considerada blasfema y atea por los teólogos, junto con otras obras también prohibidas que solo se conocieron póstumamente.
3. El Siglo de las Luces
La Ilustración es uno de los períodos más importantes a nivel cultural de Occidente, dado que trajo con él grandes avances científicos y filosóficos, junto con una mayor libertad de pensamiento. Esta época es asociada tradicionalmente con la frase “No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”, supuestamente dicha por el filósofo francés Voltaire.
Denis Diderot, uno de los más importantes filósofos de la Ilustración y editor de la más conocida obra de divulgación del conocimiento de la época, La Enciclopedia, fue acusado de ateo por desafiar los dogmas religiosos imperantes, en especial el católico. En su obra escribe que la razón es la virtud del filósofo, mientras que la gracia lo es del cristiano. La gracia determina las acciones del cristiano y la razón las del filósofo. Por opiniones como esta Diderot fue encarcelado durante un breve período.
Con el paso del tiempo la palabra ateísmo ya no era una acusación peligrosa. En la década de 1770 ya estaba mejor visto el acto de poner en duda la existencia de Dios, aunque, claro está, con sus limitaciones. El primer filósofo de la época en negar la existencia de Dios y hacer apología de su ateísmo fue el barón d’Holbach, con su obra publicada en 1770 Système de la Nature. Junto con filósofos tales como Denis Diderot, Jean Jacques Rousseau, David Hume, Adam Smith, y Benjamin Franklin, criticaron la religión.
Pero pese la mayor libertad de expresión, la censura y la represión seguían estando vigentes. D’Holbach publicó sus obras bajo el pseudónimo Jean-Baptiste de Mirabaud para evitar la persecución religiosa. Además, sus obras y las de varios de los filósofos anteriores aparecieron en el Index Librorum Prohibitorum, un recopilatorio realizado por la Santa Sede en la que se ponían aquellos libros que no debían leerse bajo ningún concepto si se quería ser buen cristiano. Este libro tuvo ediciones hasta 1948, siendo suprimido en 1966.
Conclusiones
Los orígenes del ateísmo son muy profundos y extensos si se toma una perspectiva histórica. Seguramente, las culturas ancestrales manifestaron, de una u otra forma, alguna opinión crítica con la creencia de la deidad grupal, aunque resulta difícil asegurarse de esto puesto que, en muchas ocasiones, los restos culturales que nos llegan de nuestros más antiguos antepasados son ofrendas a dioses u otros objetos rituales.
De lo que sí se puede estar seguro es que el ateísmo, como postura religiosa y filosófica no tiene su origen en la Ilustración, sino que ya estaba bien presente en la Edad Antigua. Tanto en Europa como en Asia las posturas críticas contra los dioses ancestrales tuvieron sus propias escuelas, más o menos aceptadas en función de la ciudad-estado o el momento histórico que se estuviera viviendo.
Con la llegada de la Edad Media viene la más oscura y tétrica represión contra cualquier idea contraria a la idea del Dios cristiano, y solo se iría ganando un poco más de libertad con la irrupción del Renacimiento, la Reforma Protestante y, por último, el Siglo de las Luces.
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