Algunas investigaciones muestran que la forma en la que la mayoría de estudiantes suelen estudiar no es la más efectiva.
Así, las estrategias más utilizadas por los estudiantes son también las más ineficientes, como por ejemplo releer (leer el temario una y otra vez, haciendo repasos), resaltar (subrayar, marcar las partes más importantes del texto) y resumir (sintetizar el texto original, reduciendo el contenido en menos palabras).
No es que sean una absoluta pérdida de tiempo, pero no son muy buenas en cuanto al coste-beneficio. Hay formas de estudiar que resultan más eficientes.
Es cierto -al menos en parte- que cuantas más horas estudies más probable es que saques buenas notas; no obstante, sacar buenas notas no se reduce únicamente a estudiar una gran cantidad de horas, porque la calidad del estudio es más importante que la cantidad de horas dedicadas a estudiar.
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Las claves para estudiar con eficiencia
Estudiar de forma ineficiente no solo nos hace perder mucho tiempo, también resulta muy frustrante dedicar mucho tiempo a algo y no conseguir los resultados que uno desea. Esta frustración puede hacer mella en nuestra motivación, y estudiar requiere motivación, sobre todo cuando la materia no nos gusta mucho o es difícil o las dos cosas a la vez. Por eso es importante utilizar una metodología de estudio que sí sea eficaz.
Entonces... ¿Qué puedes hacer para retener mejor la información que intentas aprender y lograr así un aprendizaje significativo?
Para responder a esta pregunta conviene primero conocer un poco algunas nociones sobre la memoria.
Las fases del proceso de memorización
Cuando hablamos de memoria podemos distinguir entre memoria sensorial, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. Como este es un artículo que pretende dar algunas claves para estudiar mejor y mejorar los procesos de aprendizaje nos vamos a centrar en la memoria a largo plazo.
La memoria a largo plazo corresponde a ese almacén donde guardamos la información que podremos recuperar tiempo después de haberla almacenado, ya sea el día del examen o cuando tengamos que poner en práctica en el mundo laboral aquello que aprendimos en la escuela, la academia, la universidad, etc.
Memorizar es introducir cierta información en el cerebro, guardarla y luego poder recuperar esta información (traerla a la conciencia). Las fases de este proceso de memorización son las siguientes:
- Codificación: transformación de la información sensorial en elementos reconocibles (aquí son fundamentales la atención y la concentración).
- Almacenamiento: retención de la información para luego poder recuperarla. Los datos serán más o menos accesibles y recuperables dependiendo del almacén de memoria donde se guarden.
- Recuperación: acceder a la información guardada, traer a la conciencia el recuerdo.
Las técnicas de estudio anteriormente mencionadas (releer, resaltar, resumir) no tienen en cuenta la recuperación, y se centran únicamente en intentar meter cuanta más información sea posible en el almacén de memoria, pero no se preocupan por intentar sacar esa información del almacén a fuera.
No obstante, hay investigaciones que indican que lo que resulta más efectivo a la hora de intentar memorizar es tratar de sacar la información, es decir, ponernos a prueba.
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Active Recall (La técnica del Recuerdo Activo)
La mayoría de estudiantes solo se ponen a prueba en el momento del examen, antes de ese contexto dedican gran cantidad de tiempo a leer sus apuntes, subrayarlos, realizar resúmenes, mapas conceptuales, esquemas y diagramas, dibujos u otros sistemas para tratar de aprender el contenido.
Pero lo que resulta más útil para afianzar el recuerdo es la técnica conocida como Active Recall (recuerdo activo), es decir, intentar evocar la información, recordarla, explicarla a un compañero, contestar preguntas de auto-evaluación, etc. En definitiva: lo que funciona para recordar es ponerse a prueba, rememorar de forma activa.
Cada vez que nos ponemos a prueba nuestra mente aprende de los errores que hemos cometido y el recuerdo se fortalece, se guarda de forma más profunda. Es menos probable volver a cometer esos errores.
El proceso repetido de ir introduciendo información en nuestro sistema de memoria y luego tratar de sacar esta información, cuando se repite una y otra vez, va moldeando poco a poco el recuerdo. Cada que tratamos de sacar la información el recuerdo cambia, la información se va esculpiendo, va tomando forma como una escultura, haciéndose este recuerdo cada vez más profundo y accesible.
Es como recorrer un laberinto: la primera vez nos perderemos en el laberinto, daremos vueltas buscando la salida, nos desorientaremos, daremos rodeos, pero estos errores nos ayudarán a trazar mentalmente el camino correcto, que quedará grabado en nuestra memoria. Luego podremos recorrer el laberinto cometiendo menos errores y tardaremos menos tiempo en recorrer el camino.
Esta metáfora, aplicada a la memoria, significa que el cerebro tendrá menos dificultad en acceder a esa información y por lo tanto cometerá menos errores y también lo hará más rápidamente.
La curva del olvido
Nuestra mente tiende al olvido porque nuestra memoria necesita desechar parte de la información (no podemos guardar todo, sería imposible). El ritmo al que desaparecen nuestros recuerdos no sigue una progresión lineal; no es constante como el goteo de un grifo, la tendencia a la desaparición del material es más bien como un aguacero inicial seguido de leve llovizna. Es decir, olvidamos una gran proporción de la información que habíamos guardando inmediatamente después de estudiar y luego, lentamente, vamos olvidando más y más material según va pasando el tiempo.
