Psicoanálisis y Arte Surrealista: ¿qué relación tienen?

Te contamos cómo influenciaron las teorías de Freud en el movimiento surrealista.

Psicoanálisis y Arte Surrealista: ¿qué relación tienen?

Las conexiones entre el surrealismo y el psicoanálisis están, en general, bastante claras. El mismo André Breton, el padre fundador del movimiento surrealista, agradeció en el Primer manifiesto surrealista (1924) los descubrimientos de Sigmund Freud en materia del inconsciente y de los sueños, y durante su juventud fue un acérrimo admirador del psicoanalista vienés.

Sin embargo, lo que mucha gente quizá desconoce es que Freud nunca entendió (y nunca intentó entender) el surrealismo, a pesar de los múltiples intentos que hicieron Breton y compañía para acercarse a él. En una famosa carta escrita en diciembre de 1932, Freud le comenta a Breton que, a pesar de recibir constantemente muestras de agradecimiento por parte del grupo surrealista, no alcanza a comprender qué es exactamente, ni qué pretende. ¿Qué relación tienen, exactamente, el surrealismo y el psicoanálisis? En este artículo vamos a intentar descubrirlo.

Los principios de la relación entre surrealismo y psicoanálisis

En 1916, la Primera Guerra Mundial está en pleno auge. Un jovencísimo André Breton (que contaba entonces con veinte años), estudiante de medicina, es movilizado y destinado al Centro Psiquiátrico Segundo Ejército, en la ciudad francesa de Saint-Dizier. El centro era el destino de los centenares de soldados que volvían del frente aquejados de una “neurosis de guerra”, un síndrome ya descrito durante la Guerra Civil americana por el médico militar Jacob DaCosta y que consistía en una serie de síntomas no orgánicos como palpitaciones u opresión en el pecho.

Durante su estancia en el centro, Breton pudo aplicar las recientes teorías del psicoanálisis descritas por Freud a los pacientes que observaba de forma diaria. Más tarde, el padre del surrealismo comentó que los enfermos mentales del sanatorio elaboraban discursos aparentemente sin sentido o encadenaban palabras que, al parecer de los psiquiatras, eran fruto del delirio y de la enajenación. Sin embargo, para André Breton eran otra cosa. Fue el mayor descubrimiento de su vida, el que algunos años después daría origen al movimiento surrealista.

El psicoanálisis y la “asociación libre de ideas”

Lo que para los médicos del centro eran meras palabras sin sentido, para Breton era una auténtica “obra poética”.

André Breton

Fue a través del parlamento de los enfermos del sanatorio que certificó lo que ya había oído en las teorías freudianas: que existía una conexión evidente entre aquella cadena de palabras que los psiquiatras desoían y las necesidades y los miedos del enfermo.

En otras palabras; había una relación evidente entre el mundo inconsciente de aquellos pobres soldados y lo que decían. Esta experiencia inspiró a Breton para dar rienda suelta a su propia concepción de lo que debía ser el “arte”: algo automático que fluyera sin tapujos desde los rincones más recónditos de la mente, sin la interrupción constante del juicio, la moral y la razón.

Esta “asociación libre de ideas” bebía evidentemente de las teorías freudianas del inconsciente y la interpretación de los sueños, y también, no hay que olvidarlo, de los postulados del psicólogo y neurólogo Pierre Janet (1859-1947), cuya obra L'automatisme psychologique tuvo mucho que decir sobre el tema. En todo caso, esta asociación libre dio origen a la llamada “escritura automática”, que Breton y su colega surrealista Philippe Soupault (1897-1990) materializaron por primera vez con la obra Los campos magnéticos. Ambos se dedicaron a recopilar sin filtros sus propios pensamientos, y los publicaron sin ningún tipo de corrección en 1920. Los campos magnéticos ha sido considerada la primera obra del movimiento surrealista, aunque, en 1919, Breton ya publicara un “texto automático”, Ursine, en la revista Littérature.

El psicoanálisis en Francia

Es evidente que, sin las teorías psicoanalíticas de Freud, el surrealismo no hubiera existido. La misma “escritura automática” se basa, como hemos comentado, en un fluir constante del inconsciente, sin ninguna traba racional, moral o social que lo intercepte. Sin embargo, la relación de los surrealistas con el padre del psicoanálisis no fue siempre fluida ni buena.

