La elaboración de un proyecto de vida es, desde mi punto de vista, la meta que define un concepto extremadamente complejo en la sociedad actual: la búsqueda de sentido.
El proyecto de vida es una construcción. Una construcción vital que define que nuestra vida tenga un rumbo y un sentido. Un marco de referencia que nos permite actuar acorde a una estructura definida. Pensar en la ausencia de un proyecto de vida es como pensar en un barco a la deriva, sin brújula.
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¿En qué consiste el proyecto de vida?
Sabemos por Víctor Frankl que la búsqueda de sentido es inherente al ser humano. Así como Freud sostenía que el ser humano posee la tendencia innata hacia la búsqueda de placer y según Adler hacia la búsqueda de poder, Frankl lleva las tendencias humanas a un plano mayormente existencial al sostener que el ser humano se encuentra movilizado principalmente por la búsqueda de Sentido.
Esta búsqueda habilita la construcción de un proyecto de vida. Tanto la ausencia de un proyecto como la desviación de la búsqueda de sentido, nos lleva al plano del vacío existencial.
Sostener la idea de una tendencia hacia la búsqueda de sentido no implica que la construcción de un proyecto de vida se logre fácilmente o siquiera se intente. Existen numerosas formas de desviación del sentido, así como de lidiar con el vacío existencial. Formas, muchas de ellas, más rápidas y sencillas que enfrentar las múltiples dificultades externas e internas que conllevan la construcción de un proyecto de vida. Las adicciones son un ejemplo de estas desviaciones.
¿Cómo se construye un proyecto de vida? Múltiples factores intervienen en su desarrollo: factores sociales, familiares e individuales que ampliaremos a continuación.
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El proyecto de vida en la adolescencia
¿Brinda la sociedad actual las herramientas necesarias para que los adolescentes y jóvenes construyan un proyecto acorde a sus deseos y necesidades? ¿Promueve la familia jerarquías y límites claros (suficientemente firmes y flexibles según la etapa vital de sus miembros); comunicación abierta y explícita y capacidad de adaptación al cambio?
Si nos adentramos en un breve análisis sociológico del aquí y ahora, podemos diferenciar claramente que la herramienta principal que ofrece la sociedad de consumo está basada en la satisfacción inmediata por medio de objetos externos.
Dicha herramienta, y la ausencia de instituciones que funcionan como marcos de referencia, ofrecen al adolescente, quien se encuentra en pleno desarrollo de su identidad, un camino sencillo para encausar su deseo. Sus necesidades insatisfechas y su tendencia a la búsqueda de un sentido quedan ligadas al consumo de objetos.
Las instituciones representativas del colectivo social y sus actores implicados funcionan inadecuadamente como marco de referencia, sostén y contención requerida por los jóvenes y adolescentes en su búsqueda de sentido. Por el contrario, el sistema social moderno propone un sinsentido solapado que representa en los jóvenes la dura tarea de tener que enfrentarse con un vacío social, para lo cual no se encuentran preparados. Sin marcos de referencia claros y concisos que brinden la posibilidad de hacerse de valores sociales e individuales, el adolescente requiere de mayor contención por parte de su núcleo familiar.
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La importancia de la familia
Como señalamos anteriormente, son múltiples los factores identificados en la construcción de un proyecto de vida. Hoy más que nunca los jóvenes requieren de un núcleo familiar funcional que se instale como marco de referencia y los ayude a dirigir su búsqueda de sentido de una manera sana y responsable.
La institución familiar se encuentra hoy frente a la compleja tarea de asistir a sus miembros en una constante tensión entre los valores familiares y los valores sociales. Es decir, el núcleo familiar debe, por un lado, ayudar a los jóvenes a construir un proyecto de vida en consonancia y sana adaptación con la sociedad actual, a la vez que debe denunciar y poner de manifiesto las contradicciones y elementos nocivos de esta última.
¿Qué papel juegan las adicciones?
Cuando nos referimos a la ausencia de marcos de referencia entendemos por ello la ausencia de límites claros y de valores necesarios para el sano crecimiento del ser humano. El consumo creciente de drogas y alcohol, así como el inicio cada vez más temprano de los adolescentes en el mundo de las adicciones, denuncian los valores trasmitidos por la sociedad actual.
Las adicciones son en gran medida un síntoma de la sociedad de consumo. Síntoma social que impide a los jóvenes materializar la búsqueda de sentido en un proyecto de vida estable.
Lo que prevalece en la actualidad, y con lo cual debemos trabajar arduamente los profesionales de la salud, es con jóvenes inmersos en la confusión y el vacío, con el riesgo siempre latente de que encuentren en los objetos externos una manera rápida y sencilla de lidiar con emociones que no logran comunicar.
Es en este contexto donde el núcleo familiar toma vital importancia en el desarrollo psíquico-físico de los jóvenes. Una familia contenedora es aquella que habilita entre sus miembros un espacio comunicacional sano, esto es, habilitar y fomentar la expresión de emociones. Asimismo, es necesario que la familia logre establecer límites claros y concisos. La familia deberá así, instalar un encuadre sano que trasmita valores y sentido en un contexto social carente de ellos.
La interacción entre los rasgos de personalidad individual, el entorno familiar y el contexto social, define las herramientas internas que desarrolla la persona.
¿Qué sucede cuando estas herramientas no son suficientes o bien son disfuncionales? Jóvenes y adolescentes que no desarrollaron capacidades básicas como la posibilidad de lidiar con ciertas frustraciones y estados de ánimo displanceteros o bien que crecieron en un medio hostil, donde la expresión emocional es sinónimo de debilidad, presentan serias dificultades para construir un proyecto de vida y se encuentran con el riesgo de desarrollar patologías, entre ellas las adicciones.