Las adicciones son un tema complicado, ya que abarca muchas características, condiciones y consecuencias. Son tantos factores que realmente existe bastante desconocimiento sobre este tema. La falta de información, más características personales como la impulsividad y la búsqueda de sensaciones, llevan a las personas a desarrollar una adicción.
Por eso es tan importante la divulgación científica accesible para todos. Este artículo se suma a este frente, en concreto desde una óptica familiar, para hablar de las personas más vulnerables a las consecuencias de las decisiones de los adultos, sin ser ellos los responsables: de qué formas la adicción de los padres afecta a sus hijos y a la relación entre ambos.
¿Qué es una adicción?
Una adicción se define como una enfermedad física y mental que altera los pensamientos, conductas, emociones y fisiología. Crea una necesidad tan intensa de consumir una sustancia o repetir una conducta adictiva que impide el control consciente del comportamiento, y genera un alto malestar cuando no se consiguen.
Se distinguen dos tipos de adicciones: con sustancias y sin sustancias (cuando se es adicto a una conducta, como comprar, tener sexo, apostar…). El deseo profundo que provoca la adicción lleva a las personas adictas a gastar mucho tiempo, esfuerzo y dinero en adquirir la sustancia o realizar la conducta adictiva; así como se empiezan a descuidar obligaciones y áreas importantes de la vida (laboral, académica, social y personal).
Por desgracia, la adicción es una enfermedad crónica y recidivante, es decir, se alternan periodos de consumo con periodos de abstinencia. Esto supone que una persona que consumía sustancias o tenía una conducta adictiva hace muchos años tenga una alta vulnerabilidad a volver a retomarla. Por ello es muy importante que tanto la persona como su entorno estén bien informados y sean un apoyo que le sirva de impulso para no recaer.
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Los efectos de la adicción en padres: cómo afecta a los hijos
Ya de partida es difícil ser padres, ya que los niños son muy vulnerables. Necesitan cuidados, atención y cariño (igual que los adultos, pero en mayor medida), y son dependientes cuando todavía son pequeños. Cuando uno de los progenitores tiene una adicción y empieza a descuidar aspectos importantes de su vida, su relación con su hijo/a también se ve afectada.
Y no solo eso, sino que, igual que empieza a haber repercusiones para el/la padre/madre, el/la menor empieza a sufrirlas en su propia vida, viéndose afectado/a a nivel académico, social, psicológico y de salud física, a corto y largo plazo. A continuación, menciono las más importantes.
1. Tienen mayor riesgo de estar en un estatus socioeconómico bajo
Además de no poderse ignorar la correlación existente entre un nivel socioeconómico bajo y el desarrollo de una adicción, hay que tener en cuenta que prácticamente cualquier adicción supone un gasto económico importante. Esto implica que el/la progenitor que sufre esta enfermedad destina gran parte de su sueldo o el de su pareja a adquirir la sustancia o a realizar la conducta adictiva.
Asimismo, es posible que el tiempo empleado en la adicción suponga el descuido a nivel laboral y una pertinente pérdida de trabajo. De esta manera, al consumo elevado económico se le suma la disminución importante de ganancias. Incluso se puede entrar en un bucle de préstamos bancarios o de conocidos, y deudas generadas por no compensar el préstamo, asegurando más la pérdida de bienes.
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2. Sufren negligencia y abandono infantil
Las adicciones suponen una disminución de la dedicación a la vida personal y familiar, como hemos mencionado. La falta de cuidado y de cariño hacia los menores tienen graves consecuencias, tanto a nivel físico como emocional, sin que ni siquiera puedan entender lo que está pasando y por qué su padre/madre no le dedica atención.
Por lo pronto, sin la adecuada supervisión, los niños pueden realizar conductas temerarias y tener graves accidentes en los que peligre incluso su vida. Además, puede que se descuide su alimentación e higiene, lo cual también repercute en su salud física, o que deje de acudir al centro educativo ni se le ayude en las tareas, dificultando su desarrollo intelectual.
Por otro lado, el cariño es fundamental, aunque no lo parezca. Sin el afecto de alguno de los dos padres, los niños pueden desarrollar problemas de autoestima, dificultades para relacionarse, trastornos psicológicos y retraso en el desarrollo evolutivo. Estas consecuencias pueden incluso seguir presentes en la etapa adulta.
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3. Adquieren un rol que no les corresponde
Conforme el/la menor va creciendo, es probable que adquiera conciencia de la delicada situación en la que se encuentra la familia y quiera implicarse para que todo vaya mejor. En otros casos, es el/la progenitor/a que no sufre la adicción quien empieza a implicarle poco a poco en el cuidado del sistema familiar.
De esta manera, el/la hijo/a mayor de la familia (o en su caso el único) adquiere el rol de cuidador/a para el resto de la familia: hace de padre/madre para sus hermanos, se iguala su relación y responsabilidad con el/la progenitor/a que no tiene la adicción (quien empieza a apoyarse en él/ella) e incluso empieza a cuidar o castigar al que sí sufre la adicción.
Esto no es algo que se haga de forma consciente ni mucho menos. Sin embargo, produce un desequilibrio importante en el desarrollo de este/a hijo/a en el sistema familiar, haciéndole tomar responsabilidades muy tempranas para su edad, y limitándole derechos y beneficios fundamentales de la infancia y adolescencia, de los cuales ya no va poder disfrutar.
4. Pueden sufrir maltrato físico infantil
Las personas que tienen una adicción pueden llegar a enajenarse mentalmente y perder el control de sus actos, ya sea por el consumo de una sustancia, o por los síntomas de abstinencia. Si el carácter de esta persona es de partida hostil, es más que probable que la persona no sea capaz de frenar sus impulsos a cometer actos violentos.
En este ambiente, puede ocurrir que los hijos o la pareja sufran abuso físico cuando entra en estos periodos el/la progenitor/a que sufre la adicción. Como te puedes imaginar, esto tiene repercusiones directas y evidentes, tanto a nivel de salud física como de salud mental. Si ya eran razones suficientes las anteriores para intervenir en estos casos, este solo confirma la necesidad de prevenir las adicciones en la población y de cuidar el bienestar de los niños.
5. Sea como sea, tienen un alto malestar emocional
Independientemente del grado de maltrato infantil que sufran, a nivel psicológico o físico, los niños padecen claramente en estas situaciones. Cuando son pequeños, no comprenden siquiera la situación y estos les provoca mucho miedo, incertidumbre e incluso culpa, ya que pueden pensar que su padre/madre les trata así por cómo son.
Fromm Centro De Desintoxicación Y Tratamiento De Adicciones
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Centro terapéutico especializado en adolescentes y familias
Cuando van siendo conscientes de la situación, siguen sintiendo miedo y ansiedad por lo que les pueda pasar a ellos o a su familia, así como frustración, enfado y tristeza. Entre la vergüenza y la percepción de que les ha fallado una figura fundamental en sus vidas, puede que se encierren en ellos mismos, dejen de confiar en los demás y no se desahoguen con personas externas al sistema familiar, manteniéndose como un tabú. Estas emociones mantenidas en el tiempo pueden provocarles trastornos psicológicos serios.