Ya hemos dicho que el joven André Breton, durante su estancia en Saint-Dizier, era un fervoroso admirador de Freud. En una carta de la época dirigida a su amigo Theodore Fraenkel, Breton confiesa que las teorías del vienés le han impresionado. En aquellos años, las obras de Freud apenas habían llegado a Francia (la primera traducción al francés se realizó en 1921 en Ginebra), por lo que Breton era un auténtico privilegiado al haber tenido contacto con su obra ya en el año 1916.

La psicoanalista e historiadora Élisabeth Roudinesco (1944) estableció dos vías por las que el psicoanálisis penetró en Francia. La primera consistía en una vía absolutamente médica, en la que primaba la cura del enfermo por encima de todo lo demás. Esta vía terapéutica es la que promovió la psicología y la psiquiatría basados en el método psicoanalista.

La segunda vía de penetración es la que Roudinesco llama “vía intelectual”, en la que no sólo primaba el objetivo terapéutico (y, por tanto, la cura de los pacientes), sino también lo artístico e intelectual. Es en este ámbito en el que debemos insertar a Breton y a su grupo de surrealistas.

De hecho, la posición de los miembros del movimiento surrealista se fue radicalizando respecto a la vía médica del psicoanálisis. Tanto Breton como Aragon y Artaud, los otros dos miembros fundadores del grupo, se muestran firmemente contrarios al uso exclusivo del psicoanálisis en el campo de la terapia. En abril de 1925, Antonin Artaud publica en La Revolution Surrealiste, el vehículo del movimiento, una dura crítica contra la psiquiatría, por su afán de clasificación de las enfermedades mentales, entre otras cosas.

Sigmund Freud: una historia de amor y odio

Y es que serán los primeros años veinte los que cavarán un abismo casi infranqueable entre los surrealistas y la rama psiquiátrica del psicoanálisis, incluyendo a su ilustre fundador, Sigmund Freud. Porque, si bien André Breton, llevado por su ardiente admiración juvenil, intentó acercarse al psicoanalista, sus intentos cayeron en saco roto.

Ambos se cartearon durante un tiempo (entre su correspondencia tenemos la famosa afirmación de Freud, ya citada en este artículo, de que no entiende de qué va y qué pretende el surrealismo). A finales de 1921, Breton consigue entrevistarse con él en su casa de Viena. Su objetivo, además de conocer finalmente a su “ídolo”, era presentarle el movimiento surrealista y acercarlo a la “causa”.

Por lo que parece, la entrevista no resultó para nada satisfactoria, ni para Breton ni para Freud. Este último no quedó nada impresionado, y se encerró en su posición de “anti-vanguardias”, a las que consideraba el fin del arte. En cuanto a Breton, podemos deducir su decepción si echamos un ojo al artículo que del encuentro escribió, publicado ese mismo año en la revista Littérature; entre otras lindezas, decía que el padre del psicoanálisis vivía en una casa de “aspecto mediocre” en un “barrio perdido de Viena”.

¿Por qué las posiciones de Freud y los surrealistas eran irreconciliables? Para empezar, Sigmund Freud consideraba el psicoanálisis una herramienta de trabajo, cuyo único objetivo era la psiquiatría. Los surrealistas, por su parte, veían en el método la base de la futura creación artística, del que tomaron la interpretación de los sueños y la asociación libre de ideas.

Pero existe también un motivo puramente teórico. Y es que, mientras que el psicoanálisis freudiano consideraba la mente como algo constituido por una serie de compartimentos (y al sueño como elemento de conexión entre ellos), los surrealistas veían sueño y vigilia como una unidad. Eran los “vasos comunicantes” (si parafraseamos el título de la obra que Breton escribió en los años 60 reivindicando esta idea), unos vasos que compartían información y se la transmitían constantemente. Ese es, en verdad, el objetivo del arte surrealista: la unión final de dos mundos aparentemente irreconciliables y la creación de una “suprarrealidad” donde ya no existiera semejante dicotomía.

  • Cuevas del Barrio, J. (2013). El posicionamiento de Sigmund Freud ante el surrealismo a través de su correspondencia con André Breton, dentro de Espacio, Tiempo y Forma. Serie VII – Historia del arte
  • González, V. (2013). Surrealismo y psicoanálisis, publicado originalmente en Informe Escaleno.
  • Nadeau, M. (1975). Historia del surrealismo, ed. Ariel.
  • Roudinesco, É. (1993). La batalla de cien años. Historia del psicoanálisis en Francia, ed. Fundamentos.
  • Yonson, V. (2020). Psicoanálisis y surrealismo. Del fallido encuentro entre Freud y Breton, artículo de la Revista Epsys.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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