Cuanto más tiempo pasa desde el momento en el que se guardó la información más cantidad de esta misma información habremos perdido. Este fenómeno es conocido como la curva del olvido.
Si alguna vez has estudiado a última hora te habrá ocurrido que el día del examen recordabas bastante bien lo que habías estudiado, al día siguiente habías olvidado gran parte de lo que sabías el día del examen, a las dos semanas apenas recordabas alguna cosa y al cabo de un mes prácticamente habías olvidado todo lo que supiste contestar en el examen. Esto se debe a la curva del olvido.
Te pondré otro ejemplo. ¿Recuerdas lo que desayunaste ayer? ¿Y el almuerzo de hace dos días? ¿Y qué tal si te pregunto lo que cenaste hace exactamente 6 meses? Es probable que puedas contestar a la primera pregunta sin problemas pero me sorprendería mucho que pudieras decirme lo que cenaste hace exactamente 6 meses, ya que el proceso natural de la memoria: esa tendencia al olvido, habrá enterrado el recuerdo.
Todo eso sin tener en cuenta otro aspecto importante para entender la memoria y el aprendizaje, y es que seguramente no le prestas atención a lo que cenaste hace 6 meses porque no es un asunto muy relevante. Y cuanta menos atención le prestas a algo menos probable es que quede guardado en la memoria.
Pero, volviendo al ejemplo, si en estos seis meses te hubieras ido repitiendo con frecuencia el recuerdo de esa cena hoy podrías contestarme con detalle: "Era un 6 de mayo, cené con mi novio en un restaurante italiano, compartimos una ensalada de pulpo con una vinagreta de miel y mostaza y bebimos un espumoso; recuerdo que de segundo él pidió una pizza prosciutto y yo comí pasta rellena, eran unos cuori di zucca con funghi porcini; y no pedimos postre". No te quepa duda, si te hubieras dedicado cada día un tiempo a recordar esa cena hoy recordarías todos esos detalles.
Spaced Repetition (La técnica de la Repetición Espaciada)
Ya sabemos que olvidamos la mayor parte de lo que aprendemos a los pocos minutos u horas de estudiarlo (lo siento, malas noticias, la memoria es así). Esto puede resultar muy desalentador, pero aquí entra la segunda técnica para mejorar la eficacia del estudio: Spaced repetition (repetición espaciada).
Esta técnica -que es perfectamente compatible con la Active Recall- consiste en realizar repasos al estudio para refrescar la memoria. Para contrarrestar la tendencia de esta curva del olvido incluiremos una serie de repasos, cada vez más espaciados en el tiempo. Es como ir dándole al cerebro esa “dosis de recuerdo”, haciendo un reset en el proceso de olvido.
Entonces uno puede preguntarse: ¿Es mejor retrasar cada vez más el momento de la auto-evaluación o, por el contrario, debería ser constante en el tiempo que dejo entre repaso y repaso?
Hace un tiempo se creía que dejar cada vez más tiempo entre repaso y repaso era la mejor forma de distribuir el estudio para mejorar el aprendizaje; no obstante investigaciones posteriores han puesto de manifiesto que esto no es así.
Al parecer, la forma más adecuada de distribuir esta práctica repetida es hacer un primer examen de autoevaluación (pero no inmediatamente después de haber estudiado, sino dejando un tiempo) y, seguidamente, añadir pruebas de autoevaluación pero no espaciándolas cada vez más, sino a un ritmo constante.
Comentarios finales
De todo esto se derivan varias conclusiones, pero las más importantes son que no podemos dejar el estudio a última hora y que no debemos limitarnos a leer, subrayar o adoptar otras estrategias pasivas, pues para aprender resulta mucho más efectivo "activar" en nuestra memoria la información que hemos metido en ella que tratar de meter más y más información.
Esta forma de estudiar nos acercará con mayor precisión a nuestro objetivo de aprobar el examen y de consolidar realmente el aprendizaje, para no olvidarlo tiempo después del examen.
No obstante -y ya te habrás dado cuenta de esto mientras leías el texto-, esta forma de estudio requiere de una meticulosa organización, constancia y cantidad de tiempo, y a su vez demanda mayor esfuerzo, pues es más fácil leer una y otra vez que ponerse a prueba.
La procrastinación y las técnicas de estudio ineficientes son los mayores enemigos del estudiante, pero otros factores que no hemos mencionado en este artículo y que tienen un peso notable son también determinantes. Estos son algunos ejemplos: una dieta poco adecuada (especialmente aquella rica en azúcares), un estilo de vida sedentario, no estar bien hidratado, altos niveles de estrés (sobre todo si son sostenidos en el tiempo), el consumo de drogas, un descanso insuficiente, unas expectativas no realistas, una autoexgiencia desajustada, una baja motivación y la ansiedad ante los exámenes, por nombrar algunos.
En definitiva, el cerebro necesita una serie de condiciones para funcionar óptimamente y cualquier situación que suponga una reducción o interferencia del rendimiento de nuestro cerebro estará perjudicando nuestro estudio.
Autor: Cristian Mantilla Simón, psicólogo en Centro Rapport Psicología.