La Teoría Geocéntrica: cuando el ser humano ocupó el centro del Universo

Te resumimos en qué consiste la teoría que sitúa el planeta tierra como centro del universo.

¿Qué es la Teoría Geocéntrica?

Es más que probable que hayas oído hablar de ella. La teoría geocéntrica proviene de los vocablos griegos geo (“tierra”) y kentron (“aguijón”, referencia al punto de referencia alrededor del que se forma el círculo), y fue, durante la antigüedad y la Edad Media, la hipótesis universal acerca del movimiento del cosmos, en el que la tierra se hallaba en el centro.

El más famoso de los geocentristas es Claudio Ptolomeo, cuyas ideas fueron libro de cabecera para los astrónomos medievales, tanto cristianos como musulmanes. Sin embargo, antes que él hubo muchos otros partidarios del geocentrismo, el gran Aristóteles entre ellos.

En el artículo de hoy veremos en qué consiste el geocentrismo y cuál ha sido su trayectoria en la historia.

¿Qué es la teoría geocéntrica?

Desde muy antiguo, el ser humano se ha creído un ser privilegiado y favorecido por los dioses, lo que conllevó que, ya desde Mesopotamia, se postulara la idea geocéntrica como la base del movimiento del cosmos. Esta teoría sitúa la tierra en el centro del universo, en tanto que ente más importante, pues contiene la creación divina.

Geocentrismo

A lo largo de los siglos, y a pesar de que las evidencias observables ponían en duda esta hipótesis, todos los pueblos la recogieron como verdad básica en su cosmogonía. Veamos a continuación cuál ha sido esta historia.

La larga trayectoria del geocentrismo

Uno de los autores más conocidos en materia de geocentrismo es Claudio Ptolomeo, astrólogo y matemático de la Alejandría del siglo II d.C. En su obra más conocida, el Almagesto (nombre árabe que viene a significar “composición matemática”), el erudito hace una recopilación del saber griego en materia del cosmos y de sus movimientos. Ptolomeo introduce también una novedad: la curiosa teoría del movimiento de los astros sobre epiciclos, que explicaremos más adelante.

Pero si Claudio Ptolomeo recogió en su Almagesto el saber anterior acerca del movimiento de los cuerpos celestes, ello quiere decir que la teoría geocéntrica hacía siglos que estaba aceptada. De hecho, los astrólogos de la antigua Babilonia ya consideraban la tierra como eje principal del universo. Ya en el mundo griego, presocráticos como Anaximandro (s. VI a.C.) afirmaban que la tierra era un cilindro suspendido en el universo, alrededor del cual “flotaban” los demás cuerpos. Pero mientras que Anaximandro y sus colegas creían que ese “cilindro” suponía el centro, los pitagóricos afirmaban que la tierra no se encontraba en el eje del universo, pero que giraba alrededor de un fuego invisible.

¿Podemos considerar esa tierra girando alrededor del “fuego invisible” un atisbo de heliocentrismo? Difícilmente. Sin embargo, es cierto que la teoría heliocéntrica (es decir, la que dispone al sol, y no a la tierra, en el centro) ya se conocía en época griega. Autores como Aristarco de Samos (s. IV a.C.) y Heráclides de Ponto (s. IV .AC) sostenían que era el sol, y no la tierra, el elemento alrededor del cual giraban los cuerpos.

Estos incipientes postulados heliocéntricos no tuvieron fuerza alguna, en parte, por el gran prestigio que Aristóteles, eminente geocentrista, tuvo en la antigüedad y en la Edad Media. En efecto, gracias a él, a Platón y a Ptolomeo, la teoría geocentrista se extendió más allá del mundo antiguo y pasó a los siglos medievales como única hipótesis aceptada, tanto en el mundo europeo como en el musulmán.

Dudas razonables en el ámbito de la astronomía

La consolidación del geocentrismo se produjo a pesar de las serias contradicciones que entrañaba. Y es que, de ser ciertos los postulados geocentristas, había ciertos movimientos celestes que no se podían explicar con claridad. Ello, sin embargo, no pareció entrañar problema alguno para los eruditos, que “adaptaron” los movimientos observables a las teorías, en lugar de hacerlo al revés.

Por ejemplo, Ptolomeo justificó el movimiento de las llamadas estrellas errantes (o sea, de los planetas), a través del ya mencionado sistema de epiciclos. Según esta teoría, aceptada ampliamente durante la antigüedad tardía y durante el Medievo, la tierra permanecería fija en el centro del universo, y los planetas se desplazarían alrededor de ella a través de la órbita deferente. Pero no sólo eso; al mismo tiempo, estos cuerpos girarían sobre unos puntos, los epiciclos. El resultado sería un movimiento doble con efecto de espiral que sería, según Ptolomeo, el “movimiento natural” del cosmos. Por cierto, en la película Ágora (2009), de Alejandro Amenábar, hay una escena en que uno de los alumnos de Hipatia ilustra muy bien esta idea ptolemaica.

La era de la revolución científica

La aceptación “universal” de las teorías geocéntricas estaba motivada, en parte, porque se ajustaba a la perfección a las ideas religiosas de una tierra creada por Dios, alrededor de la cual gira el resto del universo. Si el ser humano era la criatura más excelsa de esta creación divina, por fuerza el lugar donde habitaba debía encontrarse en el centro. No parecía haber discusión al respecto.

Pero en el siglo XIV se inicia una revolución que tiene especial sacudida en las islas británicas, en el llamado “círculo de Oxford”. Está encabezada por ilustres pensadores como Roger Bacon (1220-1292), Duns Escoto (m. 1308) y, sobre todo, por Guillermo de Ockham (1287-1347), el creador de la teoría de la “navaja de Ockham”, que separaba definitivamente los caminos de fe y ciencia e inauguraba una nueva era de pensamiento científico.

En la línea de esta revolución, en el siglo XV aparece un personaje que será crucial para el cambio de mentalidad: Nicolás Copérnico (1473-1543), un clérigo católico polaco que relanzará la teoría heliocéntrica postulada en la antigüedad por Aristarco de Samos y Heráclides de Ponto. Copérnico instaurará el sol como el centro alrededor del cual giran los planetas, en lo que se ha denominado teoría heliocéntrica (de helios, “sol”).

Pronto, animados por los descubrimientos científicos (entre los que se halla el telescopio, que permitirá observar de cerca las estrellas), otros ilustres personajes como Galileo Galilei (1564-1642) y, más tarde, Isaac Newton (1643-1727), se unirán efusivamente a las teorías copernicanas. El tiempo de la teoría geocéntrica había terminado; al menos, oficialmente. Hoy en día, todavía sigue vigente en algunas comunidades, a pesar de su evidente caducidad.

  • Abetti, G. (2012). "Cosmology". Encyclopedia Americana. Grolier.
  • Tohaira, M. (2015), Historia mínima del Cosmos, Turner Publicaciones Teorias geocentrica y heliocentrica del universo, artículo publicado en cientificocalvin.wordpress.com, noviembre de 2015

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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